Honoris causa
El título honorífico con que encabezamos estas reflexiones, se ha concedido tradicionalmente a las personas destacadas, en el ámbito de sus investigaciones y por su autoridad en un campo del saber determinado
Se desarrolla esta nominación en las
universidades, y durante el acto se siguen una serie de ritos en los que se le pide al investido que continúe guardando los privilegios y el honor de la casa de estudios, prestándole en el futuro el concurso, apoyo y consejo inherentes a su especialidad.
La Presidente recibió esta semana el galardón concedido post mortem a Néstor Kirchner por parte del rector de la Universidad de La Plata Fernando Tauber (nadie sabrá nunca por qué contribución específica), y a continuación la Decana de la Facultad de Periodismo la joven “militante” kirchnerista Saintout (cuyo apellido parece una broma cruel del destino), le otorgó a Cristina el premio Rodolfo Walsh por su contribución a la libertad de expresión (menudo ataque de hipo colectivo habrá sufrido la SIP en ese momento).
Resulta difícil no encontrar este hecho como un símil de las célebres alabanzas fascistas de los años 40, ya que cuesta mucho esfuerzo descubrir qué méritos académicos tuvo en vida el ex Presidente y qué virtudes ha demostrado hasta hoy su esposa a favor de la libertad para expresarse.
Al hablar del derecho en general, dice Rudolf Von Ihering algo interesantísimo que podría aplicarse muy bien a este acto insólito: “La relativa pequeñez de los intereses, a cuyo alrededor gira la cuestión que versa sobre lo mío y lo tuyo; el carácter inevitablemente prosaico que le es inherente, encierra en apariencia la lucha exclusivamente en la región de los cálculos rígidos e interesados y de las vulgares consideraciones de la vida cotidiana”.
En el caso que analizamos, la pequeñez y los intereses de un gobierno siempre inclinado a la autoalabanza y al “chupamedismo”, hasta el punto de desvirtuar la solemnidad de cualquier incumbencia, transformando un acto que debiera estar rodeado de solemnidad y VERDADERA JUSTICIA en un pastiche más de quienes buscan glorificarse en cuanta ocasión propicia se les presenta.
Estos actos suelen contar con una alocución académica referente a la premiación y jamás son usados para hacer propaganda política.
¿Resultaba pertinente entonces que Cristina Fernández ejercitase en esta ocasión la defensa de un “stand up” humorístico que se emitió días atrás impropiamente por la cadena nacional de radiodifusión, como “agradecimiento” por el título honorífico, blandiendo al mismo tiempo el diploma por el aire como si se tratara de una bandera partidaria?
Por episodios de esta naturaleza es que venimos sosteniendo desde hace rato que será muy pesada y difícil de “levantar” la herencia de vulgaridad y ligereza que nos dejará el kirchnerismo después de diez años de concentración del poder político.
Para muestra, solo basta un botón.