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jueves 26 de agosto de 2004

Jorge Ávila: “El problema es la Argentina, la solución es el mundo”

¿En cuánto incide la incertidumbre política en la coyuntura económica que, lentamente, está mostrando huellas de decaimiento? ¿Por qué el gobierno se esfuerza por mostrar índices positivos mientras los economistas hablan de una tendencia decreciente? El economista del CEMA, Jorge Ávila, analiza estos temas y da su opinión acerca de la forma en que el país podría volver a encontrar el rumbo hacia el desarrollo y el progreso.

– El gobierno está tratando de mostrar índices económicos positivos. ¿Usted los ve tan buenos y tan sostenibles?

– Yo tiendo a ver las cosas en perspectiva. Y en perspectiva estos índices no son sostenibles. Por lo tanto, el cuadro no es tan favorable u optimista como nos lo quieren pintar.
Lo que yo veo es, esencialmente, el producto de un rebote. La Argentina recaló en una especie de convertibilidad sui generis y forma no explicitada. Que empezó allá por mayo de 2002 y que se fue consolidando en el resto de ese año y fue bastante clara durante el 2003.
Esa suerte de convertibilidad proveyó al país de estabilidad, de gobernabilidad y creó la sensación de que nos alejábamos del abismo, de la hiperinflación y la anarquía. Por eso el capital que se iba, dejó de irse en la magnitud en la que se iba. Pero, de todas maneras, siguió yéndose, y ahora ha vuelto a irse, pero mucho menos que antes. En consecuencia, queda más plata girando en la economía y ésta es la demanda agregada que ha ido flotando y ha producido un rebote que tocó el techo en el primer trimestre de este año.
La caída en el ritmo de crecimiento de la economía –no la caída en el nivel de la economía– ha sido importante en ese lapso. Y este es un hecho que no ha sido debidamente subrayado por la prensa. La economía estaba creciendo a un ritmo del 11,5% a fines del año pasado, ha bajado a 11,2% en el primer trimestre de este año y en el segundo ha crecido sólo un 5%. Ahí pasó algo. Uno no puede decir que fue por la crisis energética. Hay algo más. Evidentemente, cambió el clima. Y a mi modo de ver, cambió a partir del acto en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), sobre todo. Después vino Blumberg ganando la calle y, luego, una sucesión de errores.
Cambió el clima y el capital que había empezado a venir, tímidamente, en el primer trimestre, empezó a irse y eso implica que la demanda agregada empezó a achicarse y eso se vio materializado en una dramática caída en la tasa de crecimiento. Por eso el ministro Lavagna, curándose en salud, anunció que debemos esperar una economía de crecimiento más débil hacia delante.

– Y valiéndose de esa perspectiva, ¿cómo cree que vamos?

– Yo creo que no vamos muy bien, sobre todo si miramos las novedades que hemos tenido últimamente, como la suspensión del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Eso es mala espina. Nunca fue bueno suspender un acuerdo con el Fondo. En el año ‘94, cuando Cavallo lo suspendió, a los tres meses caímos en el Tequila, hecho que, en alguna medida, fue producto de habernos mostrado más vulnerables.
Y el otro tema es el acuerdo con los acreedores privados de la deuda argentina que no parece estar recorriendo el mejor de los senderos.
Entonces, con todo esto, lo que yo veo es que el panorama de la inversión sigue siendo incierto. Y que la inversión esté estancada indica que vamos a vivir una lenta declinación de la tasa de crecimiento, incluso hasta agotarse. No estoy diciendo que vayamos a entrar en recesión, sino que se va a quedar ahí en una meseta. Esto, naturalmente, le va a crear dolores de cabeza al gobierno y le va a recortar los grados de libertad. Porque una cosa es que la economía crezca, aumente la recaudación y así sobre plata para dar subsidios y que la gente compre pesos vendiendo dólares, mientras que otra situación muy distinta es que la economía ya no arroje tanta recaudación impositiva, el gobierno empiece a contar los pesos, que la gente en vez de comprar pesos compre dólares y que las tasas de interés empiecen a subir. En esa coyuntura todo el mundo se pone más nervioso y es más difícil gobernar.

– La incertidumbre política que traen los hechos que usted bien señalaba –como lo de Blumberg, que se repite ahora, el episodio de la ESMA, el cortocircuito con Duhalde–, hace que se ahuyente a la inversión. Lo cual trae como consecuencia, incertidumbre también económica.

– Si no se sabe con qué reglas de juego se va a jugar dentro de seis meses, todo se paraliza. Y eso se nota en el mercado. En este escenario que no plantea que vayamos a poder conseguir una adhesión del 90% de los acreedores a nuestra propuesta, en el que se vislumbran grandes dificultades para ponerse de acuerdo con el FMI respecto al nivel de superávit fiscal de los años 2005-2006, que no perfila que estemos yendo a una renegociación franca y razonable de las tarifas y los contratos de los servicios públicos, que desprecia y obstruye la posibilidad de integrarse al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y en el que no se avanza en un nuevo modelo de coparticipación federal, yo no descartaría que entrando al año que viene la economía, en algún momento, se pare. No que entre en recesión, insisto, sino que simplemente, se estanque.

– Que la tasa de crecimiento sea del 2% o el 3%…

– Claro. Y que en algún trimestre pueda llegar a 0%. No descartaría esto.
Ahora, otro sería el escenario con un gobierno que toma la iniciativa, que se vuelve realista, responsable, que llega a un acuerdo razonable con una gran quita…

– La mayoría de los economistas hace mucho hincapié en el tema de la renegociación de la deuda y en el tema de las tarifas. Por supuesto que esas son cuestiones importantes, ¿pero no le parece que además de eso lo fundamental es el restablecimiento de reglas de juego estables?

– No hay ninguna duda de que es así. Porque si nos condonaran la deuda, en realidad, sería muy malo. En realidad, un arreglo, aun con una quita importante, sería bueno porque daría una señal de respeto al mundo. De respeto a los contratos firmados por las partes. Estaríamos diciendo: “mirá, no puedo pagarte todo, pero te pago lo que puedo.” Estaríamos reconociendo la deuda.
En cuanto a las empresas de servicios públicos privatizados, habría que sacarles el control de precios, la retención virtual que están pagando. El agro paga una retención del 30%. Finalmente, el único sector beneficiado es el sector manufacturero, que además pide cuotas, cupos y más devaluaciones. Deberíamos levantarles a esas empresas esta expropiación solapada que estamos llevando a cabo manteniendo los precios congelados a niveles de la convertibilidad. Estas son condiciones que deben cumplirse necesariamente, para abrir un poco el horizonte.
Una vez hecho esto, hay que ir a la Constitución de Alberdi. Pero, cuidado, porque esa Constitución dice que para ser efectiva debía estar anclada en la firma de acuerdos internacionales irreversibles. Para mí, éste es el punto. Para la Argentina vale lo mismo que lo que valió durante todo el siglo XX para España. En 1910, Ortega y Gasset escribió, premonitoriamente, lo siguiente: “España es el problema. Europa es la solución”. ¿Qué es lo que quería decir? Que cuando uno está perdido en un laberinto, se sale por arriba. Desde hace 70 años, la Argentina es el problema. Y la solución no está dentro de la Argentina. La solución está en tirar el ancla hacia afuera y anclar el país en grandes instituciones internacionales irrevocables. La Argentina es el problema, la solución es el mundo. Ese es el punto.
En España, las palabras de Ortega y Gasset se tradujeron en pautas de políticas específicas en 1958, cuando el gobierno de Franco llevaba ya 22 años y el país se había atascado. No iba ni para atrás ni para adelante. Entonces, vino el Opus Dei que se hizo cargo del gobierno y trajo una cantidad de contadores y economistas que dijeron: “lo que escribió Ortega y Gasset en 1910 significa lo siguiente: primero hay que democratizar a España, luego hay que integrarla económicamente a Europa y finalmente hay que meterla en la OTAN”. Y a partir del ’80, con Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar, España hizo exactamente eso.

– No inventaron nada distinto a lo que hizo Argentina a fines del siglo XIX, a lo que hizo Chile…

– A lo que escribió Alberdi 50 años antes que Ortega y Gasset. Él dijo: “hay que poner la civilización sudamericana bajo la supervisión de la civilización mundial”. ¿Cómo se traduce esto hoy? Hay que meter a la Argentina en el ALCA. Hay que establecer relaciones constructivas con el resto del mundo. Y el resto del mundo hoy es Estados Unidos y, luego, Europa. Pero acá somos tan antinorteamericanos que eso nos produce un bloqueo mental que hay que superar. © www.economiaparatodos.com.ar




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