¿La macroeconomía es realmente economía?
El mundo probablemente habría estado mucho mejor si la macroeconomía nunca hubiese sido pergeñada. Si bien tengo en mente sobre todo a la macroeconomía keynesiana, incluyo también otros tipos de modelos macro. E inclusive incluyo, un poco a regañadientes, todo el enfoque de la teoría cuantitativa que desciende de David Hume hasta los friedmanitas, conocidos actualmente como monetaristas.
El mundo probablemente habría estado mucho mejor si la macroeconomía nunca hubiese sido pergeñada. Si bien tengo en mente sobre todo a la macroeconomía keynesiana, incluyo también otros tipos de modelos macro. E inclusive incluyo, un poco a regañadientes, todo el enfoque de la teoría cuantitativa que desciende de David Hume hasta los friedmanitas, conocidos actualmente como monetaristas.
Uno de los aspectos del monetarismo que me molestaba mucho antes de convertirme en un economista austríaco (corriente) es la excesiva simplificación de la actividad económica agregada. Descansando su análisis en (una versión más o menos elaborada de) la ecuación de intercambio de Fisher, los monetaristas sostienen que los cambios en la demanda agregada nominal (por consiguiente los movimientos ya sea en la producción real o el nivel de precios) ocurren en respuesta a los cambios en la cantidad de dinero (en ausencia de una compensación por cambios en la demanda de dinero). Para mí, esta idea parecía ser una afirmación de que el rabo de la cantidad de dinero puede y hace menear al perro del agregado económico; que, más específicamente, en una situación de subcapacidad de la producción real (“recesión” o “depresión”), incrementos en la cantidad de dinero—y sólo esos incrementos—llevan a incrementos en la producción real y el empleo.
Porque yo creía, y sigo creyendo, que los cambios en la producción y el empleo agregados pueden ocurrir también como resultado de cambios en otras variables (por ejemplo, las percepciones de los inversionistas de la seguridad futura de sus derechos de propiedad privada “incertidumbre de régimen”]), el monetarismo siempre me parecía reclamar un grado inverosímilmente alto de poder explicativo, parte del cual podía ser ocultado por espurias correlaciones empíricas entre el dinero y la producción total al estilo de Friedman y Schwartz.
Resumiendo, entre otras muchas deficiencias, tal como fue expuesto por Mises y sus seguidores, el defecto más fundamental del monetarismo es idéntico al defecto más fundamental de las teorías keynesianas, post-keynesianas, neoclásicas, y otras propuestas por los macroeconomistas durante los últimos setenta u ochenta años: no sólo la teoría deja fuera variables críticas, sino que es demasiado simple, expresándose en grandes agregados omnicomprensivos, que ocultan la verdadera acción económica que tiene lugar dentro del orden económico.
He escrito una elegía relacionada con este tema, de mayor extensión y con más detalle, en mi artículo (en inglés) titulado “Recesión y recuperación: Seis errores fundamentales de la ortodoxia actual”.
Traducido por Gabriel Gasave
Robert Higgs es Asociado Senior en Política Económica y Editor general, The Independent Review.
Fuente: independent.typepad.com