La humillación del Kirchnerismo
El éxito del Frente para la Victoria, se basó en algo que en su tiempo señaló Ludwig Von Mises al analizar los resortes del auge del marxismo: ofrecer a mucha gente la perspectiva de satisfacer aquellas aspiraciones y sueños de venganza tan profundamente consustanciados con el alma humana desde tiempo inmemorial.
“Un sentimiento que promete un paraíso en la tierra y, lo que es más grato aún para los perdedores en el juego de la vida, la humillación de todos los que son mejores o más fuertes que la multitud” (Von Mises).
La estrategia de la igualdad a través de la redistribución de los ingresos (que nunca se concretó adecuadamente) y la conformación de un Estado benefactor que propiciara la intervención en cuanta actividad comercial e industrial pudiera imaginarse, fue vendida a los adeptos al régimen como algo “socialmente conveniente”.
Hoy la taba se ha dado vuelta: la caída de Cristina ha provocado humillación en quienes progresaron artificialmente, no por la suma de virtud alguna, sino por su cercanía con el poder. Humillación sufrida al ser expulsados de sus cargos por ineptitud, mientras acusan a Mauricio Macri como el responsable de su debacle personal.
En esos términos hay que entender las características del escenario político actual, en el que se mezclan (entre muchos otros) los verborrágicos Ottavis, Larroque, Víctor Hugo Morales y Martín Sabbatella como supuestos líderes “de opinión”, dejaron de interesar a una sociedad que se demuestra ávida por recobrar su armonía natural para mirar al futuro con esperanzas.
El kirchnerismo edificó su credo sobre tres elementos principales muy extendidos en los gobiernos populistas: a) negar algo que era obvio, es decir que existen diferencias de capacidad intrínsecas en cada individuo; b) fortalecer la mítica teoría del derecho a obtener el “producto pleno” de su trabajo por parte de los asalariados, sin importar coeficiente alguno de aptitudes personales; c) alentar el consumo compulsivo e inmediato, apelando a los oscuros resortes de la envidia que existe en la mayoría de los hombres respecto de los que más tienen.
El pretexto clásico para la intervención estatal a fin de lograr estos fines, los llevó a subsidiar actividades crónicamente deficitarias (Aerolíneas Argentinas, Sol, Enarsa y Cresta Roja son algunos buenos ejemplos), a fin de mantener conservar las fuentes de trabajo artificialmente, provocando pérdidas que ascendieron a niveles astronómicos ante la ausencia de disciplina financiera alguna.
Esto explica la ímproba tarea que tiene por delante el gobierno del ingeniero Macri, para desterrar conceptos totalmente equivocados que propiciaron durante doce años una enorme corrupción conceptual, a través de un discurso falso.
Por todo ello, los kirchneristas residuales sienten hoy que les han “pateado el hormiguero” y buscan reagruparse inorgánicamente como termitas espantadas, reuniéndose en algunas plazas y puertas de organismos de los que fueron expelidos, utilizando un discurso que huele a naftalina.
Jamás imaginaron que su idolatrada Cristina Fernández echaría a pique por medio de sus desvaríos un buque que navegaba por aguas tranquilas donde todos comían y bebían alegremente, consumiendo a destajo los pocos víveres emergentes de empresas diezmadas por una política absurda, que terminaron por convertirse en una amenaza para los ideales del “movimiento” al dejar de producir lo necesario para la supervivencia.
El cambio llegó así de la mano de una combinación producida entre el hartazgo de quienes no gozaban de los favores “imperiales” y aquellos otros que, aunque permaneciesen fieles aún, comenzaban a percibir que el sendero por el que caminaban se había estrechado en forma manifiesta.
Dicen los sociólogos que el lenguaje de la “conciencia social” aparece generalmente cuando una situación se desmadra y la gente comienza a sentir el escozor de una realidad que envía mensajes subliminales tales como “hasta aquí hemos llegado y no parece que podremos avanzar mucho más”.
Muchos simpatizantes más tibios que los que vivían de los favores “palaciegos” y enrojecían sus palmas vivando a su líder, mutaron pues hacia un cambio, ante la sorpresa de la infatuada “arquitecta egipcia”. Gran cantidad de votos de Cambiemos provinieron así de distintos sectores sociales que percibían que el régimen se había cerrado y comenzaban a consumarse flagrantes injusticias que beneficiaban solo a ciertos chambelanes del reino.
El kirchnerismo quedó “en falta” ante la gente que lo apoyaba y el silencio que hoy guarda la “exiliada” ex Presidente en el sur, no es más que una expresión de la aguda humillación sufrida por haber caído desde la cumbre de una soberbia que le hizo creer que reinaría de por vida.
Si el ingeniero Macri logra una “convergencia” con los desencantados rescatables y consigue atraerlos a su lado, avanzando en pos de mejoras que se vayan palpando, podrá ampliar sin ninguna duda su base de apoyo y constituirse en una bisagra que nos lleve en los próximos años a un progreso económico y social inimaginable.
Pronto lo sabremos.
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