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domingo 3 de enero de 2016

Hasta siempre Charly

Hasta siempre Charly

En un medio en el que saber no es fashion, Charly tenía la vocación de enseñar

Tengo frente a mí la página en blanco para comenzar a escribir sobre la partida de mi hermano Juan Carlos (Charly de ahora en más).

Me resulta difícil condensar en una nota los 60 años de vida que compartí con mi hermano. Al morir, él tenía 62 años y yo 60. La escasa diferencia de edad hizo que como hermanos compartiéramos muchas cosas juntas. Desde los juegos de chicos, hasta ir al mismo colegio, estudiar ambos en la UCA (gracias al esfuerzo y cariño de nuestros padres), los dos estudiamos economía e hicimos varios trabajos profesionales juntos, además de compartir los inolvidables seminarios de los lunes en ESEADE, allá a fines de los 70 y principios de los 80, donde nos juntábamos varios economistas a debatir temas diferentes.

Charly estaba más dedicado a la actividad académica y yo a la coyuntura económica y a escribir y participar en los medios. Sin embargo puedo asegurar que a pesar de su bajo perfil mediático su muerte hizo que me llegaran infinidad de saludos. Hoy en día tenemos celulares, mensajes de texto, WhatsApp, Twitter, mensajes directos por Twitter, Facebook, mensajes directos por Facebook y, por supuesto, mails. De los 9 medios de comunicación que acabo de enumerar, por todos lados me llegaron mensajes de recuerdos y agradecimientos hacia Charly.

Claro, Charly dio clases en la UBA en Derecho cuyo titular era el querido amigo y destacado profesor Alberto Benegas Lynch (h), en ESEADE, en UCEMA, en la Universidad Francisco Marroquin en Guatemala, en la UCA de Rosario, en la UCA de Buenos Aires, en Tucumán, en Córdoba y paro aquí porque tengo miedo de aburrir al lector.

Tantos años dando clases hizo que infinidad de ex alumnos lo recordaran. Además, como para él dar clase era una pasión, terminaba haciéndose amigo de sus alumnos que con el tiempo lo consultaban en su oficina. Me consta por la cantidad de mensajes que me mandaron o leí historias en las redes sociales recordándolo como su profesor y amigo.

Además, académicamente escribió gran cantidad de artículos y ensayos. Recuerdo a vuelo de pájaro algunos como las causas de la Crisis de 1929, que tiene un enfoque muy innovador respecto a las verdaderas causas de la crisis y cómo se solucionó. También trabajó y escribió en si es posible aplicar las matemáticas en la economía, desarrolló mucho la historia del pensamiento económico, ensayos sobre las diferentes teorías del valor y sigue el listado. Últimamente se había volcado más a temas de economía empresarial.

Esto es solo parte de su actividad académica en apretada síntesis. Pero quiero concentrarme no tanto en sus amplios logros académicos sino en el Charly persona, el que tenía un sentido del humor irónico por momentos y naif en otras oportunidades. Pero además tenía la particularidad de ser muy torpe. Todos nos reíamos de sus torpezas y él era el primero en reírse de las cosas que le pasaban.

Solíamos veranear en Pinamar. Un día estábamos en el mar con sus hijos Nicolás, Iván y Alejandra y mis tres hijos (todos eran muy chicos). En eso Charly mira a su alrededor en el agua y dice: ¡uh! plata. Miren, hay plata en el agua. ¡Qué divertido! De golpe pone esa cara de pocker que solía poner cuando le pasaba algo y dice: es la plata que yo traía en el bolsillo del pantalón de baño. Sin inmutarse juntó la plata con la ayuda de sus hijos y los míos, se fue para la carpa de la playa y puso los billetes a secar al sol como si nada.

Los dos cursamos economía en la UCA. Salíamos temprano a la mañana a tomar el colectivo 17 en Recoleta. A las 7 de la mañana los porteros lavaban las veredas de los edificios. No había mañana que no pisara alguna baldosa floja y me salpicara el pantalón. Lo insultaba y con una sonrisa me decía: la baldosa a mí no me hizo nada. Es a vos al que le tiene bronca.

Charly fue un apasionado por la tecnología. Cuando hizo su doctorado con Hans Sennholz, que a su vez era discípulo de Ludwig von Mises, tenía que presentar su tesis doctoral en formato de Word justificado. Así que se compró una computadora gigante (hablo de 1982 o 1983 cuando tener una PC era de ultra avanzada) y desde entonces utilizó mucho la tecnología para dar clases. En 1999 comenzó con las clases en aulas virtuales y las siguió hasta el 31 de diciembre último cuando falleció.

Charly era un tipo que no aprobaba tan fácilmente a los alumnos en los exámenes. Yo diría que era muy estricto. Recuerdo que en varias oportunidades nos tocó formar mesa en el postgrado de ESEADE y los alumnos tenían que dar examen oral. Yo era el bueno y él era el malo tomando examen. La cuestión es que Charly hacía una pregunta y miraba con cara de nada al alumno mientras los escuchaba. Yo le decía, no podés ser tan hijo de p… de no darles un indicio de si van bien o no. Se reía y me decía: ellos saben si te están verseando. Sin embargo, todos los alumnos lo adoraban. Lo iban a ver antes de entrar a clase, muchos le pedían que fuera su tutor de tesis. Incluso, una personalidad argentina política a nivel mundial le pidió que fuera su tutor de tesis en la licenciatura, dónde también dio clases. La cuestión es que tenía ese don de no regalar nota y, al mismo tiempo, ser apreciado y con el tiempo sus alumnos terminaban siendo sus amigos. Podría dar infinidad de casos al respecto.

Lo buscaban a Charly para que fuera su tutor porque como profesor era sobresaliente. Sus ideas de la libertad como las mías, podrán o no ser compartidas, pero es innegable que Charly tenía una gran capacidad didáctica y además lograba esa amistad con los alumnos. Una combinación no tan sencilla de lograr. Ser amigo de los alumnos y, al mismo tiempo, respetado. Creo que eso se logra siendo respetado intelectualmente. Cuando alguien sabe, no tiene que demostrar nada. Se gana el respeto solo con sus conocimientos y su buena educación. Eso tenía Charly, además de ese sentido del humor con el que todos nos divertíamos.

Charly fue un lector casi compulsivo. Pero leía de todo. Economía, historia, biografías, física. Todo lo que pasara por sus manos lo leía, y no en vano tiene una amplia biblioteca que si uno mira, advierte que los libros no están nuevitos y con las hojas pegadas. Por el contrario, están bastante baqueteados. Claro, últimamente compraba infinidad de ebooks que fueron reemplazando libros de papel.

Su pasión por las ideas de la libertad comenzó desde muy joven. Él y Alejandro Chafuen, compañeros en la UCA en la carrera de economía, eran los chicos malos que salían con las ideas liberales en un momento en que el keynesianismo tenía mucha fuerza en los claustros universitarios argentinos. Estoy hablando de la década del 70.

Podría decir que Charly, junto con Alejandro Chafuen, Eduardo Marty, Ponciano Vivanco y yo, éramos casi toda la juventud liberal de los 70 que había en Argentina. Luego se fueron sumando entrañables amigos, algunos más jóvenes como Grabiel Zanotti, Alejandro Gómez, Gustavo Lazzari o no tan jóvenes como Martín Krausse, José María Ibarbia, la legión de Rosario como Willy Coverton y Walter Castro, y otros como Pablo Guido, Adrián Ravier, Wenceslao Gimenez Bonet y no sigo para no ser injusto por olvidarme de gente muy valiosa, injusticia que seguro estoy cometiendo y desde ya pido disculpas.

Claro que viene ahora la nueva camada de defensores de la libertad como Nicolás Cachanosky, Iván Cachanosky (ambos hijos de Charly y muy buenos economistas), Iván Carrino y tanta gente que se acercó gracias los grupos que iba conformando Charly. Insisto, pido disculpas por cometer la injusticia de olvidarme de gente valiosa, pero la realidad es que escribo estas líneas a vuelo de pluma y todavía bajo el shock de haber perdido a Charly.

Mi balance es que en lo profesional Charly logró hacer algo que amaba en la vida: ser un excelente profesor de economía. Obtuvo el respeto académico en Argentina y en el exterior. Pero su logro mayor fue el de ser alguien muy querido por sus colegas y sus alumnos.

En lo personal, formó una hermosa familia. Su mujer Beatriz, una madre ejemplar, sus hijos Nicolás, Iván y Alejandra construyeron con Charly una familia con valores.

¿Qué más puede pedirle uno a la vida que ser respetado profesionalmente, pero sobre todo querido por mucha gente y conformar una familia adorable?

Como hermano me siento orgulloso de esos logros, pero también te agradezco Charly esos momentos de alegría que compartimos juntos y en familia.

Charly, el momento de tu muerte te sorprendió en lo tuyo, trabajando en tus temas de economía. La pantalla de la computadora encendida y alguna frase de algún autor célebre que estabas destacando.

Ya te estoy extrañando, pero al mismo tiempo estoy feliz de ver el inmenso caudal de mensajes de recuerdos de cariño y admiración hacia tu persona.

No sé por qué te imagino en este momento, sentado con Mises y Hayek discutiendo algún tema sobre la libertad haciendo tus acotaciones graciosas y con fina ironía.

Charly, construiste una familia, fuiste muy querido por tus alumnos y colegas, y admirado como profesional.

¡Lo lograste, Charly! ¡Lo lograste!

En definitiva, y robándole a mi querido amigo Dardo Gasparré una frase que puso en Twitter, podríamos decir que en un medio en el que saber no es fashion, Charly tenía la vocación de enseñar y logró que lo no fashion se transformara en un tsunami de amigos y agradecimientos además del reconocimiento a su prestigio profesional.