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martes 28 de junio de 2005

¡Hay que tener estómago!

La gran confusión de ideas que existe en la Argentina, sumada a la forma en que se han desvirtuado la historia y los hechos, no permiten que el país aprenda de sus errores y pueda encontrar el camino hacia un futuro mejor.

Posiblemente, una forma de aproximarse a alguna explicación de por qué la Argentina vive en una constante decadencia consista en reconocer la gran confusión que se vive respecto a las ideas pero, particularmente, la forma en que se ha desvirtuado la historia y los hechos. Si los pueblos tienen una visión distorsionada de la historia, difícilmente puedan ir aprendiendo de los errores del pasado. En consecuencia, quedan atrapados en un laberinto sin poder encontrar la salida definitiva hacia la prosperidad.

Tan desvirtuada está la historia que, por ejemplo, los peronistas suelen aparecer como las víctimas de la persecución política, siendo que Perón encarceló a sus opositores políticos y censuró a la prensa. Otra tergiversación de la historia es que todos los militares son asesinos y que los guerrilleros eran inofensivos jóvenes idealistas. Los radicales tampoco se quedan atrás en dar vuelta la historia. Por ejemplo, suelen aparecer como verdaderos demócratas, al punto tal que se suele argumentar que la era de los golpes de Estado comenzó en 1930 cuando lo voltearon a Yrigoyen.

En el excelente libro “De la República Posible a la República Verdadera (1880-1910)”, Natalio Botana y Ezequiel Gallo presentan una serie de documentos históricos realmente interesantes. Las citas que a continuación voy a hacer corresponden a este libro.

¿Qué decía el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de 1890? Decía lo siguiente: “El movimiento revolucionario de este día, no es obra de un partido político. Esencialmente popular e impersonal, no obedece ni responde a las ambiciones de círculo u hombre público alguno. No derrocamos el gobierno para separar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos porque no existe en la forma constitucional, lo derrocamos para devolverlo al pueblo a fin de que el pueblo lo reconstituya, destruyendo esta ominosa oligarquía de advenedizos que ha deshonrado ante propios y extraños las instituciones de la república” (parece escrito hoy). Y agregaba más adelante: “El ejército nacional comparte con el pueblo las glorias de este día; sus armas se alzan para garantir el ejercicio de las instituciones… La Constitución es la ley suprema de la Nación, es tanto como la bandera, y el soldado argentino que la dejara perecer sin prestarle su brazo, alegando la obediencia pasiva, no sería un ciudadano armado de un pueblo libre, sino el instrumento o el cómplice de un déspota. El manifiesto golpista terminaba afirmando que “el ejército no mancha su bandera ni su honor militar, ni su bravura, ni su fama, con un motín de cuartel. ¿Quiénes firmaban este manifiesto revolucionario para dar un golpe de estado? Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Mariano Demaría, Mariano Goyena y otros. ¿Queda alguna duda de que ya en 1890 el radicalismo golpeaba la puerta de los cuarteles?

Pero en 1905 el radicalismo volvió a insistir con los golpes de Estado. El Manifiesto Revolucionario de la Unión Cívica Radical de 1905, firmado por el mismo Hipólito Yrigoyen, afirmaba: “…ante la ineficacia comprobada de la labor cívica electoral porque la lucha es de la opinión contra los gobiernos rebeldes, alzados sobre las leyes, y los respetos públicos, y cuando no hay en la visión nacional ninguna esperanza de reacción espontánea, ni posibilidad de alcanzarla normalmente es sagrado deber del patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta armada a que han acudido casi todos los pueblos del mundo en el continuo batallar por la reparación de sus males y el respeto de sus derechos.

¿De qué se acusaba a la generación del 80 para ir a golpear las puertas de los cuarteles? De llevar a cabo prácticas corruptas e inmorales de la política. Nombrar empleados públicos para ganarse el favor de los votantes, financiar la política con los fondos provenientes del juego y de la prostitución, tener punteros que usaban la violencia, etcétera. Pregunto: ¿qué hay de diferente a estas acusaciones respecto a lo que se práctica hoy en día? Fondos reservados, ñoquis por doquier, bandas de desaforados que atacan los actos de la oposición política (¿hace falta que relate lo que le acaba de pasar a Ricardo López Murphy?), 2 millones de dólares diarios para el fondo de reparación histórica del conurbano bonaerense, ATN manejados a piaccere por ministros del Interior y, algunos sospechan, que la plata del juego y de la droga es un negocio muy ligado a la política, particularmente en la provincia de Buenos Aires.

¿Hay alguna diferencia entonces? Sí. Una sola. La generación del 80 por lo menos construyó un país y estos lo destrozan.

La Argentina vive bajo una brutal distorsión de la realidad. Legisladores que repudian la deuda pública con aplausos, siendo que fue el mismo Congreso el que, años tras año, aprobó proyectos de ley de presupuesto autorizando al Ejecutivo a endeudarse. Un gobierno que habla de desendeudarse y sigue emitiendo deuda a marcha acelerada (ver los datos de endeudamiento de corto plazo del Banco Central de la República Argentina). Un presidente que señala al terrorismo de Estado como el peor de los terrorismos y no vacila en tener muy buenas relaciones con Fidel Castro, uno de los personajes más siniestros de la historia contemporánea que ejerce el más brutal terrorismo de Estado. Es decir, utiliza el monopolio de la fuerza estatal para encarcelar, torturar y fusilar a los opositores. Es con este mismo Fidel Castro, que pisotea los más elementales derechos humanos utilizando el terrorismo de Estado, que el Dr. Kirchner quiere asociarse para lanzar una señal de televisión de noticias, junto con el otro déspota llamado Chávez. ¡Magnífico! Kirchner repudia el terrorismo de Estado pero su junta con quienes lo ejercen. También tenemos medios de comunicación que se la pasan denunciando negociados desde el púlpito y no paran de acordar con el gobierno de turno para que le solucionen sus problemas económicos, bandas de piqueteros que violan los derechos de terceros bajo la máscara de movimientos sociales y un presidente que ve el uso de la fuerza para extorsionar como un hermoso fluir de la sociedad.

Todo está dado vuelta en nuestra Argentina, y lo que el presidente ve como un hermoso fluir no es otra cosa que aguas putrefactas.

La verdad es que para sobrevivir todos los días en la Argentina actual hay que tener un estómago muy fuerte, porque tanta mentira y deliberada distorsión de los hechos y la historia dan mucho, pero mucho asco. Y, sobre todo, cuando todo esto, al decir de Kirchner, fluye diariamente ante nuestras narices. © www.economiaparatodos.com.ar




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