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jueves 7 de julio de 2005

Kirchner y la revolución rusa

El gobierno argentino debería tomar el ejemplo de la profunda reforma impositiva realizada por Putin en Rusia, que está arrojando excelentes resultados económicos para la sociedad rusa y comienza a ser imitada por otros países.

En inflamados discursos que pronuncia en pequeños locales cerrados, el presidente Kirchner suele reiterar una expresión algo original pero preñada de misterio: “¡sabemos a donde vamos, pero también sabemos a donde no queremos ir!”.

Como nunca aclara cuál es el destino final con el que sueña, ni tampoco explica cuáles son los sitios que merecen su desprecio, la frase en cuestión tiene un cierto poder de fascinación y sirve para mantenernos en ascuas.

Sin embargo, quienes necesitan saber con claridad y precisión hacia dónde se encamina la Argentina son los operadores económicos, una especie humana muy poco apreciada hoy pero de cuyas actividades depende la vida económica de todos nosotros. Sin conocer el dato de adónde vamos, es imposible hacer planeamiento a cinco y diez años de plazo. Y como todos sabemos, siempre y en todos los regímenes políticos, las inversiones de capital se inscriben en un plan de negocios donde se sabe a ciencia cierta cuál es el futuro deseable para poder convertirlo en “futurible” o futuro posible.

A pesar de ello, los dirigentes de la corporación política que nos gobierna no tienen la más desvaída idea ni una mínima experiencia sobre estas cuestiones. Por eso tratan de eludir tales temas y nunca hablan de reformas estructurales. Se aferran a lo que poseen, tienen pánico a cualquier cambio y se transforman en feroces y endurecidos defensores del statu quo, que les brinda un buen pasar.

En el fondo de su bolsillo, nuestros “progres” nativos son recontra ultra conservadores.

Por eso responden evasivamente cuando alguien las plantea algún cambio y dicen solemnemente: “habrá que dar un gran debate”, “todavía no es el momento”, “hay que esperar las elecciones”, “ahora la prioridad es consolidar el poder presidencial”. Así va pasando el tiempo, pateando la pelota hacia delante, perdiendo las oportunidades y demorando al infinito las grandes decisiones, que nunca tomarán.

Un ejemplo a imitar por el presidente Kirchner es el que brinda el primer ministro ruso Vladimir Putin, a quien dejó plantado 3 horas en el aeropuerto de Moscú durante su reciente viaje a China. Pues bien, Putin está liderando una verdadera revolución, que nada tiene que ver con la sangrienta e inhumana revolución de octubre, aquella que en 1917 permitió el acceso al poder de los trotskistas, luego los bolcheviques y finalmente del sanguinario déspota Josip Vissariónovich Yugachvili, popularmente llamado el “camarada Stalin”.

La nueva revolución rusa se produjo poco después de la salida del default. En el año 2001 ellos también tuvieron que reestructurar su deuda por u$s 38.000 millones. Propusieron una quita del 25%, alargamiento de plazo a 25 años y rentas fijas razonables.

Las adhesiones alcanzaron al 92,3% y los que quedaron afuera (hold-outs) cobraron al contado el 50% del valor actual. Por esa simple razón, Rusia no tuvo ningún embargo de fondos buitres ni juicios de inversores despechados.

Inmediatamente después de la reestructuración de la deuda, el primer ministro Putin -que sabía muy bien adónde quería ir- promulgó una sustancial reforma impositiva, que consistió en eliminar sin contemplaciones todos los impuestos directos y ocultos, reemplazando la multitud de tributos por sólo dos tributos: uno para las personas físicas denominado Flat-Tax y otro para las sociedades denominado Business-Tax. Ambos impuestos habían sido ideados por Dick Armey y Alan Shelby, dos congresistas norteamericanos, en 1996.

El Flat-Tax para las personas físicas es un impuesto único, de emocionante simpleza y fácil liquidación. Se confecciona con bolígrafo en una simple tarjeta postal. Establece una tasa fiscal plana, igual para todas las personas, con alícuota muy baja del 13%, sin deducciones ni excepciones para nadie, pero con mínimos no imponibles que permiten una vida digna.

El Business-Tax para las sociedades derogó todos los enganches entre contribuyentes y eliminó la facturación cruzada de débitos y créditos fiscales como los que existen en nuestro país. Estableció una especie de IVA directo del 13% sobre las ventas cobradas de las que se deducen: las compras de materias primas de origen ruso, las remuneraciones pagadas a personas físicas y el monto de las inversiones en bienes de producción locales o importados.

El resultado de esta revolución fiscal ha sido asombroso. Aumentó el 26% la recaudación en ganancias personales, se eliminó la mora sistemática del 34% de los impuestos declarados, se duplicó el salario real en cuatro años, se logró un crecimiento sostenido con altas tasas anuales, se mejoró un 50% las rentas de los mayores de edad jubilados y se logró parar la fuga de capitales consiguiendo que se iniciara un proceso de repatriación de fondos por el atractivo de la reforma impositiva, con lo cual acaban de cancelar definitivamente la deuda pendiente con los organismos internacionales de crédito.

La revolución fiscal de Rusia fue copiada luego por Letonia, Ucrania, Georgia, Eslovaquia, Rumania, Estonia y Lituania con diferentes alícuotas, pero convergiendo todas ellas hacia el objetivo del 13%. En Estados Unidos, el presidente George Bush encargó estudiar esa exitosa reforma impositiva para aplicarla dentro de 2 años.

Por eso, el presidente Kirchner tiene que ordenar sus propias ideas, hacer un examen de conciencia y poner en marcha una revolución fiscal como la de Vladimir Putin en Rusia.

Nosotros, el pueblo argentino, que hoy no sabemos adónde vamos pero sí sabemos a donde no queremos ir, rechazamos la posibilidad de retroceder hacia revoluciones despóticas como la del comandante Fidel Castro o aventuras bolivarianas como la del parlanchín e inefable golpista teniente Hugo Chávez. © www.economiaparatodos.com.ar



Quien quiera interesarse en esta fantástica reforma tributaria puede consultar estos libros: Antonio I. Margariti: Impuestos y pobreza, ed. Libertad, Rosario, 2004; Anna Ivanova & Michael Keen: Russian Flat-Tax Reform, FMI, Washington 2005; Clifford Gaddy & William Gale: Russian reform tax, Brookings Institute., New York 2005.

Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.




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