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viernes 2 de agosto de 2013

La hipocresía de los mediocres

La hipocresía de los mediocres

“Muchas veces nos esforzamos en engañarnos a nosotros mismos para no ponernos en contradicción demasiado patente con el dictamen de nuestra conciencia; nos tapamos los oídos para no oír lo que ella nos dice, cerramos los ojos para no ver lo que nos muestra y procuramos hacernos la ilusión de que sus principios no son aplicables al caso presente” (Jaime Balmes)

Los candidatos del Frente para La Victoria para las PASO son los más perfectos cultores de esta “contradicción de conciencia” que describe tan sabiamente Balmes.

Resulta patética la hipocresía que adorna el discurso K del tándem de “cabecera” de Cristina para las próximas elecciones -Scioli e Insaurralde-, que nos sigue regalando en plena campaña política nuevas evidencias de los sofismas del gobierno.

El Intendente de Lomas nos dice, por ejemplo, que su visita al Papa “no fue por motivos electoralistas” (sic) mientras luce sonriente en afiches callejeros con Francisco donde se hace mención de la fe. El Gobernador de la provincia “inviable” trata de convencernos que debemos reconocerlo por lo que hace y no por lo que dice.

En el primer caso, se trata de un nuevo aprendiz de los argumentos falsos y ridículos que suele usar el kirchnerismo a todo evento. Quien no sabe como él de qué manera construirlos apropiadamente, recibe un manual instructivo del grupúsculo de adeptos de la Presidente –y de ella misma-, para poder colocarse en la primera línea de combate, aprendiendo a manifestarse en poco tiempo tan oblicuamente como sus “maestros”.

Insaurralde debe creer, como ellos, que los que le oímos somos estúpidos.

En el caso de Scioli, ¿qué es lo que dice y a qué juega? ¿Al gatopardismo? ¿Al chupamedismo? ¿O representa la mediocridad de quien no sabe que no sabe?

A muchos políticos les cuesta ocultar que son malos e ineficientes y “se hacen” hipócritas. Parece que llevaran dentro de sí un germen maligno que deslustra sus acciones, y a poco que comienzan su camino hacia el poder, ese germen los “pierde” totalmente, sin tener la menor

repugnancia al contemplar su interior, en donde predominan las más bajas pasiones. Entre ellas, llegar a la meta anhelada a cualquier costo.

Dice Balmes que “si el hombre no fija nunca la mirada en su interior, si obra siempre según le impelen sus pasiones, sin cuidarse de averiguar de dónde nace este impulso, para él llegan a ser la misma cosa pasión y voluntad, dictamen del entendimiento e instinto. En vez de dirigir, moderar y corregir sus inclinaciones, se ve reducido así a ser un vil instrumento de ellas”.

No creemos que ni Scioli ni Insaurralde tengan la capacidad de comprender todo esto. Pero debería servirnos a nosotros como guía práctica, para visualizar con claridad cómo tratan de “pegarse” –como todos los kirchneristas-, a los argumentos que les “incitan”, sin corregir vicios hipócritas que alimentan siempre sus habituales “extravíos”.

El Frente para la Victoria y sus deslucidos y opacos partidarios son el ejemplo vivo de hasta donde puede llegar un individuo para sostener la sinrazón de argumentos derramados “exquisitamente” en discursos de los que emana un “aroma benéfico” que pretende hacernos aceptar las falsedades con que nos “castigan” cada vez que abren la boca.

Lo hemos dicho antes de ahora: el kirchnerismo dejará tras de sí una estela de incultura y precariedad conceptual alarmante; como consecuencia, costará mucho tiempo desarraigar el clima que viviremos durante algún tiempo, una vez que hayan desaparecido de los lugares por donde han “paseado” sus bastardas incongruencias.

Debemos entrenarnos pues desde ahora para aceptar que este déficit ensuciará, con seguridad, la política argentina de los próximos años. Y mientras tanto, y a modo de defensa personal, esforzarnos para reconocer en cada momento la hipocresía de sus planteos.

Cultivan la peor: la del hombre mediocre, que tan bien describiera José Ingenieros.