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jueves 29 de abril de 2004

José Benegas: “En el gobierno de Kirchner hay un gran espíritu autoritario”

¿Por qué no se escuchan voces opositoras fuertes? ¿Por qué en los medios de comunicación no hay rastros claros de otras opiniones? José Benegas, abogado y periodista, analiza en esta charla la situación de la libertad de expresión en el país.

– Leí una nota suya en Internet en la que usted planteaba que hoy hay ciertas restricciones a la libertad de expresión, aun cuando no haya una ley que prohíba decir las cosas. Y me resultó interesante que el artículo estuviera publicado en su sitio web “El disidente”, porque creo que, justamente, el fenómeno de Internet está permitiendo una vía de expresión de ideas mucho más amplia y abriendo posibilidades de debate más profundas que lo que nos permiten hacer por vías más tradicionales. ¿Es así?

– Yo creo que nosotros vivimos una pequeña primavera en lo que hace a la libertad de prensa, primavera que transcurrió desde la privatización de los canales de televisión y las privatizaciones de la empresas estatales hasta el 2001.
Antes de eso, casi todo el periodismo era, en definitiva, empleado estatal. Porque o trabajaba en medios oficiales o trabajaba en medios que dependían de publicidad que venía fundamentalmente de empresas del Estado. Y en el 2001 se produce el colapso y los medios pasan a depender, de nuevo fuertemente, de la publicidad oficial. Las mismas empresas que antes habían estado financiando una prensa muy independiente, en ese momento se vieron en problemas porque tenían congeladas sus tarifas. De esta manera, ellos también debían obedecer a la voluntad oficial. Y todo eso vino unido a un deseo de controlar la información.
A partir del gobierno de Duhalde hubo una fuerte apuesta al control de la información para seguir gobernando. Fue una clave. Y me parece que en los últimos once meses, desde la asunción del gobierno de Kirchner, hubo un agravamiento de esta situación. Hoy, a esa voluntad de control de lo que se dice, se le une, además, un cierto espíritu de autoritarismo. Y digo “cierto” para dejar una puerta abierta, para no decir un “gran espíritu autoritario”.

– ¿En qué casos concretos ve usted éste espíritu?

– Se puede ver en distintas cosas. En las palabras del presidente, por ejemplo. Permanentemente, cada vez que hay una opinión contraria a la suya, él ve en eso una cuestión conspirativa, o dice que hay intereses. Entonces, todo el mundo cuando defiende una posición que es distinta a la del presidente tiene que estar diciendo a qué intereses responde, salvo él.
También se puede ver -y creo que todos lo hemos observado- en una gran cantidad de titulares optimistas. Hemos visto incluso programas de televisión que se dedican a los chimentos bajando línea para el gobierno…
Es decir, vimos cosas a las que nos habíamos desacostumbrado. Pero creo que los dos últimos episodios no son sucesos inocentes. Por un lado, el de Miguel Bonasso queriendo hacer aparecer a Grondona como golpista por tener una opinión distinta, no me parece casual. Yo no lo veo realmente a Mariano Grondona en la revista Cabildo -que ya ni nos acordábamos que existía-. Por eso, yo creo que hay una cierta tentación en algún sector del gobierno muy autoritario de guardarse un as de espada para cuando la popularidad del presidente empiece a bajar, cosa que tiene que ocurrir necesariamente. Y entonces, aparecerán con la teoría conspirativa y ubicarán a algún enemigo apreciable a quien perseguir. Esto es típicamente autoritario.
Se puede decir que en la consolidación de cualquier gobierno autoritario siempre aparecen estos episodios. Lo que pasa es que vino el caso Blumberg y entonces se empieza a vislumbrar que hay otra opinión que es distinta a esta ola de izquierda, aparentemente monopólica, y que es bastante grande. Eso rompe el hechizo de la posibilidad de controlar tanto la información. Y el as de espada que tenía Bonasso cuando hace esa denuncia, entonces, se convierte en un cuatro de copas.
El segundo episodio, y que me parece lo más grave de todo, es cuando el presidente, en el último discurso que da presentando el entre comillas “plan de seguridad”, habla de que tiene que terminar con la impunidad “de los que escriben y de los que hablan”. Me parece gravísimo. Porque, además, lo está mezclando en el contexto de un plan donde lo que se está pidiendo es que se ocupe de agarrar a los delincuentes…
Pero esto responde a una actitud general de este gobierno que se caracteriza por ser duro con los blandos y blando con los duros.

– ¿Por qué piensa que el gobierno no confronta opiniones?

– Porque le resulta más sencillo descalificar al que piensa distinto. Si uno piensa diferente a lo que piensa el gobierno, sucede que está respondiendo o al Fondo Monetario Internacional, o a los fondos buitres, o a algún sector de interés, o a la banca o a alguien más. Alguien le está pagando para decir algo diferente.

– En este sentido, siempre queda la duda de si no va a seguir avanzando un paso más en este camino. Porque, aunque las encuestas de opinión ya le están dando más bajas, aún goza de una buena imagen. Ahora ¿qué va a pasar cuando el presidente no tenga el 60 por ciento de opinión pública a favor y se sienta débil? ¿Qué camino va tomar? Alfonsín hizo algo parecido también cuando puso presos a Rosendo Fraga y diez personas más, sosteniendo que había una conspiración…

– Sí. Esto es típicamente autoritario. Yo creo, de todas formas, que el hecho de que eso pase no depende del gobierno, sino de la sociedad.
O sea, en los lugares donde se consolidaron regímenes totalitarios, lo que ocurrió, en general, es que despareció la oposición y toda la opinión se alineó detrás de la opinión del autoritario. No sé si le suena el caso…
Es decir, en Estados Unidos uno puede encontrar gente intolerante como Bonasso, pero lo que no va a encontrar es tanta gente dispuesta a obedecer o, por lo menos, va a haber muchas personas que van a reaccionar. Acá, cuando pasó lo de Mariano Grondona, alguna persona reaccionó, es cierto, pero no es suficiente como para decir “ésta es una sociedad sana que tiene los anticuerpos necesarios para que no se consolide un régimen autoritario”. De todas formas, es algo. Es algo más que lo que podía suceder uno o dos meses atrás, donde todas las opiniones iban en un sólo sentido.

– Usted, como periodista, debe tener un ejercicio profundo de la lectura de los diarios. ¿No nota que, salvo algunas excepciones, en muchos casos los diarios, prácticamente, son como el “diario de Yrigoyen” pero para la población?

– Sí. Pero creo que en los últimos 20 días hubo un cambio dramático.

– ¿Por qué?

– La respuesta es: el caso Blumberg. Usted sabe que Maquiavelo decía “más vale que te teman a que te amen”. Ese es un instrumento de dominio mucho más importante. Y yo creo que Kirchner apuesta fuertemente a esto, al temor como una forma de consolidar su poder. Y cuando aparece una marcha como la de Blumberg, donde hay 200 mil personas desafiando la política oficial ultragarantista de nombrar a Zaffaroni y explicar todo a partir de la pobreza, es como que se derrumban las torres. Es como que el temor empieza a no tener tanto fundamento. Surge que el señor no tiene una uniformidad tan grande atrás de él, como decían los encuestólogos optimistas oficiales. Entonces, al bajar el nivel de temor, se rompe el hechizo. No es que los controles se hayan aflojado, sino que fueron desbordados.

– La marcha del 1º de abril demostró que la sociedad puede apoyar al presidente, pero que no es incondicional a muerte, y tuvo menos miedo de decir algo distinto. ¿Esa sería su lectura?

– Sí. Y entonces, como se está olfateando una baja en el apoyo al gobierno, aparece otro potencial firmador de cheques para publicidad oficial. Eso también.
Yo creo que la gran llave del dominio que el Ejecutivo tiene sobre la prensa, sobre el Congreso y sobre los jueces, es que el presupuesto, en este sistema ultra-intervensionista y de ultrareparto en el que vivimos, permite que el Poder Ejecutivo sea el gran repartidor del juego.

– Maneja la caja…

– Así es. Es el dueño del país. © www.economiaparatodos.com.ar




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