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martes 23 de septiembre de 2014

La compasión de Bergoglio

La compasión de Bergoglio

‘Muchos consideran que mostrar compasión es un signo de desprecio, pues está claro que desde el momento en que inspiramos compasión, hemos dejado de ser temibles’ (Friedrich Nietzsche)

El filósofo les contesta, de alguna manera, a todos los que en estos días han especulado con el almuerzo de Cristina Fernández con el Papa Francisco.

Más aún, insiste con perspicacia, que “hay que comprender cómo ha surgido la valoración eventualmente positiva de una compasión y cómo deben explicarse las razones de la alabanza que prodiga alguien con algún desinterés, temiendo recibir una emboscada”.

Todo dicho.

La Presidente y su séquito variopinto se ha lanzado una vez más a la conquista  de “señales” que permitan amortiguar su caída sin remedio y como no son lo bastante dueños de sí mismos, pretenden exaltar los impulsos de bondad, compasión y benevolencia de quienes, como el Papa, puedan recomponer su imagen pública, para obtener los favores de una moral de valor útil a sus proyectos mezquinos de supervivencia.

La situación de crisis que estamos viviendo obliga imperiosamente al kirchnerismo a convertirse acaso en el remedo de alguna tribu africana incivilizada, que cree que el vudu de algún hechicero puede ahuyentar los malos espíritus, de manera de evitar su aniquilamiento por parte de una realidad inexorable que los está dejando al borde de una cruel agonía.

Ya no se preguntan de donde vienen ni adonde van, porque no son dueños de nada. Por descuidar las cosas pequeñas y no observarse a sí mismos, han dejado que crezca una pasión que los ha convertido en monstruos, hasta el punto que quien los ve aparecer en escena divisa con nitidez su carácter devastador.

Como mendigos del espíritu, Cristina y su gobierno disfrutan de tal modo de vivir en la mendicidad, ejerciendo su función política en medio de una situación que hoy se ha convertido en penuria y angustia permanente.

No es extraño entonces que “inventen” historias de supervivencia que están relacionadas con su necesidad de “acicalarse” para que se apruebe su laboriosidad por despertar el interés de la humanidad hacia supuestas virtudes superiores que “habrían” constituido la esencia de su exaltación política: el bien común.

Ello, claro está les es aún posible donde no los conocen demasiado. Aunque tarde o temprano, también terminan exhibiendo en esos ambientes las fallas de su errónea concepción social del orden y las jerarquías.

Lo que no tienen presente es que si no se dieran limosnas más que por compasión, se habrían muerto de hambre todos los mendigos, lo que equivale a comprender que la compasión de los demás no bloquea nunca la impresión desagradable que muchos personas despiertan en quienes no están sujetos a su autoridad.

En el caso que analizamos, el Papa Francisco.

Bien observa Nietzche que “un verdadero zorro es el que no solo llama verdes a las uvas que no puede alcanzar, sino también a las que alcanza y no quiere que los demás se las quiten”.

Quien esté dispuesto a entender, entenderá.