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jueves 5 de abril de 2007

Kirchner está nervioso

El comportamiento del presidente comienza a evidenciar síntomas de inseguridad y de incertidumbre, ya que si se sintiera seguro de su omnipotencia se daría cuenta de que sus virulentos ataques cada vez cosechan menos simpatías y cansan más a los ciudadanos.

Los virulentos ataques del presidente Néstor Kirchner contra el Poder Judicial son –no cabe otra interpretación– un síntoma de nerviosismo, de inseguridad y de incertidumbre. Si Kirchner se sintiera seguro de su posición política, no actuaría de ese modo, no tiene motivos para hacerlo. Pero, como siente que la ficción política que viene representando desde hace cuatro años va quedando en evidencia, el presidente se deja llevar por la intemperancia, la paranoia y el descontrol.

Los exabruptos kirchnerianos van llegando ya al límite en el que ni siquiera quienes podrían estar dispuestos a acompañar al presidente en razón de su afinidad ideológica se sienten a gusto con este tipo de conductas. La Argentina no es Venezuela, las prácticas de filiación chavista no suman sino que restan. Nadie está de acuerdo –salvo quizá las Madres de Plaza de Mayo o algunos caciques sindicales reaccionarios– en que el Poder Ejecutivo avasalle al Poder Judicial. Esto es lo que hacía Carlos Menem y el motivo de muchas críticas a la gestión del riojano. Se suponía (los kirchneristas lo suponían) que Kirchner era distinto a Menem. Sus expresiones están demostrando que es mucho peor que Menem, porque ni siquiera tiene recato para presionar a la Justicia.

Esto no es gratis. Nadie puede actuar como Kirchner lo hace y no pagar un costo político por eso. Los agravios del presidente a la Cámara de Casación Penal y sus entredichos con la Suprema Corte de Justicia, amplificados por la repercusión mediática del tema y por la lluvia de reproches y la absoluta falta de adhesiones a las expresiones presidenciales, tienen un costo electoral. Inclusive muchos aliados políticos de Kirchner están seguramente cuestionando en privado sus actitudes. Nadie es tan ingenuo como para creer que semejantes expresiones no tengan un costo político que es preferible no pagar.

¿Por qué entonces Kirchner actúa de este modo? Bueno, es un comportamiento habitual de aquellos que se consideran todopoderosos cuando se sienten inseguros. Salvando las distancias, es una conducta análoga al enfrentamiento de Juan Domingo Perón con la Iglesia en las postrimerías de su primer gobierno. En aquellas circunstancias, Perón logró que hasta los ateos fueran a misa. Kirchner va en camino de conseguir algo parecido.

La forma de proceder de Kirchner provoca cansancio. El país está bajo las aguas, con inundaciones en varias provincias, y el presidente ni se ocupó del tema. El gobierno está para hacerse cargo de enfrentar y contribuir a resolver ese tipo de problemas (entre muchos otros, sólo que éste tiene plena actualidad). Si no se hace cargo, no sirve como gobernante. Puede mantener la ficción durante cierto tiempo en base a un discurso ideologizado, pero su inoperancia sobre los temas concretos que afectan a la población terminarán por cansar y eso genera un desgaste político ostensible. No se puede sostener una posición política sobre la base de una postura que no condice con la realidad que la población del país vive día a día.

A pesar de ello, Kirchner no es un hombre capaz de entender que puede estar siguiendo un camino equivocado. Tiene una visión unilateral de la realidad. Para el presidente, el mundo está dividido en amigos y enemigos, buenos y malos, nosotros y ellos… En esa concepción maniquea, no hay margen para una rectificación porque aquel que se atreva a manifestar una discrepancia pasa a integrar el bando de los enemigos. No hay negociación posible con un hombre como Kirchner porque todas sus posiciones son terminantes, categóricas, absolutas…

Aunque a Kirchner le disguste que así sea, la mayor parte de los problemas reales que se suscitan en el mundo no se resuelven en términos de “todo o nada”, sino de “más o menos”. La realidad –la política, concretamente– es multifacética, tiene matices, admite opiniones disímiles. Frente a esta diversidad de posiciones –que generalmente demanda negociaciones, acuerdos y transacciones– Kirchner pretende imponer un criterio verticalista, unilateral, monocromático. No hay margen para que semejante dislate termine bien.

Hasta ahora, el presidente ha venido logrando sostenerse y mantener un nivel de adhesión importante. Sin embargo, es inimaginable que sus exabruptos no generen un fuerte rechazo, aunque no se trate de un rechazo demasiado expresivo. Nadie va a salir a movilizarse para cuestionar al presidente. Los datos de la realidad van siendo silenciosamente acumulados por la población y guardados en el “disco rígido” que cada uno de nosotros llevamos tácitamente incorporado. Estos son los factores que, a la larga, pesan en las decisiones electorales. En el cuarto oscuro, cada uno está solo con su conciencia y sabe qué decisión toma. Por supuesto que todo depende de las alternativas entre las cuales se nos presente la oportunidad de elegir. Pero está claro que el gobierno está haciendo todo lo posible para perder las próximas elecciones. Habrá que ver si encuentra quien le gane. © www.economiaparatodos.com.ar

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