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lunes 1 de julio de 2013

Hay que pensar en un futuro mejor…

Hay que pensar en un futuro mejor…

Dejamos de vivir en una democracia real ya que se obstaculiza entrar y salir del país, no podemos comprar dólares si no es en el mercado negro, dependemos de los controles de precios, se persigue a quienes no piensen como el gobierno y, en síntesis, el gobierno no respeta  las libertades individuales

A la acción directa de la gente oponiéndose a la reforma de la Constitución, se le sumó  la decisión de la Corte de declarar inconstitucionales los artículos que se dirigían a que los jueces fueran elegidos por el pueblo y,  ahora, la postulación del intendente de Tigre, ex  funcionario del Gobierno, Sergio Massa, a  diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.

Massa tiene la pretensión de llegar, en el 2015, a la presidencia de la República como, también, la tiene Mauricio Macri, Daniel Scioli,  De la Sota, entre otros.

El que elija la sociedad, en las urnas, tendrá la responsabilidad de arreglar la insostenible situación a la que estamos arribando por el intervencionismo del Gobierno que está asfixiando las formas de producción, los bancos, el crédito, y la circulación de bienes.

Como todavía faltan dos años, puede pasar mucha agua bajo el puente, pero  es buen augurio  ver  las encuestas  donde la mayoría no acepta una reelección de Cristina Kirchner.

Dejamos de vivir en una democracia real ya que se obstaculiza entrar y salir del país, no podemos comprar dólares si no es en el mercado negro, dependemos de los controles de precios, se persigue a quienes no piensen como el gobierno y, en síntesis, el gobierno no respeta  las libertades individuales.

No es raro que se desee un cambio: inseguridad, corrupción exorbitante, gasto público, el sector agro industrial, energético y de transportes, con problemas serios, desvalorización de la moneda, inflación y otros males agobian a la gente.

Las fuerzas políticas, después de las próximas elecciones deberán organizarse para rescatar la maltrecha República. El piso común debe ser la Constitución Nacional. Pero no basta con las proclamaciones.

Respetando el rumbo, que desde 1853 nos señala, alguno de los candidatos debería anunciar y luego afrontar la decisión de volver a una economía de mercado que permita quitarle funciones industriales y empresariales al Estado y terminar con la intervención del  Banco Central que está perturbando, peligrosamente, el sistema financiero.

Antes que la inflación destruya la economía nacional los argentinos necesitan  un líder que asuma una postura racional como la situación actual exige. Nadie que pretenda ver la realidad tal cual es, puede creer que el intervencionismo del gobierno en la economía, con medidas proteccionistas, control de precios, y riesgo de hiperinflación, pueda mejorar el destino de la Argentina.

La libertad y la propiedad tienen que ser estrellas fijas de las ideas y acciones del próximo gobierno.  Si se vuelven a dejar de lado, el Estado limitará, otra vez, nos encaminaremos hacia un gobierno autoritario.

Ya no valen, solamente, las buenas intenciones, hay que mostrar un programa definido de gobierno, que corrija los errores, atacando las causas y al perverso sistema  que se basa en aceptar sin crítica la voluntad del Poder Ejecutivo.

Se está delineando un polo socialdemócrata; resulta auspicioso que se vayan acercando  similares corrientes de opinión para que la gente pueda elegir entre diferentes alternativas. Pero, las ideas económicas que este grupo promueve, son las que llevaron al país a la decadencia económica.

No hay remedio si siguen creyendo  que el dirigismo estatal funciona si se hacen las cosas bien y el Estado es administrado por personas idóneas. Achacan, por ejemplo, el fracaso de Aerolineas o Enarsa,  solamente, a una mala gestión.

No se ha comprendido, aún, que es imposible que el Estado  sea buen administrador.  Un gobierno con déficit fiscal alto, no  puede darse el lujo de convertirse en empresario, darle diferente trato a sus empresas, subsidiarlas, otorgarles privilegios, y colmarlas de empleados y burócratas.

Las empresas privadas y las estatales- hasta que se privaticen– deben respetar las normatividad que impone el mercado. ¿Cuando se va a a mirar, con criterio, la historia económica del pasado? Es imprescindible dejar la música y el bombo para comenzar a aceptar la realidad y trabajar para mejorarla.

El Estado tiene que volver a ser controlado por la opinión pública, los partidos y el sector privado. Podrá definir un rumbo que permita preparar a los jóvenes, para ejercer satisfactoriamente los status-roles que necesita la sociedad, si se le aliviana el peso que el gobierno kirchnerista le viene insuflando.

Con políticas y actitudes que fomenten la inversión privada se podrá poner a la Argentina a la altura del mundo civilizado. Hay recursos suficientes para que nos miren con interés y entusiasmo, si quienes lleguen al gobierno fomentan la  iniciativa individual.

Marx describió, como nadie, aunque luego se equivoque en su análisis, como funciona el proceso espontáneo de globalización que trajo el sistema capitalista, el cual,  contrariamente a lo que creía Marx en su época, aún estaba en pañales:

“…En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y de las naciones se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como intelectual…”

Los ejemplos de substancial mejoramiento de calidad de vida que lograron con políticas que liberan los mercados, países, antes subdesarrollados, como eran Corea del Sur o China, entre otros, debieran ser observados por quienes siguen aferrados a las fracasadas políticas antiliberales.

Los sistemas institucionales también van reflejando el cambio a medida que comienza a respetarse la propiedad privada, la cual, es parte escencial de la promocion del progreso y,  defensa de las personas de las arbitrariedades de los gobiernos.

Por último una Justicia independiente tendrá que envolver al modelo para que la gente encuentre amparo a sus derechos frente a sus semejantes y sobre todo frente a los desmanes del Estado.