Fidelidad irracional a sí misma
La Presidente debería dedicar algunos minutos de su tiempo a la reflexión. No solamente a ‘rumiar’ sus habituales obsesiones, que de tan repetidas parecen haberse convertido en una tortura para ella misma
Primera observación: su reiterada tendencia a lanzar exabruptos que no guardan relación alguna con las circunstancias que apadrina. Ejemplo: decirle a los regresados futbolistas de la Copa Mundial al agasajarlos que no vio ningún partido, ‘ni siquiera la final’ (sic), pero ‘sintió’ que debían haber sido campeones.
Segunda: su manía de efectuar ‘recomendaciones profesionales’ a quien se le cuadre. Ejemplo: mandar al jugador Higuaín a sacarse una resonancia magnética por las eventuales secuelas del golpe recibido en un choque con el arquero alemán Neuer, en un partido que ella manifiesta no haber visto. Agregando ‘yo sé lo que te digo, a mí me ha pasado’ (no se sabe si jugando al fútbol o tropezando con alguna pared de sus aposentos al tener lugar una de sus habituales lipotimias).
Tercera: asegurar durante la reciente visita diplomática del señor Putin, que éste ‘representa nuestros mismos valores’ (sic). Dicho a quien ha sido señalado una y mil veces por las infracciones a los derechos humanos en su país. ¿O fascinada acaso porque esos valores están representados por haberse mantenido en el poder durante 15 años y estar preparado –como ha dicho-, para permanecer en él hasta 2024?
Podríamos seguir con la lista de sus habituales incongruencias, pero las mismas son tan abundantes y reiteradas que excederían estas breves reflexiones.
El filósofo francés René Descartes, en su Discurso del Método (un sistema para ordenar el pensamiento), sostenía que “cuando la voluntad ASIENTE a la evidencia racional, tenemos juicios verdaderos; cuando CONSIENTE en una inclinación racional, tenemos actos buenos”. En nuestra Presidente, por el contrario, existe un imperativo de ser fiel a sí misma “irracionalmente”. No es capaz de tener actos buenos ni consentir racionalidad alguna, y mantiene en sus alocuciones una incorrecta interpretación de los acontecimientos que la rodean, trasladando a ellas los enigmas de su complejo yo interior, que queda así al desnudo.
Por otra parte, no se decide cuando “anda sola y en las tinieblas a caminar tan lentamente y usar de tanta introspección en todas las cosas para que, aunque avanzase muy poco, por lo menos se preservara de caer”.
Si dudase alguna vez antes de hablar tan seguido y “a borbotones”, esto le permitiría afirmar su seguridad intelectual (de la cual parece envanecerse), permitiéndole comprender mejor lo que constituyen las “evidencias” de las que nunca debe apartarse un individuo en este mundo, so pena de invalidar la calidad de sus objetivos personales.
Falta un año y medio para las próximas elecciones, pero Cristina no se permite a sí misma ninguna tregua. Solo afirmarse en el piso con sus estilizados “Loboutin” caprichosamente, tratando de esquivar su ignorancia para resolver cualquier cuestión de la vida “como le salga”.
Descartes diría de ella, humorísticamente, que “el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, PUES CADA UNO PIENSA ESTAR TAN BIEN PROVISTO DE ÉL, QUE AÚN AQUELLOS QUE SON MÁS DIFÍCILES DE CONTENTAR EN TODO LO DEMÁS, NO ACOSTUMBRAN A DESEAR MÁS DEL QUE TIENEN”.
Hay quienes comienzan a preocuparse por el aumento desproporcionado de dislates que provienen de una cabeza que no demuestra tener la aptitud ni el equilibrio necesario para recorrer airosamente el camino que le resta.
“No es posible ni racional derribar TODAS las casas de una ciudad”, sostiene Descartes, “con el único fin de reconstruirlas de otra manera para hacer más bellas las calles; a ejemplo de lo cual me persuadí de que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado cambiándolo todo en él desde los fundamentos, para volverlo a edificar”.
A esa loca tarea se dedica todos los días Cristina, empujando a los funcionarios de su gobierno a entablar un diálogo con su propia sombra. Una sombra que les dice que no hay inflación, ni gente durmiendo en la calle, ni acreedores agolpados ante las oficinas de Griesa para cobrar lo que se les debe.
¿Resistirá este estado de situación hasta el 2015?
Quizá tengamos una pista en los próximos días si patea finalmente el tablero -con la ayuda de su fiel “Sancho Panza” Kicillof- y deja que se venzan los plazos que nos pongan nuevamente en situación de “default”.
Parodiando al dramaturgo español de Alcalá de Henares, solo atinamos a decir mientras tanto: “cosas vederes Sancho…”