Pocos podrían calificar a Kirchner como un inocente. El presidente alardea, incluso, de ser un tipo que “se las sabe todas”, que a él no lo pasa nadie.
Por eso cuesta desentrañar las verdaderas motivaciones que tuvo al decir que prefería una “sociedad fluida a la paz de los cementerios” cuando se le preguntó su opinión sobre los constantes cortes a las vías de transito públicas que protagonizan día a día los piquetes.
Lo primero que no se entiende es qué quiere decir con “una sociedad fluida”. Evidentemente debe sentirse influenciado por el aspecto exterior de estas marchas que rompen la paciencia de millones de personas pacíficas que sólo quieren trabajar. El hecho de que esas (muchas veces pocas) personas “anden” por la calle al presidente le hará parecer que eso es un síntoma de “fluidez” social.
Tampoco queda muy clara la alusión a la “paz de los cementerios”, ya que los que aspiramos a que exista un mínimo de orden público (de cuyo imperio el presidente debería ser el primer responsable) que nos permita, aunque sea, calcular cuánto tiempo debemos invertir para llegar de un lugar a otro, no pedimos matar a nadie ni convertir nuestras ciudades y nuestras rutas en campos yermos de vida. La necesidad de ir –con la comparación– de un extremo al otro no tiene ningún asidero y tampoco se entiende.
La verdadera “fluidez” social que, como jefe de Estado el presidente debería buscar para los argentinos, es aquella que nos permitiera, no “andar” a los gritos por la calle, sino a los “éxitos” por la vida, progresando, aspirando a estar mejor mañana que hoy, soñando con que nuestros hijos puedan vivir mejor que nosotros. Esa sería una verdadera sociedad fluida. Obviamente si tuviera que elegirse un elemento que no ayuda en nada a lograr esa movilidad social ascendente serían, justamente, los piquetes, el desorden público y un Estado resignado a no ejercer su autoridad legal.
Pero lo más grave no es la poco feliz comparación, la confusión con lo que debería entenderse por verdadera fluidez social o la incapacidad para comprender cómo estos episodios condenan a más pobreza a cada vez más argentinos. Lo verdaderamente serio es que no se tome conciencia de que esta gente que corta las vías de comunicación y tránsito en abierto desafío a la Constitución no son pobres personas que no tienen qué comer. Estas personas están trabajando. Todos los días. De acuerdo a un plan trazado, con objetivos y estrategias. Que no descansan ni se resignan. Que cada día salen a cumplir con un eslabón de la cadena que aspiran a coronar con la toma del poder. Muchos de ellos, quizás, sí ignoren las motivaciones de los jerarcas y, como idiotas útiles, presten su carne de cañón a cambio de alguna migaja. Pero los que han establecido los objetivos y las estrategias distan mucho de querer una sociedad “fluida”, para usar los errados términos del presidente. Ellos están trabajando –y lo seguirán haciendo si nadie los detiene– para llegar al poder por el camino que prefieren: la violencia. Saben que su performance en elecciones abiertas jamás los depositará en el gobierno, entonces trasladan su objetivo a la calle. No cejarán en su estrategia de colmar la paciencia de los inocentes, ni tampoco en su táctica de buscar un muerto. Sus prácticas son conocidas y están escritas hace mucho. Pero siempre encuentran incautos que se las dejan desarrollar. Miremos a Bolivia si tenemos alguna duda.
Una vez en el control nadie logrará manifestarse libremente. Empezando por la manifestación callejera. Llegarán el silencio y el calabozo. Será fluido el camino a la prisión de aquellos que osen desafiar al régimen. Miremos a Cuba si tenemos alguna duda.
¿De qué lado esta el presidente? ¿Del lado de la defensa del sistema gracias al cual ocupa el lugar que ocupa o del lado de aquellos que quieren alcanzar ese lugar por medio de la violencia? Aunque nadie pudo comprobarlo, el presidente dice sentirse orgulloso de haber pertenecido a las organizaciones que en la década del 70 perseguían ese objetivo. ¿Se ha transformado el presidente? ¿Ha dejado de lado definitivamente esas ensoñaciones o aún cree en ellas?
Es imperioso que el presidente Kirchner dé una clara y rápida señal de que defiende el sistema de la Constitución y de que no permitirá que los que quieren destruirlo se salgan con la suya.
Otros en la Argentina –el propio Perón, sin ir más lejos– quisieron jugar con este tipo de fuego. Ya sabemos cómo terminó esa aventura. Si el presidente quiere que la sociedad fluya hacia horizontes mejores debe dejar los mensajes confusos y la demagogia barata y poner las cosas en su lugar. Para eso está. © www.economiaparatodos.com.ar |