Fracaso de la ignorancia con poder
Las políticas de precios basadas en órdenes agresivas, congelamientos o precios máximos, terminan siendo verdaderas salvajadas que sólo sirven para desestructurar el orden económico
A los argentinos, hoy nos carcome una temible duda histórica sobre el futuro de nuestro país. Tenemos gran incertidumbre acerca de si los futuros legisladores y los eventuales gobernantes que sucedan a este deplorable elenco, sabrán hacer bien las cosas o seguiremos improvisando chapuzas sobre chapucerías.
En pocas palabras, nos espanta la idea de que la impericia de otros signos políticos suceda a la arrogante torpeza que hoy ocupa el poder. Y ésta es una cuestión trascendental porque se trata de nuestra vida misma, como pueblo y como individuos.
La vida no es otra cosa más que la proyección de una esperanza. Un vehemente deseo del futuro que aún no es. Una acción humana que se ejecuta hacia delante no hacia el presente. Mucho menos hacia un pasado, como el nuestro, cargado de violencias, resentimientos y revanchas.
INTERDEPENDENCIA DE PRECIOS
Aunque parezca teórico, los asuntos que los postulantes a ocupar cargos políticos electorales debieran conocer al dedillo, son dos: a) el tema de la inflación monetaria que carcome el valor de nuestra moneda y b) el tema de la interdependencia de precios relativos. Ambos están claramente vinculados entre sí y relacionados con el inevitable correlato del control de precios.
Porque los precios de todo lo que compramos o vendemos diariamente, están referidos en múltiples formas, que sólo pueden ser entendidas si comprendemos cómo opera el cuadro total de la actividad económica cotidiana, muy lejos del “vamos por todo” que sólo perdura por nuestra cobardía y la arrogancia autocrática de quienes nos gobiernan.
Por una parte, existe una relación vertical entre los precios de los bienes terminados y el costo de los factores utilizados para producirlos. El precio de una zapatilla deportiva -por ejemplo- está íntimamente relacionado con los factores de producción: 1º el costo de la espuma eva, el pvc y la goma-suela; 2º con los salarios dela Uticra (Trabajadores del calzado), 3º con el precio de la maquinaria de inyección para suelas y las prensas hidráulicas que forman la zapatilla y 4º con el costo de impuestos y cargas sociales.
Por otro lado, también hay una relación horizontal entre los precios de productos del mismo orden. El precio de la zapatilla -por ejemplo- está vinculado con el precio de los zapatos de cuero y las sandalias, suecos, botas o borceguíes. En estos casos se dice que hay una conexión entre precios de oferta y demanda, según que los productos tengan: a) demanda rival como el té versus el café, b) demanda conjunta como el café con el azúcar, c) oferta complementaria como la carne vacuna con los cueros y d) oferta competitiva como la soja frente al trigo.
Finalmente, surge otra relación temporal, invisible pero de contundentes efectos prácticos. Se trata de la interdependencia de precios que se produce por el intercambio de bienes presentes y de bienes futuros, que hoy no existen. Esta vinculación no viene dada por la naturaleza, sino que es una relación estrictamente financiera. En virtud de ella, se produce el equilibrio temporal cuando el valor de un bien de producción, como una máquina electrónica, es exactamente igual a la sumatoria de todos los bienes esperados que esa máquina puede producir, descontados a la tasa de interés natural. Si este equilibrio financiero se perturba tanto por la inflación como por el control de precios, entonces se desencadenarán fuerzas que llevan a la escasez del producto, el desabastecimiento, el racionamiento y finalmente su desaparición del mercado, tal como sucede hoy en Venezuela con la leche en polvo y el papel higiénico. Así como prontamente comenzará a sucedernos a nosotros.
EL PENSAMIENTO RETRÓGRADO.
Estas relaciones vertical, horizontal y temporal, provocan efectos indeseados y contradictorios cuando se pretenden congelar precios en medio del diluvio monetario que provoca la inflación. Es lo que hace fracasar permanentemente los descabellados intentos del sr. Guillermo Moreno con sus 500 productos congelados y la clausura de supermercados que no los pueden vender porque no se fabrican.
En cualquier tipo de economía: conservadora, neoliberal, autocrática, neosocialista o ladriprogresista, los precios están conectados directa o indirectamente entre sí y esta correlación se transmite por todos ellos, como por una red de fibra óptica, abarcando a la totalidad de la economía.
Una mente primitiva, tosca y rudimentaria como la de nuestros funcionarios, carece de capacidad intelectual para descubrir la causa de estos fenómenos cotidianos. No pueden entender que estas correlaciones espontáneas se produzcan inexorablemente en la vida real y echen por tierra sus caprichos, pese a las amenazas, gritos, insultos y malos modales.
Por eso apelan a teorías de conspiraciones, de maniobras destituyentes, de maquinaciones agiotistas, de especulaciones apátridas o de complots corporativos. Pero nunca alcanzan a entender cómo funcionan en realidad los mecanismos que ellos mismos se han encargado de descomponer con sus torpezas, embustes y chapuzas. El resultado de esta ignorancia en el seno del “poder político” no es otro que desorganizar la economía, fomentar el desorden civil, gestionar la improvisación permanente y provocar el caos social.
Como ha mostrado claramente Rogelio Pontón, en una economía emergente como Argentina, existen alrededor de 25 millones de artículos distintos que generan diariamente 312,5 billones de combinaciones de precios relativos. En otras economías más avanzadas como EE.UU o Japón, donde se utilizan 100 millones de productos diferentes, se originan 4.999,8 trillones de combinaciones de precios relativos.
No existe ni podrá existir nunca una planilla Excel ni computadora alguna que puedan calcular y concertar tamaño “tsunami de datos”. Por eso, tanto el actual gobierno, como los políticos que están al acecho en las próximas elecciones debieran comprender, por el bien de todos y el de ellos mismos, que las políticas de precios basadas en órdenes agresivas, congelamientos o precios máximos, terminan siendo verdaderas salvajadas que sólo sirven para desestructurar el orden económico y rebajar la economía argentina a un nivel propio de la época de las cavernas.