miércoles 15 de octubre de 2014
Ganancias y salarios
Cuando sostuve que el salario del obrero/empleado surge siempre de la ganancia del empleador y no a la inversa como arguyen los marxistas, alguien intentó «refutarme» vanamente con este palabrerío sin sentido que transcribo a continuación:
1. «El costo de todo producto lleva un importe consistente en los materiales y en el trabajo humano que transforma esos materiales para dar el producto terminado, y sobre ese importe el empresario calcula su margen de utilidad.
2. Sino el empresario debería calcularlo solo sobre el importe de los materiales, mas lo que abona para la transformación, lo que a todas luces no es como se hacen los precios de los productos que llegan al consumidor.»
Vamos a tratar pacientemente de descifrar este verdadero trabalenguas sinsentido.
Advertimos de inmediato que el párrafo 2, auto-refuta el primer párrafo.
Si suponemos que el párrafo 2 es la conclusión de este supuesto «razonamiento» (en realidad, un verdadero galimatías de nuestro pretendido «objetante»), dicha «conclusión» es correcta: «no es como se hacen los precios de los productos que llegan al consumidor» «calcularlo solo sobre el importe de los materiales, mas lo que abona para la transformación». Exacto. Así no «se hacen» los precios. Por el contrario, los precios surgen de la libre oferta y demanda, y no de -simplemente- sumar costos.
El párrafo 1 dice lo mismo que el segundo, lo que «diferencia» ambos párrafos es que la misma formulación que se hace en ambos es afirmada en el primero y negada en el segundo. Es decir, ambos párrafos se auto-contradicen mutuamente. Pero, más allá de esta flagrante violación al principio de no-contradicción, la certeza reside en el último párrafo, que niega al primero, en el sentido apuntado. Mejorando la enredada terminología utilizada por quien quiso vanamente «refutarnos», digamos que es correcto que los costos no determinan los precios. Sino que es al revés: los precios determinan los costos.
Lo que le faltó decir a esta persona, luego de 2, es que sumar costos no es como se forman los precios, sino que los precios surgen de lo que el consumidor demanda y lo que productor oferta. Nuevamente: del libre juego de la oferta y la demanda.
Ahora bien, resulta claro que nada de lo que se dice ni en el punto 1 ni en el 2, desvirtúa nuestra aseveración respecto a que el salario es simplemente una parte de la ganancia del empleador y no a la inversa como dogmatizan los marxistas y filo-marxistas.
Tampoco ni 1 ni 2 «refutan» en absoluto que esa ganancia del empleador capitalista es realmente fijada por el consumidor, quien -en un mercado libre, es decir de libre competencia- es el juez de última instancia, que decide la cuantía de lo que, tanto el obrero/empleado como el capitalista mismo van -en definitiva- a ganar.
Destacamos que esto último sólo será cierto en las condiciones que hemos señalado: un mercado libre, de libre competencia, lo que es lo mismo a decir un mercado capitalista. Todas estas expresiones, en rigor, son redundantes, ya que todas ellas -en última instancia- están expresando la misma idea. Advertimos esto, porque será inútil buscar «ejemplos» de este último tipo en las actuales sociedades estatistas, mercantilistas o intervencionistas, es decir, anticapitalistas.
Reina tal grado de confusión y de ignorancia económica (incluso entre profesionales) que es frecuente que los «ejemplos» que se buscan para «refutar» mis dichos, son tomados todos de la realidad actual, vale decir, ejemplos extraídos no de sistemas capitalistas, sino de los vigentes en el mundo entero de hoy: estatistas, dirigistas, mercantilistas o intervencionistas. Esto último, invalida de plano todos los falsos «contraejemplos» con los cuales se pretende «objetar» otro sistema prácticamente inexistente en el mundo actual: el capitalista.
En virtud de esta ignorancia profunda que campea sobre temas económicos, quienes pretenden «rebatir» como sistema «existente» al capitalismo, no pueden llegar a darse cuenta que, con sus ejemplos, lo que en realidad están desmintiendo es al sistema que ellos dicen defender: lo llaman sistema «mixto», «intervencionista», «progresista», «populista» o «socialdemócrata» entre otros motes «elegantes» y «políticamente correctos». Estos últimos sistemas son los que están fallando, los que generan desempleo, explotación obrera y empleada, y no el capitalismo, capitalismo este último que cada vez mas brilla por su ausencia en el mundo entero (pese a los que algunos colegas optimistas desean que fuera).
En suma, mis pretendidos «impugnadores» dejan firme, con tales débiles falacias, el presupuesto de mi demostración principal (que -vale la pena aclarar- no es para nada mía en rigor, sino de los grandes maestros de la Escuela Austriaca de Economía, a quiénes mis «contradictores» -por supuesto- no conocen ni tienen la menor idea de quienes podrían ser), y que es que, el salario del obrero/empleado siempre es una parte de la ganancia del empresario/capitalista y no a la inversa.
En un lenguaje algo mas jurídico, sería lo mismo que decir que entre la ganancia capitalista y el salario obrero/empleado hay una relación de género a especie, en donde la ganancia es el género y el salario la especie, lo que es igual a decir que entre la ganancia y el salario existe la misma relación que entre lo principal y lo accesorio. El salario siempre accede a la ganancia, ergo, sin lo principal lo accesorio no podrá existir, de donde, sin ganancia capitalista no habrá nunca salario. Luego, atacar la ganancia capitalista -mediante impuestos «a las ganancias», «al capital», «a las utilidades», «a la renta», etc.- es atentar en forma indirecta contra el salario obrero, es decir contra el trabajador mismo por vía del ataque a su fuente de trabajo. Es esto último exactamente lo que está sucediendo en todas nuestras economías contemporáneas. Y es esta última, la exacta explicación del paro masivo, el desempleo crónico, los salarios miserables, la precarización laboral, y de todas aquellas quejas que con muy justa razón los trabajadores dirigen…pero al enemigo equivocado: al capitalismo. Cuando el enemigo real del obrero/empleado está en el estado-nación mismo y su legislación laboral, que atenta directamente con aquellos a quienes «dice» quiere «defender».
Fuente: Accion Humana