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lunes 28 de abril de 2008

La Argentina que no quiero

La nación próspera, republicana y pujante en que alguna vez el mundo imaginó que nos convertiríamos quedó reducida a un feudo manejado a destajo, según capricho de los mandatarios de turno.

“El compromiso es intrínseco al nacimiento del ser humano.
Nacemos comprometidos.”
Voltaire

Yo no sé si este país me llevará a la locura, si es cierto aquello que cuenta Woody Allen que le dijo su terapeuta y “a lo mejor, la vida no es para cualquiera”… No sé siquiera si algo pueden aportar estos renglones escritos a la luz de un sueño y mil desvelos. No hay datos de la política que me tornen una amenaza para el Gobierno ni me conviertan en una oferta interesante para los grandes medios. La prosa es malograda y, pese a los años de estudio, el don de la palabra se ausenta a veces en los momentos más inciertos. Es, entonces, cuando advertimos que sólo tenemos los sentimientos sin saber como traducirlos. Sin embargo, los sentimientos no cotizan en esta Argentina. Con querer un país mejor nada hacemos. Y aquello que sentimos por nuestros pares a menudo se lo trivializa, se lo distorsiona, se lo rotula, como si el amor al prójimo admitiese etiquetas impuestas de afuera, ponderaciones socialmente correctas o algo por el estilo.

En este trance de confesiones sensibleras, puedo decir que, ciertamente, yo no quiero a este gobierno. ¿Peco por ello? Desde hace cinco años vengo esgrimiendo las causas por las cuales los Kirchner no despiertan en mí más que un rechazo supino. No se trata del carisma que no tienen ni del atril del Salón Blanco donde se refugian de la gente, ni siquiera de una ideología distinta. No. No pienso como ellos, pero eso no hace necesariamente que tenga esta sensación de rechazo. Lo que me provoca rechazo son las formas de maltratar a los habitantes del norte, del sur, de todas partes. Rechazo que quieran anular el futuro con un pasado distorsionado. Rechazo que se olviden de los niños y de los jubilados.

Me rodean personas con opiniones y perspectivas distintas en los distintos órdenes de la vida. De ellas aprendo, compartimos puntos de vista, los discutimos en un mano a mano donde nadie gana ni pierde, sino que todos nos enriquecemos. Nos escuchamos, un síntoma de educación, otro término olvidado por los dirigentes de hoy.

Con este gobierno pasa todo lo contrario. No acepta un simple artículo que disienta con sus objetivos. Quieren callarnos. Nos ubican en listas como si fuéramos amenazas cuando sólo somos intérpretes o analistas de una realidad que, desde este lado del escenario, se ve distinta.

No veo el crecimiento de este país cuando salgo y en los portales hay gente indigente durmiendo. No veo el renacer de la Argentina cuando, de ser el granero del mundo, pasó a estar desabastecida (y no me refiero a ahora que el campo reclama ser parte de esta geografía). No veo representantes del pueblo, observo en contrapartida un rebaño que se mueve en un recinto según las directivas del Poder Ejecutivo. Menos todavía puedo comprender a la Justicia en estos días. Luis Patti salió del penal de Marcos Paz y, a la semana, volvió a entrar allí sin que las pruebas del delito que supuestamente ha cometido salgan a relucir. Por más analista que uno pueda ser, que un diputado electo que nunca asumió su cargo salga y entre de una cárcel no admite racionalidad: si el Congreso aprobó el desafuero ahora, ¿no significa eso que Patti estuvo cinco meses preso con fueros y, en consecuencia, de manera ilegal? Sin duda, la interpretación oficial no llegará, ya que no ha habido fiscal capaz de averiguar qué estuvo pasando o qué hay detrás de toda esta comedia vendida como realidad.

No hallo en los diccionarios actuales una definición de la Argentina que se aleje de mencionar su extensión, su densidad poblacional, las características de su clima y algún que otro dato. Información que no explica realmente de qué se trata este lugar. Es un enigma que pone en duda, en el siglo XXI, hasta la prosapia de sus próceres y sus hacedores.

Encontré, sí, una vieja descripción que dio el Diccionario de la Real Academia en 1919. Entonces, me quedé sin letra para esta columna que se supone debe analizar la coyuntura…

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El progreso visible quedó en manos del Indec, que da números y porcentajes que no se condicen con lo que hay en la calle. La riqueza del suelo produce incendios tan extraños que nadie se anima a decir qué pasó y las hipótesis se multiplican echando culpas a uno y otro lado. Porque la actividad de los ciudadanos hoy no da para destacarse en una definición. Los habitantes de esta región estamos sumidos en la búsqueda de un espacio donde sentirnos identificados. Estamos todos enfrentados, coaccionados, atrapados por cortes de ruta a saber: a) producidos por piqueteros b) producidos por asambleístas (un concepto que sólo obtiene definición en el diccionario político argentino, un compendio de eufemismos que en otras latitudes serían considerados antónimos o, respecto a su definición, contradicciones en término) c) producidos por el gobierno para evitar accidentes de tránsito, una forma muy peculiar de cuidar la salud y la vida de los ciudadanos… Podría metaforizarse la inmovilidad vial con la movilidad social que existe en la Argentina. Estamos varados en una nebulosa de incongruencias y dislates que nadie explica. De los hechos más polémicos surgen líderes que duran lo que arena entre los dedos. La sed de representación habla a las claras del gobierno que tenemos. Irrita. Ofusca. No habla, grita. Tienen culpables para todos los males que ellos mismos provocan con su soberbia y su zozobra. No gobiernan, dictaminan. El territorio republicano al que alude el viejo diccionario quedó reducido a un feudo manejado a destajo, según capricho de un mandatario que logra distraernos con cambios de figuritas tan intrascendentes como los actos que estas van a llevar a cabo. Ni tras las elecciones cambió el jefe de Estado.

Un análisis más riguroso de esto que está pasando diría obviedades, cosas que se leen ya en todas partes: que ganó el Secretario de Comercio, que Kirchner es el que manda, que hay crisis y pueden volver los paros…, que el que piensa diferente no tiene espacio. Nada original. Lo que quizás aporte algo sea un llamado a la introspección porque los argentinos escuchamos que estamos en el peor momento, en la crisis más grande, no una sino mil veces y, a pesar de ello, acá estamos, como meros espectadores de una obra de ficción y así como se demonizó a las Fuerzas Armadas, a los productores agropecuarios, a los empresarios, al periodismo, es probable que se demonice al pueblo y se lo apriete ya no con Guillermo Moreno sino con el miedo, el desprestigio, la falsa acusación y la necesidad de hallar chivos expiatorios que expliquen luego como se deshizo una Nación.

La Argentina ya no es un país para el análisis político, si bien podemos intentarlo. La Argentina es un sentimiento que nos está haciendo cada vez más daño y eso no se debe tanto a los Kirchner sino a que, en general, cómodos o acostumbrados, no nos hacemos cargo. © www.economiaparatodos.com.ar

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