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martes 18 de febrero de 2014

La Dictadura Kirchnerista

La Dictadura  Kirchnerista

( muchos protagonistas para una misma película )

Después de diez años, el gobierno ha entrado en la etapa de reconocimiento. 

         Reconocen el narcotráfico, reconocen la ortodoxia económica, reconocen la inflación pero nada de ello garantiza cambio, a no ser que reconozcan que son ellos el problema, la razón de los males que aquejan.

         Sin embargo, eso no sucederá, por conveniencia y por naturaleza. Son perversos no ingenuos. 

         Muy posiblemente, la ecuación sea dada vuelta como se dio vuelta a la Nación completa. 

         De ese modo, no seremos nosotros quienes volvemos al FMI sino que será el FMI embelesado quien volverá a nosotros. Y así resucitará el relato.

         El mundo que se nos caía encima, ahora nos acaricia… Cristina maquilla la realidad a conveniencia, no es novedosa su pericia.

         El país está a la deriva, si acaso no es aún el Titanic es porque a ninguno de los actores que protagonizan – o pretenden protagonizar la política -, les conviene todavía. 

           La pregunta del millón es entonces la duración de ese “todavía”.

           Este escenario, donde el pus aflora por todos lados, parece ser el peor legado, sin embargo, hay quienes aún están sacando un provecho bárbaro (literalmente hablando) Es el caso del sindicalismo que regresa al ring después de haber estado relegado.

          ¿Hace cuánto no se escuchaba a Hugo Moyano? ¿Luis Barrionuevo no había quedado sepultado en la Catamarca de los escándalos? Antonio Caló vegetaba.

           De golpe, son los hombres más demandados…

           Años callando como si los obreros estuviesen viviendo en la opulencia, como si los salarios no mermasen antes que el calendario…

           De repente, el poder pasa a sus manos. Un tiempito van a disfrutarlo. No es un pase mágico, es la mismísima jefe de Estado quien les está dando más de lo que jamás hubiese pensado. Son los costos de los reconocimientos a destiempo.

           Probablemente, la Presidente crea que tiene “agarrados” a los jefes sindicales con carpetas y prontuarios, y algo de eso sea cierto.

           En su momento, tras un “descarrilamiento”, Néstor Kirchner utilizó algunas causas judiciales contra el líder camionero, y lo encausó sin titubeos.

           Sin embargo, diez años sellaron un hartazgo que va más allá de las coyunturas y el poder adquisitivo. Aún cuando el bolsillo siga siendo el principal jefe de los argentinos, hay un cansancio subyacente al mal trato. 

           Fueron muchos los gritos, fue excesivo el descrédito a la evidencia empírica y fáctica, fue desmesurado el monto de lo robado, fue muy fuerte la carcajada sobre sangre derramada…

           En los 90′ ministros y funcionarios quizás abrieron cuentas afuera y coimearon empresas, en esta década abrieron bóvedas, y se quedaron con ellas. Se sabía, se vociferaba en sobre mesas, después Jorge Lanata lo puso en pantalla.

            No se trata de endiosar periodistas sino de reconocer (aprovechando, justamente, la moda de esta época) que hubo quienes no esperaron diez años para darse cuenta y mostrar qué clase de gente había tomando el mando. Esto de aplaudir “arrepentidos” tardíos sinceramente, da pena.

           El argentino promedio de estos días pertenece a la generación de la imagen : esa imagen que vale por mil palabras, y por millones si encima las dice Cristina. Porque el primer ajuste que hizo la dama empezó por casa: la mandataria se devaluó a sí misma en primera instancia. La mentira no fue “bienintencionada”, fue sistemática. Y la credibilidad no se recupera, menos después de una década.

           En rigor, la imagen de la dirigencia en su conjunto no es buena, el escepticismo es la primera consecuencia de esta decadencia. Los empresarios coquetearon demasiado, aplaudieron fuerte en el Salón Blanco.

           Creer en ellos es complicado pero lo es también ponerlos ahora en el banquillo de los acusados. No conduce a ningún lado, no dará resultado a pesar de que la comprensión de las verdaderas razones de la inflación no este al alcance de las mayorías. ¿Cuántos ciudadanos saben los pormenores del gasto público o de qué trata la emisión monetaria?

          Para entender en serio qué pasa es menester salir del microclima y de la red social por un rato. Hay otra vida que no es tan cómoda ni sencilla, pero sí es o está siendo, en exceso, masiva.

           Así como difícilmente los sindicalistas puedan ser los héroes de esta película, no serán tampoco los villanos, y ahora están a punto de tener su clímax pese a que la novela no es ajena, es kirchnerista. 

           Los “malos” son varios, seguramente más de los que, al final terminen ajusticiados. Pero el domicilio en todos los casos, los halla en Balcarce 50 y aledaños.

          La oposición yace en su exilio voluntario, son casi burócratas autoproclamados con más temor a la herencia que ganas de hacerse cargo. Quieren el juego del poder, por eso están donde están y hacen declaraciones como si fuesen meros espectadores, pero no quieren pagar costos de la fiesta que no siempre fue de otros. A más de uno se lo vio bailando en ella. Creer que no actúan para evitar dejar como víctima al kirchnerismo es una excusa un tanto infantil a esta altura. En ese sentido, la grieta que nos divide halla su antítesis: el miedo hermana, unifica y acuna.

            Queda pues un sector capaz de encender una luz de esperanza: los jueces. Jurisprudencia de gran conducta no han dejado, mas también es cierto que no puede enlodarse a todos con el mismo barro. No será sencillo, pero en esta oscuridad son ellos quienes tienen las velas y los serillos. El asunto es encender el fuego e iluminar aunque sea un ápice el camino.

           Si eso sucediese, la sociedad podría ver más allá, y entender por qué es fundamental seguir de cerca los sucesos de Venezuela.

           No se trata de prestar una solidaridad de pacotilla o mostrar una virtualidad compasiva, se trata de entender, que lo que acontece en esa geografía, puede suceder en ésta mientras estamos esperando el Mundial, o averiguando quienes escondieron la yerba Amanda que busca denodadamente Cristina.

          Porque esa búsqueda es un ardid para ocultar aquello que a esta altura no admiteeufemismo : la dictadura del kirchnerismo.