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lunes 23 de agosto de 2010

Fibertel: apenas otra anécdota

Un país cuyos habitantes priorizan el dinero a la libertad no puede soñar con grandeza ni aspirar a alternativas dignas y concretas que puedan construir un futuro mejor.

Sorprende, de pronto, Daniel Baremboim dirigiendo su orquesta en una Plaza de la República repleta. Por un momento, la realidad se tranquiliza: paz. Algo prácticamente perdido para los argentinos. Porque la guerra ya no se limita al enfrentamiento bélico de dos bandos defendiendo intereses distintos. Hay otras formas de contienda, igualmente dolorosas, quizás no por lo sangrientas, pero sí por lo inútil, lo macabro de sus fines y las secuelas que dejan.

Nos movemos como sobrevivientes entre una sucesión de batallas donde no entendemos nada. Se nos bombardea desde diferentes trincheras sin definirnos por qué causa se pelea. Las noticias obnubilan, no hay lógica en lo que pasa, o en lo que nos cuentan que pasa.

No es factible esperar grandes cambios por la sencilla razón de que cada uno de quienes habitamos esta geografía no estamos dispuestos a encararlos. Antonio de Oliveira Salazar, ex dictador de Portugal, dio en la tecla. Sostuvo que Argentina es una pena. La sentencia tenía asidero en su argumento: “Los argentinos quieren estar mejor, pero no ser mejores”. Ninguna sutileza, la fotografía era y es perfecta.

“Todos los hombres desean la paz pero muy pocos desean las circunstancias que crean la paz.” La misma fórmula es aplicable a la libertad.

Para muestra, dicen, basta un botón. Redondeemos pues el tema: cuando se incautaron los ahorros de los ciudadanos, la reacción fue inmediata, las cacerolas salieron de las alacenas y el grito mancomunado convirtió al rebaño en jauría. Algunos sostienen que la espontaneidad no fue tal. Suponiendo que hubo un “estímulo”, este no se ausentó. Ayer se nos privaba de billetes y monedas, hoy se coarta la libertad. Sin embargo, en el “ahora” no parecen alborotarse las ovejas. A lo sumo algunos grupos se inquietan…

Un país cuyos habitantes priorizan el metal a la libertad no puede soñar con grandeza ni aspirar hallar entre sus pares, alternativas dignas y concretas para salir de donde está. De modo tal que la situación de la Argentina se justifica por sí misma. Lo extraño sería hallarnos en un territorio con real concepción de progreso y desarrollo.

Un ejercicio simple, aunque ilustrativo: si el Gobierno, en lugar de anunciar la caducidad de un prestador de servicios de Internet –por intereses espurios y afán revanchista contra un determinado grupo–, hubiera anunciado que el mismo pasaría a ser gratuito, la indignación –de poder medirla–, descendería de manera inaudita.

El concepto de “gratuidad” ha sido ultrajado, y el costo que se paga por ello es cada vez más caro. El Estado nunca ha hecho regalos. Hay un morboso afán por creer en las palabras más que en lo que aquellas están expresando y en obsesionarse con determinados “casos” como si fuesen sucesos aislados cuando, en rigor, son consecuencia de lo que ya se ha experimentado. ¿Es nuevo acaso el embate de Kirchner contra Ernestina de Noble, Clarín y Héctor Magnetto? ¿Abandonaría la batalla un hombre con las características harto conocidas del ex mandatario? No lo ha hecho ni cuando las urnas se opusieron a sus métodos de mando.

Ahora bien, ¿es realmente Fibertel el problema? No en su totalidad. La verdadera preocupación del matrimonio presidencial es imponer su “fuerza” cuando están a punto de caducar las facultades delegadas: un sinfín de leyes que transfirieron decisiones de los legisladores a la Presidenta y su Jefe de Gabinete. Ante la debilidad, era menester retomar las riendas y fijar la agenda. Un mensaje para la dirigencia apenas.

Amén del enemigo íntimo de los K, los usuarios caen en la volteada, rehenes del sistema. Para la mayoría, la angustia no pasa porque la democracia muestra abiertas sus yagas, ni por la censura explícita. La preocupación radica en los engorrosos trámites que deberán realizar para cambiar de prestador si el “capricho” estatal finalmente se implementa. Pensemos, sin autoengaño, cuáles han sido las dudas que expresaron quienes nos rodeaban cuando se dio a conocer el comunicado.

“Soy usuario de Fibertel, me vuelvo loco si me lo sacan”, esgrimió ni más ni menos que Pino Solanas, aspirante al Sillón de Rivadavia…

La liviandad de la sociedad se plasma y refleja enseguida en su modo de encarar lo que sucede y darlo por sentado, en lugar de rebelarse ante el despojo de sus libertades. Pretender la defensa de derechos a través de Twitter o Facebook es casi una utopía en un país donde la pobreza alcanza cifras importantes. Los microclimas se retroalimentan en una burbuja que se desinfla con la velocidad de una interpretación no compartida. Véase si no lo acontecido con la polémica del “matrimonio” entre personas del mismo sexo: liberales vs. “liberales”, “progresistas” vs. progresistas; nada en limpio más que internas en cada grupo por conservar la etiqueta o el título.

Tanto la victimización a través de la queja como la incomprensión autoproclamada son recursos que paralizan y evitan que los cambios sucedan. No conllevan acción, sino resignación.

Pascal Bruckner dijo que “existe un derecho imprescriptible a la resistencia para cualquier minoría o mayoría amenazada. Cuando no hay otra forma de volverse humano que sublevarse, siempre se tiene razón haciéndolo”. Sin embargo, lo razonable nos ha dejado de lado. Desde luego habrá confrontación entre quienes se sienten cercenados y quienes no, pero esa dualidad sólo puede ser superada mediante una democracia cierta y el Estado de Derecho: únicos sistemas políticos capaces de contener, a través de la seguridad jurídica y el respeto, el conflicto.

Desde luego que el escenario político no empieza y termina en esta “nueva” embestida. Hay demasiado para tapar con ella, y un análisis completo excede a estas líneas. ¿O es Néstor Kirchner capaz de generar un boomerang sin darse cuenta de las consecuencias?

La gravedad de los últimos acontecimientos, más la puesta en escena de “La Verdad”, próxima revelación de Cristina, que tendrá a Papel Prensa de protagonista (las entradas están de oferta), esconde mucho más que un resentimiento personal. Decir hoy en día que los Kirchner “van por todo” es plagiarme a mí misma. Lo he venido escribiendo desde hace siete años en este y en diferentes medios. Y habrá que esperar la foto del martes para advertir si la dirigencia empresaria también está tan debilitada.

Cuando se produjo el desguace de las Fuerzas Armadas, el objetivo era congraciarse con ciertos sectores que convalidaran un poder político hasta entonces tibio. La afrenta al clero sirvió para demostrar que se había logrado aquello. El saqueo a las AFJP permitió asirse de fondos para una “caja” que sería eufemismo de gobierno. La conversión del Poder Legislativo en escribanía, y ahora en “comercio”, intenta corroborar otra vez, que la iniciativa sigue en manos de ellos. De última, tienen los DNU y el poder de veto.

En síntesis, detrás de cada atropello siempre hubo una motivación superior. No se ha dado puntada sin hilo. Esta no es la excepción. Por más benévolas que se muestren las encuestas, a un año de la elección, en Olivos no andan con sutilezas: desde el clientelismo hasta la extorsión todo vale (como siempre valió). Tan sólo se redoblan apuestas y se mueven más velozmente las piezas.

Así es, por ejemplo, como Hugo Moyano bloquea Techint, cuyos directivos acudieron a la “última cena” (la del CEO de Clarín), y Guillermo Moreno patotea y aprieta con mayor impaciencia. Parece que las hojas del almanaque caen con prisa excesiva en Balcarce 50.

El fin, que no justifica los medios salvo en la “lógica” kirchnerista, permite que la maquinaria oficial ponga primera y embista, corriendo incluso el riesgo de terminar chocando con la más insignificante de las piedras.

Mientras esto sucede, la mentada “oposición” sólo atina a unirse e indignarse en conferencias de prensa. Los empresarios están en alerta. Un tango reza: “porque en el miedo estamos unidos, codo con codo”. Y guste o no, Kirchner tiene en su haber un sinfín de victorias pírricas.

De todos modos, y aunque el “cuándo” es el enigma que no se descifra, no debe olvidarse que, antes o después, sobre las espaldas de Pirro, la anciana arroja la teja.

Hasta tanto se produzca esa caída, la oratoria repentina de un ministro podrá silenciar las balas de la delincuencia que de la noche a la mañana dejan de ser tema, y habrá circo desde el Congreso hasta la Corte Suprema. Ni uno ni la otra, sin embargo, tienen la respuesta para modificar esencialmente el problema que va mucho más allá del ataque a una empresa y del negociado con otras como recompensa.

¿O creen que todo se solucionará si Fibertel continúa dándonos señal? No hay espacio ya para tamaña ingenuidad. Lamentablemente, en esta historia, Fibertel es apenas otra anécdota. © www.economiaparatodos.com.ar

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