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jueves 16 de noviembre de 2006

La oposición en su laberinto

A pesar de la experiencia misionera, todavía son muchas las dificultades existentes para articular un acuerdo del arco opositor que resulte viable como proyecto electoral y, más aún, como programa de gobierno.

La posibilidad de configurar un frente opositor en condiciones de enfrentar con ciertas perspectivas de éxito al kirchnerismo parece, por el momento, bastante lejana. La victoria de la coalición opositora en la elección de Misiones hizo que el tema adquiriera repentinamente una significación mayor de la que tenía hasta hace pocas semanas y motorizó contactos más dinámicos de los que había antes de la derrota de Carlos Rovira. Sin embargo, esas conversaciones no han hecho más que poner de manifiesto las dificultades existentes para articular un acuerdo no sólo viable como proyecto electoral sino, lo que es mucho más complicado aún, como hipótesis de gobierno.

La elección de Misiones ha puesto de manifiesto que la oposición, unida, puede derrotar al aparato oficialista. Pero es mucho más fácil unirse para rechazar un proyecto reeleccionista que convenir y llevar adelante un programa de gobierno destinado a perdurar durante cuatro años. La dificultad para configurar un proyecto opositor al del gobierno se explica por el hecho de que las corrientes opositoras son muy heterogéneas y, en ciertos casos, incompatibles entre sí. Lo que es más complicado todavía es que ese proyecto debe resultar atractivo para la población. Por ejemplo: ¿es creíble un proyecto opositor donde ocupen un papel protagónico conspicuos duhaldistas o desairados radicales?

Sería fácil expresar un “no” rotundo y terminante. Esto significaría, entonces, que el camino está expedito para la continuidad del kirchnerismo. Éste es el punto donde el problema se plantea en su verdadera dimensión. La Argentina necesita una renovación de su política, pero esa renovación no se puede llevar a cabo prescindiendo por completo de las estructuras existentes. La única manera de renovar la política es por medio de un proceso gradual donde nuevos dirigentes compartan espacios con representantes no demasiado desgastados de la política tradicional. La frase “que se vayan todos” contiene una ilusión mágica, la de creer que es posible expulsar instantáneamente todos los males que nos afectan y reemplazarlos por hombres probos e incuestionables. Este tipo de milagros no forma parte de las alternativas humanamente posibles.

La configuración de un frente opositor al kirchnerismo no puede ser materializada sino con los políticos que están disponibles, que no son, por cierto, los ideales, pero son los que hay, que son estos y no otros. Habrá que buscar la manera de que, con estos políticos, sea posible diseñar un proyecto apto para disputar el poder al kirchnerismo, que despierte la adhesión de la mayoría del pueblo y luego sea capaz de desarrollar una gestión de gobierno que al menos sea decorosa y no incurra en las groserías que caracterizan a la gestión de Kirchner.

Las conversaciones de las últimas semanas han puesto nítidamente de manifiesto las dificultades que se presentan para llevar adelante la ingeniería política necesaria para estructurar un proyecto alternativo al kirchnerismo, aunque en sí mismas revelan una revitalización de la idea de gestar una alternativa potencialmente ganadora, inquietud que, antes de la elección de Misiones, estaba aletargada por falta de convicción para llevarla adelante. Se percibe ahora una mayor voluntad que hasta hace pocas semanas. Ese solo hecho, en sí mismo, es significativo.

Pero ahora llega el momento crítico. Hay que convertir esa voluntad en un proyecto coherente, a despecho de las diferencias existentes entre todos aquellos que formen parte de la iniciativa. Además de ser coherente consigo mismo, ese proyecto debe satisfacer las expectativas populares mejor que el kirchnerismo porque, de lo contrario, no tendrá posibilidades de obtener la victoria. Como se ve, nada de esto es sencillo.

¿Existe la posibilidad de constituir un proyecto opositor satisfactorio y potencialmente ganador? Categóricamente, sí. Lo dudoso es que los responsables de realizarlo sepan encontrar los métodos para concretarlo. Será necesaria una alta cuota de sacrificio personal por parte de muchos de los involucrados para que una iniciativa de este tipo prospere. No puede haber muchos candidatos a presidente. Por lo tanto, sólo uno de los muchos postulantes para ocupar esa candidatura verá satisfechas sus aspiraciones. Los demás deberán resignar sus ambiciones. ¿Habrá entre los participantes del acuerdo la suficiente grandeza como para aceptar que sea otro el candidato? La lógica habitual de la política argentina indica que no. Pero después de tantas vicisitudes por las que nuestro país ha pasado, ¿no cabría la posibilidad de que también la dirigencia haya experimentado un proceso de maduración que le haga comprender que incluso por su propio beneficio es conveniente que adopten conductas más flexibles?

La conclusión que se extrae de todo este análisis es que el futuro político de nuestro país está plagado de incertidumbres y, también, de posibilidades. Hay innumerables caminos que podrían ser recorridos, algunos promisorios y otros desaconsejables. Nada está claro ni definido. Nada es inexorable, lo bueno ni lo malo. Hay al menos perspectivas hipotéticas que hasta no hace mucho no existían. Ese sólo hecho hace ver hoy el futuro con colores menos sombríos que los que pintaban el panorama hace un período no demasiado extenso. Ojalá que el horizonte continúe aclarándose, aunque más no sea para que desaparezca la sensación de zozobra que aún nos sobrevuela. © www.economiaparatodos.com.ar

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