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lunes 4 de mayo de 2009

La pérdida de tiempo como gestión de gobierno

El matrimonio Kichner se ha vuelto un especialista en el arte de disfrazar la inacción tras una catarata de discursos vacíos de contenido y la proliferación de medidas de poco alcance.

Un análisis de coyuntura no debería dejar de lado el acto de Hugo Moyano, las declaraciones de Luis D’Elía y la vil maniobra de Aldo Rico, entre otros hechos recientes. Sin embargo, todo ello no es más que parte de la trama que el mismísimo Néstor Kirchner quiere venderle a la ciudadanía. Y no estoy dispuesta a seguirle el juego.

Si atendemos ese escenario prefabricado en Olivos, desatendemos por qué el triunfo oficialista es un anatema. Evaporados los primeros años donde el “viento de cola” y el precio de las commodities colaboraron para mantener la economía viva, nada se ha hecho en pro de solucionar los problemas estructurales de la Argentina.

El eje proselitista del kirchnerismo se alza sobre una plataforma de miedo. Vieja y obsoleta metodología. Si hay temor es a este ahora en el que el Gobierno, en vez de llevar paz, sobresalta y excita. La campaña en general no oferta demasiado a la ciudadanía, pero también es cierto que la gente no está dispuesta a escuchar propuestas que suenen a promesas. Las desilusiones han socavado la confianza y la paciencia. Un punto medio entre la nada y lo concreto sería un buen elemento del cual asirse a la hora de definir si ensobrar tal o cual boleta.

En esta cuenta regresiva que se nos propone hasta el comicio, el Gobierno está consiguiendo lo que ha buscado y encontrado siempre: perder el tiempo, único recurso no renovable que hemos derrochado a niveles impensables. Nada le es más benéfico al matrimonio presidencial, que una sociedad sumida en temáticas efímeras aunque planteadas como bisagras de la historia o puntos de inflexión. Mentira. En rigor, no suelen ser más que acontecimientos manipulados por la maquinaria comunicacional para perder el tiempo, y evitar que a la realidad, se la observe sin velo.

No alcanza está página para hacer una revisión completa de temas banales que nos consumieron sin aportar un ápice, muchos menos desenlace. Nos han robado años, sueños y posibilidades no sólo de crecimiento sino de desarrollo que amerite vislumbrar un horizonte sólido pese a los vaivenes del mundo o la debacle de los mercados.

Con sólo echar un vistazo a los primeros cuatro meses del año, se advertirá que brindamos el 31 de diciembre con la esperanza del rescate de Cristian Bergara. Sueño cumplido, si bien opacado luego por una trama macabra de policías implicados y negociados, hasta quedar en nada. Al menos no se sabe qué pasó, a dónde fue a parar lo pagado, ni cómo fue posible montar tamaña infraestructura para un secuestro que acaparó la atención tantas semanas.

En el mientras tanto, Daniel Scioli habló de reforzar la seguridad, de planes, del eterno “estamos trabajando”. Cuatro meses después, su discurso no ha variado. Tampoco el grado de inseguridad. Acá tenemos, apenas, un acontecimiento más que terminó en la polémica de sobremesa, sólo que sin respuesta concreta.

A su vez, en enero de 2009, otra polémica fútil nos consumió horas inútilmente. La encaró Sergio Massa al osar decir que “éste es un Gobierno pragmático y no progresista”. La ocurrencia requirió la desmentida de Alberto Fernández. Ése es su rol: hablar lo justo y necesario en el momento adecuado. Más que tratar de despegarse de un kirchnerismo en caída, lo que hace el ex jefe de Gabinete es moverse con su cinismo, respondiendo a las directivas ya no de Cristina sino del verdadero jefe político. ¿Qué son entonces los Kirchner? ¿Progresistas? ¿Pragmáticos? A nadie le quedó claro, pero se fueron días y semanas tratando de dilucidarlo.

También por esos días volvía al ruedo Carlos A. Reutemann declarando que se presentaría a la Presidencia en el 2011. Un adelantado, una víctima, ¿o un cómplice de una estrategia política? Ambiguo por naturaleza, el ex piloto jamás definiría con tanta premura su candidatura ni si lo haría de la mano del oficialismo, pacto trazado con el propio Kirchner aunque nadie sabe a ciencia cierta cuánto duró, o si aún tiene algo de vigencia. En síntesis: no aportó nada a la solución de los problemas de la Argentina pero se llevó (y se lleva) un exceso de tinta y de saliva. Más tiempo perdido en naderías.

Desde luego, en este balance de lo que va del año, no cesó ni un solo día, el tema de Gualeguaychú, los cortes, los asambleístas… Sumamos un muerto, pero la solución al problema sigue brillando por su ausencia.

Febrero adelantó lo que se preveía se daría en Marzo: el retorno de la “guerra” contra el campo. Nuevamente, las retenciones, y las divisiones. Lo cierto es que sólo hubo un revival de aquellos tiempos en que todo se dirimía y postergaba con diatribas. Críticas, promesas incumplidas, anuncios vanos y… paro. Así se fue el segundo mes del año.

Marzo se inició con el problema acrecentado, y se lo postergó -de martes en martes- con supuestas mesas “diálogo” Es más, hasta la Presidente se dignó a sentarse a debatir la sequía y las pérdidas pero -como en todos sus discursos-, lo que vendió fue pescado no apto para consumo, digamos. En consecuencia, el campo sigue en crisis, y el país tiene cada vez menos cosecha y mayor índice de pobreza.

Finalmente ese tercer mes, culminó con la Jefe de Estado en Gran Bretaña dando “cátedra” de cómo debe intervenirse la economía para que el mundo civilizado no estalle como una burbuja, sino que se parezca a la Argentina…

Abril nos encontró sumidos en el asombro: la muerte de Alfonsín fue un “darse cuenta” virulento de todo lo que no estábamos, supuestamente, dispuestos a seguir soportando como ciudadanos. La estampa del ex presidente nos recordó otra forma de hacer política distinta. Ninguna maravilla, sino simplemente otro trato, lealtades, autocrítica… Lamentablemente, como el cuerpo del occiso, la memoria se enfrío pronto y henos aquí, otra vez, presos del olvido. De otro modo no se explica que aceptemos las candidaturas virtuales, los atropellos institucionales, las amenazas oficiales a la continuidad democrática, etc., etc.

En medio de todo ello, el adelantamiento electoral, la parálisis del Congreso, las listas imprecisas, los candidatos testimoniales y el dengue. ¡Bingo! Quizás, este surgió como epidemia para recordarnos que el Chaco es una provincia. ¡Y hay muchas más en la Argentina! Sin embargo, bienvenida la gripe porcina que con menos “ramificaciones” logró tapar la realidad de la indigencia provincial y la indignidad de las autoridades políticas.

De hecho, la influenza A le está permitiendo seguir como Ministro de Salud a Sandra Mendoza Capitanich, cuya gestión se limitó a negar los datos, culpar al mosquito, y acallar el llanto de los enfermos y los deudos. ¡Aplausos! Ni hablar de la titular del área a nivel nacional, Graciela Ocaña que, como contadora, no ha podido llevar siquiera un registro de cuántos casos nos acosan.

En definitiva, y sin adentrarnos en los casi 6 años que están “gobernando” los Kirchner, podemos observar cómo en lo que va del 2009 no más, no ha habido ni una sola política concreta tendiente a resolver -o al menos intentar resolver- uno sólo de los problemas reales que acechan a la ciudadanía.

Inseguridad, salud, educación, desempleo, inflación, negligencia, violencia doméstica y no doméstica, droga y paco en expansión, menores libres con asesinatos en sus prontuarios, familias destruidas, en fin… Súmese cualquiera de los conflictos que nos cercenan, no la calidad, sino la vida misma, y búsquese una solución dada por el Gobierno a ella. Agradeceré me la haga llegar si alguien la encuentra.

Aunque breve e incompleto, este merodeo por lo que va del año deja ya una certeza: no hay causa que justifique un triunfo oficialista. A no ser, claro, que nos adentremos en la miseria de la política, donde el clientelismo, la dádiva y el subsidio son los protagonistas. © www.economiaparatodos.com.ar

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