– ¿Cuál es su visión con respecto a la reacción del Gobierno frente al documento episcopal?
– Creo que se mueve en los extremos, lo cual es siempre peligroso. No nos olvidemos que la prudencia es la virtud de un gobierno, y acá ha habido grave imprudencia con poca materia, porque realmente no se justificaba la alharaca que han hecho. De otra forma, tenemos que pensar en una utilización política del hecho. Pero volví a leer el documento y, sinceramente, no sé. Yo también, quizás, le haría críticas, pero no son esas, seguro.
– Cuando señala la dispersión del ingreso, por ejemplo, eso no lo dicen los obispos, lo decimos los economistas. Son estadísticas que todos miramos y que se dan por la misma dinámica del modelo.
– Que hay ciertos sectores que ganan cada vez más y otros cada vez menos, y que la diferencia entre ambos es cada vez más grande, la verdad es que no es un dato nuevo. Además, con eso no se busca acusar una gestión de gobierno, sino que lo que se está marcando es una tendencia que viene dándose desde hace años.
– He leído el documento, y en ningún párrafo se pone a evaluar si la política monetaria del Banco Central es la correcta o no…
– Por supuesto que no lo hace, ni debería hacerlo.
– Tampoco dice si la Argentina debe entrar en el ALCA o no. Es un documento que habla de características de tipo moral y de principios desde los cuales regir una organización o un país.
– Fundamentalmente, es eso.
– Y también tiene algunas descripciones de lo que se está viviendo. Nadie puede discutir que en la Argentina hay pobreza, por ejemplo.
– Exactamente.
– Hay un punto que puede ser el más crítico, que es lo que creo que más le molesta al Gobierno, y es la alusión a los 70, cuando dice “enséñenle a los alumnos que esa década fue mucho más compleja de lo que se está mostrando ahora”.
– Y, sinceramente, me parece muy acertado y didáctico decirlo. Ahora, por otra parte, si yo hubiera estado en el Gobierno, lo cierto es que esto lo hubiera aprovechado como un espaldarazo político. Porque dice eso, pero hay una clara condena a la represión del Estado. La condena duramente al tiempo que recuerda con menos responsabilidad, por las condiciones jurídicas, a la guerrilla. Lo que pasa es que dice que hay que recordarlo.
– Eso está muy remarcado en el documento. Dice: “fíjense en esto, si bien es cierto que el terrorismo de Estado es más grave”. Hay énfasis en eso.
– Sí, por eso le digo. Si yo hubiera sido un miembro o un operador político del Gobierno, le hubiera recomendado al ministro Fernández o al presidente: “Mire, acá tiene esto que dijeron que nos es favorable. Aprópiese de esto. Es indebido, pero aprópieselo”. En cambio, leerlo al revés, la verdad es que no entiendo.
– ¿Le parece que este gobierno tiene un enfrentamiento visceral con la Iglesia? Dígame sinceramente su impresión al respecto.
– Yo creo que sí. Algo hay. La Iglesia tampoco es un ente único y unívoco. Creo que con algunos aspectos y ciertas personas de la dirigencia católica el Gobierno abiertamente no está de acuerdo. El gobierno de Kirchner, a mi juicio, apunta al poder. A la suma de poder. Y para sorpresa de algunos y alegría de otros, ha obtenido capacidad en esa concentración. No discutamos los medios que utiliza para llegar. Ahora, la gran pregunta es: ¿poder para qué? Pero más allá de eso, o no tanto, ciertamente pienso que hay una gran susceptibilidad al sentir a la Iglesia como un cuerpo que puede hacerle frente a un poder que se piensa unívoco. En ese sentido es que veo que al Gobierno la Iglesia le molesta.
– ¿Esto no tiene que ver con la intolerancia del Gobierno hacia quien piensa diferente?
– Hay actitudes muy intolerantes del gobierno. Además, de una intolerancia hasta poco adulta, casi adolescente. Lo cual preocupa, porque la sociedad quiere un Gobierno adulto, lo necesita. Es decir, espera reacciones previsibles y proporcionales a los hechos.
– De hecho, en este documento específicamente puede ser que algún párrafo le pueda molestar, pero no porque esté criticando al Gobierno directamente, sino porque está simplemente planteando algo diferente a lo ellos piensan. La Iglesia es uno de los sectores que entra en la categoría de los tantos que sufren de la intolerancia ideológica del kirchnerismo y eso puede llevar en algún momento a un enfrentamiento más profundo dentro la sociedad. ¿No le parece?
– Sí. Yo en su lugar le discutiría otras cosas. Por ejemplo, cuál es el rol de los obispos como actores sociales, si pueden estar marcando o no las líneas de educación y de ética social para toda una sociedad pluriforme donde hay católicos, pero también hay agnósticos, judíos y protestantes. Digamos que ésa es toda una línea que no se ha explorado, son exquisiteces bizantinas para el gabinete de Kirchner. Creo que hay una gran intolerancia con un toque de ignorancia. Esto puede sonar un tanto peyorativo, digámoslo diferente: “con poca lectura de matices”.
– Si uno repasa y analiza este documento episcopal, la verdad no dice nada distinto de lo que por ahí podría decir un grupo no eclesiástico de personas que, claramente, no piense igual que el Gobierno.
– Hasta se podría decir que es poco novedoso.
– En alguna medida, sí. Lo que parecería suceder es que la Iglesia es la única que ha levantado su estandarte. El mundo empresarial no se ha movido, por ejemplo. Y tal vez eso sea lo que molestó.
– Es probable. Quizás este documento esté diciendo en voz alta lo que se dice y se sabe en todos lados. Yo creo que para el bien de la sociedad en su conjunto habría que llamarse a la calma y a la tranquilidad. Y a la lectura atenta desde los textos mismos, sin interpretaciones de terceros. No estamos en una época de bonanza que nos permita enfrentarnos por discusiones menores. Estamos ante situaciones graves: la desocupación, el problema de la educación y de la salud, la inseguridad, son temas muy serios para una sociedad y que involucran no sólo a una generación, sino a dos. Entonces, este tipo de enfrentamientos no suman y, honestamente, creo que los obispos no lo buscaron. Si el presidente lo busca, como no formo parte del grupo patagónico no lo sé. Pero los hechos están mostrando, como mencionábamos antes, una gran intolerancia. Pero así no se puede ni leer el diario, porque siempre va a haber una noticia que a uno no le guste o que moleste.
– Incluso, si uno lee el título del documento, ya desde ahí se observa que tiene una intención positiva.
– Exacto. Se llama “Una luz para reconstruir la nación”. No es una piña. No dice “esto es un desastre”. Yo he visto el esfuerzo de varios obispos, empezando por monseñor Casaretto, por aclarar y decir que el documento “no está hecho en función de una polémica ni mucho menos”. Todo lo contrario. © www.economiaparatodos.com.ar |