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jueves 13 de diciembre de 2007

Inquietud mundial por el aumento de los alimentos

La suba del precio de los productos alimenticios es una tendencia que se observa no solo en la Argentina, sino también en muchos países. Varias razones estructurales explican el fenómeno.

Hace algunas semanas, la Federación Rusa –que tuvo sus elecciones parlamentarias hace algunos días– decidió establecer controles de precios sobre algunos alimentos básicos. Ocurre que, también allí, los precios de los alimentos están subiendo muy rápidamente. Solamente en septiembre, el precio del aceite creció un 13,5%; el de la manteca, un 9,4%; y el de la leche, un 7,2%. Por supuesto, esto inquietó sobremanera a los consumidores.

La idea del gobierno ruso es retrotraer los precios de los alimentos a los niveles que tenían el 15 de octubre. Y en el caso del pan, los quesos, la leche, los huevos, el aceite vegetal y las verduras, mantenerlos congelados hasta fines de año, por lo menos. Además, se estudia aumentar fuertemente el gravamen a las exportaciones de trigo, del 10% al 30%. Lo mismo sucede en Ucrania y en otros lares, desde que la preocupación es generalizada.

De esta manera, Rusia se une a algunos otros países que –frente al aumento generalizado de los precios de los alimentos– han adoptado medidas y controles similares, como es el caso en China, Egipto, Jordania, Bangladesh y Marruecos. Idéntico es el camino que transitamos –desde hace rato– en la Argentina.

Los años en que los alimentos eran abundantes y el mundo operaba con excedentes parecen haber quedado atrás. Por todas partes, los inventarios de pronto comenzaron a achicarse. Los precios de los alimentos, en contraposición, crecen. Los de la leche y el trigo están a niveles hasta ahora desconocidos. Los del maíz, la soja, el arroz y el café también han crecido en forma sostenida.

Hay algunas razones –aparentemente estructurales– que explican, quizás, lo que parece estar sucediendo. Ocurre que la demanda aumenta en función del ascenso del nivel de ingresos de los países de Asia, lo que se traduce en una mejora en el contenido proteico de las dietas. Además, los requerimientos de la producción de biocombustibles agregan presión, en dirección a la suba. Tan solo en los Estados Unidos, el 30% de la producción de maíz hoy se dedica a ello. Esto significa un aumento de precios que impacta a toda la cadena alimenticia que consume maíz. Tampoco podemos olvidar el fuerte incremento de los fletes, consecuencia de la constante suba del precio del crudo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sospecha que esta situación derivará, de modo inevitable, en el hecho de que en la próxima década los precios de los alimentos seguirán en aumento: se estima que las subas de estos commodities estará entre un 20% y un 50% sobre los niveles prevalecientes en la década pasada. Así, crecen las expectativas inflacionarias.

Para los exportadores de alimentos (como la Argentina, Brasil o Uruguay) esto es “música celestial”, que trae aparejada una extraordinaria bonanza. Viento a favor, entonces. Para los consumidores, todo lo contrario. Por esta razón se habla –en algunos países– de aumentar los inventarios de las reservas, lo que empuja también a los precios en dirección a la suba.

En la Unión Europea se han suspendido las normas que ordenaban dejar virgen el 10% de las superficies cultivables, para evitar la sobreproducción. El problema se ha invertido, obviamente.

Si tomamos en cuenta las estimaciones del Banco Mundial, que nos advierten que –para atender el crecimiento esperado de la demanda– la producción mundial de cereales deberá aumentar en las próximas tres décadas un 50% y la de la carne roja nada menos que un 85%, parece bastante difícil que la situación descripta se modifique en el corto plazo. Buenas noticias para nosotros, pese a que, por pensar en el consumo interno, estamos dejando pasar una oportunidad de oro para volver a ser lo que fuimos.

Tan es todo esto así, que el Banco Central Europeo acaba de anunciar que los precios de los productos del agro están, en esa región, en los niveles más altos de los dos últimos años, lo que alimenta “el sentimiento (la percepción generalizada) de que hay inflación”.

No es de extrañar que la inflación anual proyectada en la Unión Europea haya pasado del 2,6% en septiembre al 2,9% en octubre, el aumento mensual más pronunciado desde septiembre de 2005. Muchos estiman que la tendencia es que, para fines de año, llegue al 3%. Con una tasa de interés del 4% anual, todo ejerce presión hacia el alza del costo del dinero. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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