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jueves 9 de noviembre de 2006

La papelera finlandesa es ya una realidad

Pese a las presiones que nacen en Gualeguaychú, las obras de Botnia avanzan raudamente: la obra civil ya está casi terminada y ha comenzado la construcción de la planta electromecánica.

Mientras los ruidosos ambientalistas vernáculos –ahora relativamente dentro del marco del respeto a la ley y sin cometer obvios delitos– siguen presionando a las autoridades orientales y a la propia empresa, lo que provoca que se ganen la antipatía de muchos, las obras de la empresa Botnia siguen su curso, con la reconocida eficiencia que caracteriza al andar de las compañías finlandesas.

La obra civil de la planta, que se denomina “Orion”, ya está en un 95% de ejecución. Las decenas de estancieros y explotadores de balnearios y lugares de diversión sobre el río, que pretenden que su panorama visual no cambie, están comenzando a resignarse a lo que sucede. La fábrica es una realidad, aunque aún no opere. La planta electromecánica ha comenzado su construcción.

Hasta el momento, se han consumido en ella unos 110.000 metros cúbicos de hormigón. Hoy, trabajan en la construcción unos 2.900 obreros y para fines de noviembre se espera que lo hagan unos 4.500, ya que éste es el mes pico de ocupación (trabajo) generado por la obra. Hay entre ellos más de mil operarios calificados, que residen en un barrio con 79 viviendas construidas y en 140 casas adicionales en convenio con las autoridades municipales, así como unos 120 grandes contenedores que han sido especialmente adaptados para proveer espacio precario para viviendas provisorias.

En este momento, el nivel de actividad es grande. Hay unas veintiséis empresas subcontratistas procedentes de Brasil, Austria, Finlandia, la República Checa y, naturalmente, del propio Uruguay. Ninguna empresa de la Argentina, lo que debe entenderse como una de las consecuencias obvias del conflicto que “nos supimos conseguir” con la invalorada ayuda de Néstor Kirchner, quien –concurriendo al rescate de su aliado incondicional, el gobernador Busti– nacionalizó, de pronto y ante la sorpresa de todos, el problema.

Botnia ya ha instalado en la zona una notable estación meteorológica, que realiza mediciones diarias de humedad, temperatura y vientos y obtiene datos y muestras. Cuenta, incluso, con un dirigible para realizar estudios térmicos en la zona. Todo un dato para los que creen que las cosas allí se toman, como aquí, a “la ligera”. Algo similar está realizando la Dirección Nacional de Medio Ambiente del Uruguay, en paralelo con las labores de la empresa. También están involucradas la Intendencia de Río Negro, la Junta Departamental, la sociedad civil y otras empresas. Muchos, entonces.

La Argentina se ha negado, pese a haber sido expresamente invitada, a participar conjuntamente en estas tareas de monitoreo. Porque, alegó, ello sería consentir el proyecto que se alza en el país al que –en esta administración– no todos parecen considerar hermano.

La fábrica, a juzgar por las noticias que difunden los medios, estará operativa para el último trimestre del año que viene. Pero, en el verano, muchachos, ya la costa será diferente. En ella, la vista –para quienes están acostumbrados a matear frente al río– será definitivamente otra. Menos pacífica y somnífera, ciertamente. Mucho más dinámica y laboriosa, al menos en el soberano país vecino. Distinta, en todo caso.

Cuando la planta se ponga en marcha, más allá de los dichos de Busti, del lado uruguayo habrá unos 300 puestos de trabajo permanentes y un vigoroso efecto multiplicador de una modernísima inversión en un sector que cambiará definitivamente el perfil industrial y exportador del Uruguay. Así está previsto.

La Argentina sigue tratando, por todos los medios, de torpedear el proyecto e impedir que sea una realidad. Por esto, nuestro canciller, tratando políticamente de congraciarse con todos, afirma que “las plantas no serán una realidad”. Veremos si esto termina siendo así y a qué costo, eventualmente. Particularmente si nuestro país pierde en su intento, lo que, más allá del idealismo, no deja de ser una de las posibilidades.

El embajador oriental Héctor Gross Espiel, uno de los artífices del triunfo uruguayo en La Haya en las etapas preliminares, ha lanzado un desafío: el de acordar un plan ambiental regional para toda la cuenca, que incluiría a la zona de Buenos Aires, donde el daño ambiental que los argentinos hemos generado con impacto en ambas márgenes del Río de la Plata es ya gigantesco, e irreversible. Para pensar, por aquello que los abogados llaman “los actos propios” que, para los argentinos que buscamos “la paja en el ojo ajeno”, no luce nada bien. A que no aceptamos la invitación. © www.economiaparatodos.com.ar

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