La estafa de la jubilación estatal
La jubilación debe ser cosa de cada uno. Es decir, el ahorro para nuestro retiro del mundo laboral no debería estar en manos de la dirigencia política
Si bien hoy en día es políticamente incorrecto hablar de la jubilación privada, tengo bien en claro que la mayor estafa que el populismo le ha hecho a la gente es la jubilación estatal. En nombre de la solidaridad social, el sistema de reparto ha sometido a generaciones de trabajadores a que terminen sus días de jubilados como verdaderos mendigos.
Es común ver como muchos jubilados caen en el error de decir que los estafaron porque los aportes que hicieron durante años se los robaron dado que cobran jubilaciones muy magras. La realidad que tanto los llamados aportes al sistema previsional que hacen los que están en actividad así como las contribuciones que realizan las empresas por cada trabajador son simples impuestos. En efecto, no es el aporte del trabajador y la contribución patronal de la empresa un ahorro destinado a cubrir la vejez del actual trabajador. Es solo un impuesto que se aplica para financiar el pago de los haberes de los actuales jubilados. Dicho en otras palabras, los actuales jubilados tienen su jubilación de los impuestos que pagan los trabajadores que actualmente están en actividad así como de las contribuciones patronales. En un sistema de reparto no hay tal cosa como un ahorro para cuando uno se jubila. Solo hay impuestos que se cobran sobre la nómina salarial para mantener a los actuales jubilados. Y, los que hoy estamos en actividad, el día que nos jubilemos recibiremos los mendrugos del estado benefactor por los impuestos que pagarán los que estén en actividad en ese momento.
Resalto, en un sistema de reparto no hay ahorro. Nadie puede reclamar por sus aportes porque esos aportes fueron solo impuestos para sostener a los jubilados del pasado.
Matemáticamente el sistema de reparto estatal es inviable porque: 1) al aumentar la esperanza de vida hay cada vez menos trabajadores en actividad para sostener por cada jubilado, 2) la alta carga tributaria sobre la nominal salarial más la disparatada legislación laboral hace que mucha gente prefiera trabajar en negro en el caso argentino y, por lo tanto, el trabajo en negro no paga impuestos para sostener a los actuales jubilados, 3) en el caso argentino hay que agregar que hoy en día, fruto del populismo k, mucha gente vive de un subsidio “social” y por lo tanto no aporta para que los jubilados puedan mejorar sus ingresos, 4) la tasa de desocupación es tan alta que se reduce aún más la relación cantidad de trabajadores en actividad por cada jubilado y 5) el populismo ha destruido de tal manera la productividad de la economía que los salarios reales son bajos. Como las jubilaciones son un porcentaje de los impuestos que se cobran sobre salarios reales bajos, inevitablemente los jubilados tienen jubilaciones de hambre.
Los que hoy dependen del sistema de reparto estatal como los que nos jubilemos en el futuro no podemos esperar nada del estado salvo miseria. Y esto es culpa de la misma gente que ha votada estatismo y rechazada la libertad.
La gran mayoría de la dirigencia política y buena parte de la población aplaudió cuando literalmente nos robaron los ahorros que teníamos en las AFJP, sistema que tampoco comparto en la forma en que fue implementado en Argentina, pero al menos es menos malo que la estafa que es el actual sistema de reparto.
La jubilación debe ser cosa de cada uno. Es decir, el ahorro para nuestro retiro del mundo laboral no debería estar en manos de la dirigencia política que ha demostrado ser lo suficientemente incapaz y estafadora como para saber de antemano que nos condenará a la miseria el día que nos retiremos.
Más de un dirigente político, suponiéndose un ser superior al resto, argumentará que si no se obliga a la gente a aportar cuando llegue el momento de jubilarse no tendrá ahorros porque no todos son previsores. En consecuencia, para que no vivan en la miseria en el futuro hay que obligar a la gente a aportar a un sistema de reparto. A la vista de todos están los resultados de lo previsores que fueron los que se creían seres superiores. Una gran masa de jubilados viviendo con la mínima que no alcanza para nada.
Nuestros abuelos y bisabuelos ahorraron sin que nadie les dijera cómo tenían que hacerlo. Muchos de ellos ahorraron comprando propiedades para vivir de los alquileres cuando se retiraran. Esto funcionó hasta que llegó Perón y estafó a los jubilados con la ley de alquileres.
Las AFJP, a pesar de ser un sistema ampliamente mejor que el de la jubilación de reparto, tenían errores como altas comisiones para comprar bonos del estado, con lo cual pagábamos una comisión por tener riesgo estatal. Negocio chino. Además no había competencia con aseguradoras del exterior.
En Chile mataron el sistema de reparto y funciona el sistema de capitalización en las AFP, donde cada persona tiene individualizados sus ahorros. Esos ahorros perteneces a cada persona con nombre y apellido a diferencia del sistema de reparto.
Para que tengamos una idea del destrozo que se hizo en Argentina con los ahorros, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad, que no es otra cosa que el título que el kirchnerismo le puso al robo de nuestros ahorros en las AJFP, maneja unos U$S 30.000 millones, en tanto que las AFP chilenas administran U$S 150.000 millones. Es ahorro de largo plazo que puede financiar hipotecas para que los jóvenes puedan comprar su primera vivienda sin necesidad de recurrir al denigrante curro del plan PROCREAR por el cual el estado decide a quién le otorga un crédito para construir su casa.
El ahorro de largo plazo, como es el caso del ahorro individual para las jubilaciones, constituye un formidable mecanismo de financiamiento de créditos hipotecarios a tasas muy bajas o de inversiones en el sector productivo. Incluso si el que ahorra para su jubilación lo hace en forma de propiedades, genera un círculo virtuoso de ahorro y crecimiento económico. Mueve la actividad de la construcción y aumenta la oferta de propiedades en alquiler con lo cual es más fácil acceder a una vivienda, por ejemplo para las jóvenes parejas actuales porque aumenta la oferta de propiedades en alquiler.
En síntesis, soy consciente de que criticar la jubilación de reparto estatal y defender la privada es políticamente incorrecto, pero me niego a aceptar que por decir lo políticamente correcto se siga estafando a generaciones de gente que al llegar el momento de su retiro advierte que los políticos, usando el estado, lo estafaron sin piedad dejándolo en la miseria más absoluta.
Recapacitemos para que las futuras generaciones no tengan que padecer el abandono al que el “estado benefactor” ha dejado a los actuales jubilados.