Game over: la inflación le da un cachetazo al congelamiento de precios y marca el fracaso del Plan Moreno
En junio la tasa volvió a niveles previos al plan freezer y amenaza con neutralizar el efecto «subas salariales más aguinaldo» con el que el Gobierno quería apuntalar el consumo. Además, supone una revancha para analistas a los que el funcionario había cuestionado y que ahora lo llevó a juicio
Fue lindo mientras duró, pero la módica magia de Guillermo Moreno llegó a su fin.
Luego de cuatro meses de relativo «éxito» en su plan para estabilizar los precios -sobre la base de los congelamientos- el índice de junio volvió a mostrar un «regreso a la normalidad».
El registro del 1,93% que midió la «inflación del Congreso» -tal como se denomina al promedio de índices de consultoras privadas que calculan y publican los diputados de la oposición- supone un duro «cachetazo» al intento del funcionario de mantener a raya la inflación.
Si el ritmo de aumentos de precios actual se mantuviera como en junio, se llegaría a un índice anual superior al 25%, todo un salto respecto del nivel del 20% con el que se venía ilusionando la administración K.
La difusión de este dato tiene una fuerte connotación política, que excede la mera cuestión de los precios.
Primero, porque pone en serio cuestionamiento la estrategia kirchnerista de promover un boom de consumo que mejore el ánimo social en plena campaña para las elecciones legislativas.
Y, segundo, porque tiene un fuerte «gustito a revancha» contra el secretario Moreno. Es que luego de que las consultoras fueron exoneradas por la justicia de pagar multas por elaborar índices propios, el controvertido secretario debió presentarse ante los tribunales de Comodoro Py para responder en la causa que le inició Jorge Todesca, por abuso de autoridad.
Y, en coincidencia con ese momento, el índice del Congreso demuestra lo que la mayoría de los economistas venía sosteniendo desde hacía tiempo: que los controles de precios estaban destinados a tener un efecto parcial y, además, a ser de corta duración.
En ese contexto revanchista, los diputados que presentan su propio índice se despacharon a gusto contra el controvertido funcionario y su plan de control.
«Moreno es la caracterización de la economía argentina, es de una ineficiencia brutal», lanzó el radical Ricardo Gil Lavedra. Sostuvo además que «todas sus cruzadas patoteras han estado signadas por el fracaso», citando también el caso del «pan a diez pesos que se vende hasta las 10 de la mañana».
Por su parte, Eduardo Amadeo, del peronismo disidente, afirmó que este salto inflacionario demuestra que «es mentira que se intente proteger la mesa de los argentinos».
«Detrás de esta cifra hay menos empleo, más desorden, más problemas fiscales, aumento de la medicina prepaga y hasta la falta de harina para el pan», sostuvo.
En el mismo sentido, Pablo Tonelli, del PRO, señaló que la pretensión del secretario de Comercio Interior de aplicar la Ley de Abastecimiento al trigo «es el índice más certero de que estamos frente a un gobierno autoritario».
En tanto, Patricia Bullrich, de Unión por Todos, aprovechó la ocasión para referirse a la situación judicial del más controvertido funcionario del Gobierno: «Lo único que hizo Moreno fue burlarse de la Justicia», manifestó, en alusión a la frase «voten bien en octubre» que pronunció el secretario a la salida de su declaración en Comodoro Py.
Un «mini éxito»
El congelamiento de precios apareció el verano pasado como un reconocimiento tácito de que, aunque no lo admitiera públicamente, el Gobierno estaba alarmado por el imparable camino ascendente de los precios.
En enero, el índice del Congreso había registrado un elevado 2,6%, que proyectado a 12 meses daba un preocupante 36% anual.
Claro que el camino elegido por el Gobierno para atacar el problema distaba del que proponían los economistas independientes, que hacían foco en controlar la emisión monetaria y en reducir el déficit fiscal.
Moreno, en cambio, desempolvó una antigua herramienta: el congelamiento de precios, gracias a un «acuerdo voluntario» con las cadenas de supermercados.
Los pronósticos de analistas inmediatamente tomaron un tono escéptico, al recordar los finales poco felices de las experiencias de control en los años ’70 y ’80. Especialmente, el congelamiento que derivó en el «Rodrigazo» de 1975 y la crisis de hiperinflación de 1989 tras el fracaso del Plan Austral.
En ese sentido, los considerandos de la oposición respecto de esta iniciativa oficial hacían referencia a otro parche más dentro de una política económica sin rumbo.
Sin embargo, el efecto inmediato del plan Moreno fue el de una reducción del índice inflacionario mensual a casi la mitad.
Es así que la política de congelamiento fue moldeándose con el paso de los meses y buscaba una serie de objetivos políticos, a saber:
1. Mostrar «sensación de estabilidad». Una vez más, los funcionarios sintieron el «éxito de corto plazo», ya que la suba de precios de febrero, marzo y abril promedió la mitad de la de enero. El acuerdo con supermercados -junto con la idea de «freezar» los combustibles- apuntó a «anestesiar los precios» al menos por unos meses.
2. Generar un shock de demanda. La idea era aprovechar las mejoras salariales para revertir el escenario «precios nuevos con sueldos viejos», que estaba dejando números demasiado fríos en el consumo.
3. «Invitar» a empresas a producir más sin aumentar. La idea era atacar la tasa de ganancia, incitando a que los empresarios respondan a esos incrementos remunerativos -y al congelamiento- con repuntes en los niveles de fabricación. Para asegurarse de eso, la Presidenta incluso llegó a amenazar en ese entonces con abrir las importaciones.
¿Es mejor que fracase ahora?
En abril, al cumplirse los 90 días del congelamiento, la inflación de 12 meses había bajado a 23,6%, y prometía acercarse al nivel del 20%, en la medida en que se mantuviera el ritmo de 1,5% por mes.
Para el Gobierno, no dejaba de ser un logro, si se considera que a comienzos de año los economistas pronosticaban un aumento cercano al 30 por ciento.
Y para los que creían que era cuestión de tiempo para que el congelamiento fracasara, la inflación de mayo volvió a darle aire al secretario, ya que había registrado una suba del 1,7%, en la trastienda del inicio de la «fase dos» de este plan.
En ese sentido, se anunciaba el nuevo congelamiento, circunscripto a 500 productos y la instauración de una suerte de «policía militante», compuesta por seguidores de La Cámpora que se iban a encargar de requisar que se cumplieran los acuerdos.
Pero ese relativo éxito nunca llegó a entusiasmar a los economistas, que continuaban mostrándose escépticos respecto a la suerte de la segunda parte de esta película.
«A partir de junio se modificará al alza esta tendencia, ya que empezará a notarse el efecto de las paritarias y del aguinaldo, que van a generar una mayor demanda, que empujará hacia arriba la inflación», adelantaba a iProfesional Fausto Spotorno, director de research de Orlando Ferreres & Asociados, a principios de junio.
En esa misma línea argumental se ubicaba Marcelo Capello, economista de IERAL, que señalaba que «es probable que exista algún repunte en los precios en los próximos meses por las mejoras salariales y el alza de algunas materias primas -que se reflejará en alimentos de la canasta básica-, a lo que se sumará el efecto de una previsible emisión para el aguinaldo de junio».
Gastón Rossi, de LCG -la consultora de Martin Lousteau-, no ocultaba su pesimismo: «Cuando se terminen los congelamientos volveremos a un crecimiento inflacionario del 2% mensual, tal como habíamos tenido hasta enero».
La razón que argumentaba era que este tipo de medidas sólo consiguen «anestesiar» el dolor sin atacar la enfermedad. Es decir, le dan más fuerza a la futura espiral inflacionaria que históricamente viene luego de que se rompe el «muro de los congelamientos».
Y esto lo ilustró de manera muy elocuente el economista Carlos Melconian, quien declaró, sin ironías de por medio, que lo mejor que le podía ocurrir al país era el fracaso del congelamiento para lograr la contención de los precios.
Su argumento es que, cuanto más efectivos son estos planes en el corto plazo, más dolorosa resulta la corrección posterior, cuando desaparece el factor de «represión» de los precios.
«Es como una dieta que consiste en que no vas a comer 60 días y que en el día 61 comes todo, y más que antes», ejemplifica el economista.
«Es mejor que el congelamiento haya fracasado, ya que por lo menos el aumento de precios sigue en la ruta en la que estaba y no estamos en una estampida futura».
En el peor momento
Mientras Moreno intenta nuevos parches a través de medidas, como las clausuras de supermercados y los acuerdos para topear el precio del pan, empieza a quedar claro que la etapa de combatir la inflación con los viejos métodos ya da señales de agotamiento.
Seguramente en las próximas semanas ya no resultará tan fácil sostener, como lo hizo recientemente el ex viceministro Roberto Feletti, que «la estrategia de Guillermo fue brillante», al combatir la inflación por la vía de «la apropiación de la tasa de ganancia».
Más bien, todo indica que se podría radicalizar el discurso oficial en el sentido de apuntar a los empresarios como responsables por las remarcaciones.
El «timing» no podría ser peor para el Ejecutivo. Una aceleración de la inflación amenaza con neutralizar el efecto «paritarias + aguinaldo» con el cual se aspiraba a apuntalar el alicaído consumo.
Y, por cierto, sólo puede implicar malas noticias desde el punto de vista electoral. Cualquier opositor perspicaz sabrá sacar provecho de los consejos oficialistas para hacer pan casero o sustituir el consumo de tomate.
Fuente: www.iprofesional.com