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martes 7 de enero de 2014

La crisis energética de Argentina en números

La crisis energética de Argentina en números

Desde el invernal hemisferio norte, quizás uno no puede asumir totalmente el efecto de la crisis energética que enfrenta Argentina. Además en todo el mundo pueden aparecer picos de consumo debido a tormentas, olas de calor y frio, u otros hechos similares. Sin embargo los problemas recientes de cortes y apagones, seguramente repetibles, muestran un problema sustancialmente más serio.

De acuerdo a la información oficial argentina- que llega a 2011, la capacidad de generación y el consumo de electricidad del país se duplicaron en el periodo 1976-91. En el periodo 1992-2001, la capacidad instalada creció en 62 por ciento, mientras que el consumo creció en 69 por ciento. En la década 2002-2011, la capacidad instalada creció en 18 por ciento, mientras que el consumo aumentó en 46 por ciento. A su vez, la importación neta de electricidad al país pasó de 1.7 por ciento del total consumido en 1991 a algo más del 2 por ciento en 2001 y a casi 8 por ciento en 2011. Estos números hablan por sí mismos. En un periodo en que el PIB creció al 4.7 por ciento anual, y el consumo a una tasa ligeramente menor (3.9%), la capacidad de generación creció en menos de la mitad.

Estos desarrollos ocurren en circunstancias en que las tarifas eléctricas aparentemente caen en aproximadamente 20 por ciento en términos reales para los consumidores residenciales, pero no para los consumidores industriales. Los ingresos operativos de las empresas eléctricas de producción y distribución se estancan, ya que la mayor recaudación va directamente al gobierno, mientras que las empresas eléctricas requieren de subsidios cada vez mayores y su dependencia del gobierno aumenta. Claramente, las políticas gubernamentales llevan a reducir la inversión y a aumentar el consumo residencial.

Junto con el estancamiento en la producción de petróleo y gas, las presiones sobre el sector energético se han vuelto gravísimas, y demuestran la inconsistencia entre las políticas de demanda expansivas y serias restricciones en la oferta agregada del país. Además, un tipo de cambio oficial sobrevaluado, restricciones a las importaciones, y una fuerte expansión en la oferta monetaria, muestran el inevitable trayecto al desastre. La posible intervención o confiscación por parte del gobierno, como otras acciones del pasado, no tendría ningún efecto favorable.

De acuerdo al análisis de requerimientos de inversión incorporados en el estudio” América Latina 2040- Romper con la complacencia” (2013), en el que tuve el privilegio de participar, las necesidades de inversión en energía a nivel anual son de casi 3 por ciento del PIB para Argentina y en general para toda la región. Los resultados de los estudios de infraestructura realizados por CAF indican que el gasto en energía ha sido de menos de 1 por ciento del PIB. Cualquier recuperación requiere aumentar fuertemente la inversión no solo para acompañar a l crecimiento sino también para recuperar el espacio perdido.

El proceso equivalente en el área de producción de combustibles y otras área de infraestructura muestran el difícil pero inevitable reto. Y este reto no es solo relevante para la Argentina sino para toda la región, que con muy pocas excepciones se ha quedado atrás en el camino al crecimiento sostenido que otras economías emergentes están logrando. Mientras los precios de las materias primas aumentaban sin cesar, parecía no existir problema. Ahora que los precios han descendido, queda al descubierto que no hay camino y que hay mucho que andar para construirlo.

Fuente: www.infolatam.com