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lunes 2 de abril de 2012

La casa no está en orden, pero apelarán a la escenografía

El Gobierno continuará distrayendo la atención de los argentinos a pesar –o más bien, a causa– de las malas noticias en los frentes económico y político.

Para un gobierno que brega por el pensamiento único y desdeña las diferencias en las ideas, plantear la necesidad de oír y escuchar distintas voces, y ver y mirar con multiplicidad de matices puede resultar una afrenta, pero no hay otra manera. Para lograr el todo en un rompecabezas se requiere, precisamente, que las piezas difieran entre ellas.

Así se explica quizás, que haya sectores que ven con buen tino el aparente fortalecimiento de la industria argentina limitando importaciones. Y es que apenas se quedan en la demagogia de la mano de obra nacional y popular, ignorando las consecuencias.

Está claro que el vaso puede verse medio lleno, o medio vacío. Sin embargo, las señales de un andamiaje debilitado comienzan a aflorar desde los cuatro costados. Por un lado, la economía: a pesar de que se creció a tasas chinas, hoy las cuentas no cierran y hubo que ir por las reservas. Así es como de la noche a la mañana se dice adiós a los subsidios para, simultáneamente, incrementarlos un 23%.

Y es que una cosa es recaudar, y otra es ahogar el consumo que ha sido el leitmotiv de la vanagloria oficialista. Además, ¿para qué incentivar la producción nacional si después nadie demandará? Otra de las innumerables incongruencias del modelo en su etapa de sintonía fina…

Asimismo, algo sucede cuando las góndolas de los supermercados comienzan a verse vacías, y ni siquiera aparecen los precios en las estanterías. Podría decirse que son escenas de la vida cotidiana ya conocidas en la Argentina. Se encienden en la memoria luces de alerta, y es lícito el temor a terminar encandilándose con ellas. En ese contexto, el desabastecimiento está dejando de ser un recuerdo.

Al unísono, la inflación se dispara y únicamente puede ser negada por el INDEC, institución que a esta altura del partido no significa ya nada. O sí: representa la fotografía más perfecta de un gobierno sustentado en quimeras.

Puede que el desempleo no sea todavía una certeza, pero sí es ya una fundada sospecha. Se suma a esto el creciente ausentismo laboral pues, muerta la cultura del trabajo y el valor del esfuerzo, se prefiere vivir del plan social y el asistencialismo que garantiza al gobierno su piso electoral.

Otra de las vivencias de estos días radica en la variación de precios que pueden hallarse por una misma tarea, y no se trata precisamente de un mercado libre y sin interferencias. Se trata por el contrario, de una sociedad donde prima el “sálvese quién pueda”. A su vez, el temor a lo que vendrá conlleva a querer hacerse, lo antes posible, la América.

Si todo esto no fuese suficiente, podemos agregar un escenario internacional que nos mira con incredulidad. No somos serios. Gran Bretaña lo expresa sin anestesia, Estados Unidos nos frena, y la Organización Mundial de Comercio fue taxativa. Los dichos del secretario de Comercio pueden pasan inadvertidos puertas adentro, pero como sucede con los sismos, se sienten fuertes repercusiones afuera.

En síntesis, no es el actual, el mejor momento de la Presidente. Poliarquía acaba de publicar que su imagen positiva descendió en 20 puntos, aunque aún hay entre un 50 y un 55% que la aprueban. Es cierto que la sociedad es volátil en demasía y, como reza el tango, hay que asumirse “bonachones, compradores de buzones”, lo que amerita pensar que un imponderable puede hacer que esos 20 puntos regresen en un santiamén o viceversa. Recuérdese de qué modo obró el anuncio del “cáncer” de tiroides en la ciudadanía, y también las consecuencias de criticar la “buena vida” de los docentes en Argentina…

El cerco se cierra, pero no asfixia

Las opiniones muchas veces se fundan en emociones furtivas o falsas empatías, pero los hechos fácticos van por otra vía. No en vano hay un histrionismo exacerbado en la Jefe de Estado por rescatar, de la noche a la mañana, lo sucedido hace 30 años en Malvinas. Quizás, cada tres décadas se producen las locuras más siniestras en esta geografía…

En cuanto a la política partidaria propiamente dicha, Cristina Fernández de Kirchner debe encauzar la tropa donde yacen desconfianzas, y las traiciones sopesan las energías. Los enemigos que hoy se plantea no son tampoco figuritas fáciles para la guerra: Hugo Moyano, Mauricio Macri y Daniel Scioli están o siguen en la mira.

Hay un detalle que evita expandirme en el análisis: en lo que va del año, la Presidente recibió a 14 personajes del mundo artístico, empresario o deportivo. No tuvo, sin embargo, un minuto para el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri; ni para escuchar al líder de los trabajadores, Hugo Moyano; menos todavía para cooperar en el desequilibrio que socava al gobierno de la provincia de Buenos Aires, liderado por Daniel Scioli.

Decir que no se ocupa de las demandas perentorias del pueblo es hacer un pleonasmo de la política. Por otra parte, hay que reconocer que “del otro lado” no hay nadie que quiera o pueda tampoco dar alguna respuesta. ¡Pensar que hace unos meses apenas Hermes Binner se perfilaba como el hombre fuerte para ordenar una alternativa…! Es la vieja historia de los predestinados que se caen del pedestal de nuestras mitologías.

Lo cierto es que todos estos vaivenes no se solucionan con ataques al periodismo, ni con feriados extras para más fiesta, menos todavía parece ser un buen sino mantener amenazadas a petroleras, aunque tal vez sea necesario para poder echar culpas frente a la crisis energética.

Hay un cerco que se cierra, aunque la asfixia no esté todavía a la vuelta de la esquina.

Respecto a la corrupción, sabemos que mata, como se demostró cuando un tren se “accidentó” en Once. Sin embargo, ese hecho no figura en la retórica de Cristina Fernández de Kirchner, quien ostenta una peculiar memoria selectiva, o mejor dicho, memoria oportunista.

La corrupción está tan enquistada en todas las áreas que hasta la salud colapsa. Resulta que los troqueles de los medicamentos son fuente de negociados extraños, pero son garantía de transparencia si se usan en comicios con la excusa de no andar incómodos trasladando libretas… ¿Qué basamento lógico hay en esas incoherencias?

El caso Ciccone puede resumirse en pocas palabras: es un negocio más de los tantos que hubo, hay y habrá mientras la impunidad sea la reina en el marco de la dirigencia.

En lontananza, muchos de los temas que hoy se barajan terminarán en la nada, porque es difícil que el argentino promedio no caiga en la fascinación de los autos, los goles, los bailes y los cantos por sueños y escándalos mediáticos derivados de aquellos. Mientras hay otros asuntos que parecen estar torciendo el rumbo de un gobierno sin una tripulación que coordine movimientos, y con una comandante que va sin plan de vuelo.

En estas Pascuas, podemos estar seguros de que, aunque la casa no esté en orden, habrá escenografía precisa para que las grietas no se adviertan, y Cristina Kirchner tenga su “mise en scène” donde recitar sus maravillas. © www.economiaparatodos.com.ar

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