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jueves 28 de mayo de 2015

La falsedad de ciertos juicios de valor

La falsedad de ciertos juicios de valor

La falsedad de un juicio de valor no promueve solamente una objeción contra el mismo, sino que nos pone ante la deshonestidad de quien lo emite SIMULANDO HABER FORMADO SU OPINIÓN A TRAVÉS DE CIERTOS PRINCIPIOS ACADÉMICOS “PUROS”, cuando lo que pretende en realidad es lograr algún propósito específico de SU interés personal.

La política resulta un ámbito propicio para que esto ocurra, porque se halla infestada tradicionalmente por muchos cultores de la bien definida por Nietzsche como “causa sui” (causa de sí mismo), que pretenden “salir a la existencia desde la nada” mediante una temeridad consistente en inventar causalidades que no guardan relación ni remota con lo que dicen, sin prejuicios morales de ninguna naturaleza.

Observando el desarrollo y crecimiento del kirchnerismo (hoy en cuarto menguante), podemos advertir que sus dirigentes han descendido durante estos años a la profundidad más abyecta de la mentira, en su desfachatado avance hacia el sostenimiento a perpetuidad del poder absoluto.

La aventura K ha carecido de prejuicios, sorprendiendo hasta a los más avezados observadores de la política. En efecto, a medida que avanzaba el deterioro de sus planes atrabiliarios, todos supusieron que existiría algún límite que los detendría antes de provocar el “holocausto de la verdad” que montaron cínicamente. Sin embargo, consiguieron esquivar todos los obstáculos que encontraron en el camino y usaron las palabras para deformar los hechos de la realidad con un desparpajo propio de los peores regímenes populistas de la historia.

Una de ellas, el “desendeudamiento” (por dar un ejemplo tomado al azar), ha sido un prodigio de falsedad sobre algo que jamás ocurrió, promoviendo dicho concepto en forma sutil y perversa, hasta que, finalmente, todos comprendimos (aún sin ser economistas) que era menester analizar la cuantificación de su significado para llegar a la amarga conclusión que en realidad deberíamos haber rechazado la falacia de cuajo desde el primer momento.

Hoy día, hasta el ciudadano común se pregunta, rascándose la coronilla, qué han querido decir y, finalmente, qué beneficios le ha traído semejante falsedad.

Del mismo modo, el denominado “crecimiento de matriz diversificada”, vendido como el auge explosivo de los distintos ámbitos donde se desarrollan el comercio y la industria, no fue sino una frase grandiosa, más propia de un auténtico credo fascista. Ese que movía al Duce a reunir a la plebe en el Campidoglio romano para anunciar la majestuosidad de una política dirigida según él a “fortalecer” el proyecto de su gobierno con el fin de proporcionar felicidad permanente a su pueblo (¿).

La realidad indica hoy con claridad meridiana que crecimos en forma desordenada durante algún tiempo, por la inercia de un tipo de cambio que heredaron los K luego de la horrible pesificación asimétrica propiciada por el senador Duhalde durante la crisis provocada por otra facción peronista en el año 2001 -que dejó a medio mundo “en la lona”-, ya que no hubo diversificación alguna y solo pudieron sostenerse las actividades que recibieron subsidios absurdos e indiscriminados, para sostener la fantasiosa “expansión” prometida, quitándole en realidad todo incentivo al esfuerzo y la competencia.

Renació así – ¡una vez más! -, el “capitalismo de amigos”, que con tanta vocación ideológica ha cultivado el peronismo populista de todas las épocas.

Nadie puede tener por verdadera una doctrina que pregona la búsqueda de la felicidad por caminos equivocados y pretende hacer virtuosos a los hombres que se entusiasmen con ella por lo bueno, lo verdadero y lo bello. La “estética” del movimiento K inflamó no obstante el espíritu de mucha gente que se confundió y marchó insuflada por un supuesto “idealismo”, intentando propagarlo al resto de la sociedad a través del ocultamiento de los verdaderos fines de un gobierno que amortiguó como pudo (y pésimamente mal), las dificultades de la economía mediante disposiciones perversas sin contenido intelectual alguno.

La propaganda machacona de Néstor, Cristina y sus secuaces inmediatos (de Vido y Zannini por dar dos ejemplos específicos) consistió en “colorear” sus errores con un atrevimiento y un cinismo sin igual.

Hoy estamos frente a los resultados de estas maquinaciones de quienes solo persiguieron quedarse en el poder, “apretando” todas las variables políticas y económicas en forma arbitraria mediante instrumentos abstrusos.

Mientras hubo alguna “caja” disponible para esquilmar, consiguieron disimular su ineficiencia y falta de preparación para resolver los verdaderos problemas que presenta una Argentina muy compleja, que necesita mucho más que interminables discursos ideológicos. Luego “se les vino la noche”, como dice el vulgo.

Frente a una campaña electoral que se presenta hoy como muy desfavorable para el FPV, la Presidente cree que el “dedo”, y la insistencia en reemplazar la falta de disponibilidades dinerarias mediante órdenes “imperiales”, terminará arreando nuevamente agua para su molino.

Nosotros la estamos viendo más bien como una versión posmoderna y caricaturesca del Führer germánico; aquél que desde el “bunker” en el que se refugió con su amiga Eva Braun, para escapar del avance militar arrollador de los aliados, seguía dando órdenes “estratégicas” de contraataque, ante la muda sorpresa de sus generales que venían a visitarlo “desde afuera” y tenían la sensación de estar frente a una parodia de mando tragicómica.

Como han dicho algunos economistas serios -no comprometidos con ningún facilismo ideológico ni partidario-, los problemas actuales no arrancaron con Cristina, sino con su esposo Néstor, un hombre al que se le adjudicó (vaya uno a saber por qué) un talento natural para manejar la economía. Alguien que -hoy lo tenemos claro frente a las evidenciaso de la realidad-, se dedicó a improvisar con la temeridad de un diletante. Sobre todo a partir del “despido” de Lavagna, quien al menos sabía de qué estaba hablando, aunque estuviese equivocado.

Como suelen decir los médicos y las parteras: los niños que sufren dificultades propias de una mala praxis al nacer, quedan “marcados” para siempre. Esa es la razón por la que hoy no estamos frente a un “pato rengo”, sino más bien a un búfalo herido de muerte.

carlosberro24@gmail.com