– Las encuestas están dando más o menos 20 puntos de diferencia entre el primero y el segundo. ¿A usted cómo le dio?
– Algunas dan 20, otras 30, otras 40, no está muy unificado. Pero a mí me dio un poquito menos de 10 puntos diferencia. Y estamos haciendo un seguimiento a ver si esto va variando.
-¿Cuántos casos fueron?
– 1.800 casos. Es una encuesta que tiene un margen de error del 4,4%. O sea mayor al que comúnmente se maneja, por la ponderación de la zona. La provincia de Buenos Aires es bastante complicada.
– Claro, porque el trabajo no sólo depende de la cantidad de la muestra sino también de la calidad de la muestra.
– La calidad es muy importante. Por eso es que venimos chequeando y chequeando.
– Porque no es lo mismo ir a la tribuna de Boca a preguntarle a la gente de qué cuadro es que ir a distintos lugares y armar una encuesta seria que abarque distintos segmentos sociales por su peso relativo.
– Eso técnicamente se llama hacer que sea representativa. Porque cuando una encuesta es representativa, los resultados se pueden extrapolar al universo.
– Usted utilizó otro sistema que el resto. Hizo una encuesta con simulacro de votación y eso le dio un número totalmente distinto al que vienen dando el resto de las encuestas…
– Es así como usted lo dice.
-¿Podría explicar un poco de qué se trata? ¿Cuál es la diferencia entre un sistema de encuesta como el que usted realizó y el tradicional?
– Una encuesta, básicamente, es cuando se hace una muestra del universo total y a la gente que resulta seleccionada se le hace una serie de preguntas. Luego, se anotan sus respuestas y se procesan. Un simulacro de elección es cuando a esas mismas personas se les entrega una cantidad de boletas y se les dice que vuelva a ingresar a su vivienda o que se ponga de espalda o como quiera, para proteger lo secreto del voto, y elija una boleta que debe colocar dentro del sobre, sellarlo y ponerlo en una urna.
– Como si estuviera en el cuarto oscuro.
– Sí, algo así.
– Se reproduce el día de la votación.
– Pero hay una diferencia. El día de las elecciones no viene una urna a mi casa, sino que yo tengo que ir a votar. Además, también sabemos que el día de las elecciones hay gente que ya lleva su boleta. Entonces, no es lo mismo. No estamos frente a algo que reproduce exactamente lo que va a suceder. Pero, bueno, la encuesta tampoco lo es. Ahora, normalmente entre una encuesta y un simulacro se pueden ver pequeñas diferencias. Yo no he hecho encuestas acá, sólo he hecho este simulacro. Pero le puedo decir que las diferencias son muy grandes con respecto a la mayoría de las encuestas que se vienen publicando.
– ¿Esto usted lo hizo en la provincia de Buenos Aires?
– Sí. En la provincia de Buenos Aires la campaña justicialista tiene un equipo llamado Delta que hace este trabajo y vieron que les estaba dando muy distinto. Entonces, pidieron hacer una especie de corroboración independiente. Yo nunca antes había trabajado con ellos ni los conocía y dijeron: “bueno, haga este trabajo a ver cómo le da”.
– ¿Usted ya había hecho esta experiencia en Nicaragua?
– Esto lo hice en Guatemala. En Nicaragua el caso fue otro.
– ¿Y a qué se deben las diferencias?
– Cuando uno ve estas diferencias uno dice: “acá puede haber por lo menos dos explicaciones”. Por supuesto, siempre está el margen de error que es la tercera explicación, sin duda. Pero las dos explicaciones clásicas son el “voto escondido” y el “efecto boleta”.
– ¿Qué son?
– El “voto escondido” es cuando hay un clima de opinión en el cual la gente no se siente tan cómoda diciendo lo que realmente va a hacer. Ése fue el caso de Nicaragua. La gente iba a votar por doña Violeta, pero pensaba que quizás el encuestador era de la Juventud Sandinista y pensaba:, “por ahí me van a sacar mi casa o mi trabajo, entonces, por si acaso, digo que voy a votar por el comandante Daniel”. Entonces ahí hubo una diferencia muy marcada entre quienes usaron encuestadores que podían ser percibidos como parte de la Juventud Sandinista y entre los que usamos encuestadores que claramente se identificaban como extranjeros o como que no tenían nada que ver. Porque la gente tenía este voto escondido. Era gente que decía algo pero pensaba hacer otra cosa distinta. La doctora Noelle Neumann dice que la opinión pública es como nuestra piel social. Es decir, lo que uno opina es lo que le permite convivir con otras personas. Entonces, esa opinión cuando se expresa por una cuestión de convivencia es una, pero, después, la conducta es otra.
– ¿Y el “efecto boleta”?
– El “efecto boleta” es un poco distinto y yo lo viví en Guatemala hace dos años. Las encuestas daban muy favorable para el candidato que después efectivamente ganó y de repente se oficializó la “papeleta”, como le dicen allí. Ellos, no sé si usted sabe, votan en un solo papel donde están los símbolos de todos los partidos y uno tiene que marcar el que elige. ¿Qué pasó? Cuando se oficializó esa boleta, resulta que un diario daba un resultado de una encuesta y la elección había dado bastante distinto. Entonces, nosotros rápidamente salimos atrás de eso, hicimos nuestro simulacro con la boleta y también nos dio así como había dado la encuesta. ¿Por qué? Bueno, por varios motivos. Por ejemplo, uno de los partidos no llevaba un candidato importante, pero tenía un valor marca muy fuerte, estaba muy metido. Y el candidato ganador, por el contrario, era un candidato fuerte pero de una alianza armada a último momento, que no la conocían tantos, con tres símbolos, entre otros.
– ¿Y cómo piensa que se da esto en nuestro país?
– ¿Cómo se trasladan estos dos temas, el del “efecto boleta” -que frente a una boleta la gente se comporte distinto- y el tema del “voto escondido”? Yo diría que hoy en la Argentina hay un clima de opinión muy favorable al presidente Kirchner. Yo creo que desde el punto de vista maquiavélico, digamos, de la ciencia política, él ha hecho un trabajo extraordinario porque con sólo el 22% haber logrado el poder y la gobernabilidad que logró, la verdad es que yo creo que es un tema que se va a estudiar en un futuro. Y lo ha hecho en esta especie de alianza con la opinión pública. Entonces, se genera un clima en el que las encuestas que se publican son favorables, los medios, en general hablan bien del presidente y, de pronto, en este ambiente es como medio antipático decir algo distinto y quizás alguna gente se puede ver afectada por esto. En este sentido, se podría estar dando lo del voto escondido. Si es que finalmente lo hay, habrá que ver. El segundo punto es que, por ejemplo, claramente la boleta de la lista 2, que es la que lleva a Chiche Duhalde al Senado, tanto con Villaverde como con Patti para diputados, tiene los símbolos tradicionales del Partido Justicialista que el lunes 17 de octubre cumplió 60 años.
– Y ése es un símbolo que pesa…
– Es una marca que indudablemente pesa. Pero, no es que defina, porque también hay otras, como la marca Kirchner.
– Le hago una consulta. Como venimos hablando, a usted le está dando menos de 10 y la mayoría habla de 20, 30 y hasta 40 puntos de diferencia. Ante resultados tan dispares, ¿acá cada uno se está jugando el prestigio o le parece que no es tan así?
– En primer lugar, que yo sepa, nadie está haciendo un pronóstico. Y esto los que hacemos encuestas y estudios lo repetimos hasta el hartazgo y siempre los periodistas lo dan vuelta y dicen “el encuestador tal vaticinó…” No es así. Uno sacó la foto y falta una semana. Hay margen de error siempre. En segundo lugar, las veces que yo he hecho ambos trabajos antes, la verdad es que las diferencias no fueron tan grandes y finalmente los resultados terminaban más cerca de la simulación que de la encuesta, pero a veces también puede estar en el medio. Científicamente, yo siento una enorme curiosidad por ver qué es lo que va suceder finalmente. Muchos de los encuestadores que tenemos una buena relación profesional estamos en contacto para ver cómo se va desarrollando esto y para juntarnos, luego, para analizarlo. Por supuesto, si alguno se ha jugado por un pronóstico y ese pronóstico falla, puede que pierda prestigio. Yo creo que lo interesante acá es que en los últimos años la política argentina se ha predicado sobre la opinión pública y durante estos dos últimos años las encuestas se verifican a sí mismas. Esta elección las va a verificar.
– Es claro entonces que puede haber un efecto miedo para expresarse libremente en cuanto la intención de voto. Esto es: cuando a mí me bajan un lavarropas en mi casa y al vecino un televisor, cuando usted viene a encuestarme pienso: “¿este será un encuestador independiente o me lo manda el que me mandó el lavarropas y si le contesto que no lo voy a votar me lo va a venir a sacar?”
– Por eso, esas son las distintas tesis, habrá que ver qué ocurre. De todas formas, a mí me gustaría agregar algo porque en todo esto también es importante la historia. Desde el 83 a la fecha, las elecciones presidenciales polarizan. Se logran grandes mayorías o votos centralizados. Pero las elecciones de mitad de período o legislativas, dispersan. Entonces, yo creo que tratándose de una elección legislativa, es lógico que el voto esté más disperso y veo como un error, tanto de algunas campañas que intentaron plantearla como si fuera una presidencial así como de analistas que intentan interpretarla como si fuera una presidencial. Desde este punto de vista, sepamos que el presidente Kirchner no está en juego ni para bien, para subirle los votos, ni para mal y decir “ah, entonces, no tiene que ser”. No, él no está en juego.
– ¿Acá se está definiendo otra cosa?
– Exactamente. Y yo creo, además, que estos comicios hay que compararlos con los del 2001, no con los de 2003. Y, en ese sentido, pese a todo, yo soy optimista. Creo que comparado con 2001, que será poca cosa, puede ser, pero estamos mejor. Estamos poco a poco reconstruyendo algo de la política argentina. Hemos pasado todo este período con un nivel de violencia relativamente bajo y con un nivel de institucionalidad considerable. Y me parece que hay que mirar para adelante y no ser tan pesimista. © www.economiaparatodos.com.ar |