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jueves 31 de enero de 2008

La sanidad que ofrece la edición oficial

Las enfermedades que acosan al país se han vuelto crónicas: convivimos con ellas a diario y confundimos los síntomas, mientras el Gobierno administra placebos en lugar de remedios específicos.

Se va el primer mes del año y en el aire hay una suerte de revival que no es precisamente auspicioso para la Argentina. La mentada década de los 90 con sus caterva de adjetivos descalificativos parece regresar, pero diezmada. Es decir, dejando de lado aquellos aspectos positivos que permitieron al país crecer. El escándalo de los autos con licencia diplomática en manos de particulares, la irrupción de ricos y famosos que se ven “estafados” en su “buena fe”, es una muestra cabal de que la corrupción sigue enquistada en el seno del poder, acrecentándose de manera harto peligrosa.

La concentración de negocios, la manipulación de la historia, la foto trucada del presente y la ausencia de un futuro promisorio son características distintivas de este gobierno que sigue, de alguna manera, “haciendo la plancha”. Nada concreto, nada de reformas estructurales, las políticas públicas ausentes, los partidos políticos huérfanos y algún que otro liderazgo pretendiendo asomar en un horizonte que no deja ver sino claroscuros en su escenario.

Todo cuanto intenten hacer Daniel Scioli y Mauricio Macri se verá eclipsado por alguna maniobra desestabilizadora. El matrimonio presidencial —que se erige a sí mismo como un eterno mártir sobreviviendo a supuestas conspiraciones que, en rigor de verdad, no son tales— tiene claro su objetivo: permanecer en el escenario atendiendo su juego. Un juego que hasta ahora le viene arrojando la nada despreciable suma de más de 11 millones de dólares, una especie de “superávit personal” del que ni siquiera asomó una explicación, sea o no medianamente racional. El silencio otorga. Y en este caso otorga impunidad.

El país está a la deriva. Con una inflación real que triplica a la oficial, como se dio a conocer recientemente, no hay forma de saber dónde se está. Los pobres que el Gobierno dice que existen deben triplicarse en cantidad, la calidad de vida desciende considerablemente y la Argentina que nos vende la propaganda oficial se desdibuja y pierde todo atisbo de credibilidad. Este índice de inflación “rebelde”, como sostienen algunos medios de comunicación, lo que pone en evidencia no es sólo la suba indiscriminada de precios que intenta matizarse con presiones oficiales y controles cuestionables, sino que viene a establecer la institucionalización de la mentira como forma de gobierno.

Detrás de una estadística falsa se esconde un país incierto donde nada es lo que parece ser ni será… En esa fantasía llamada Argentina, la miseria puede desaparecer de la fotografía aunque en la película se observe el crecimiento indecoroso de las villas, los asentamientos ilegales, la gente durmiendo debajo de autopistas. No cabe duda de que el trabajo de edición es una maravilla. El Gobierno, pues, no gestiona, edita. El montaje que se lleva a cabo desde Puerto Madero y ya no desde Balcarce 50 “legaliza” una escenografía que, sin embargo, no es siquiera la que ven los turistas.

La costumbre caló hondo en el pueblo argentino y logró que la corrupción deje de ser siquiera un tema que desvele a la ciudadanía. Apenas un 5% de la sociedad se muestra preocupado por este descaro del Gobierno que convirtió los despachos oficiales en oficinas comerciales. Desde allí venden créditos para inquilinos inexistentes, viviendas que no tienen cal ni cemento, tampoco techo (del total de obras anunciadas durante el primer período del kirchnerismo sólo se ejecutó un 0,36%), trenes sofisticados con velocidades inusitadas para un país cuya infraestructura de transporte requiere subsidios atroces pero sigue siendo obsoleta, y todo tipo de soluciones mágicas.

Sin ir más lejos, a la desmedida cantidad de muertes en accidentes de tránsito quiere solucionárselo con un decreto de emergencia vial, como si por arte de magia una decisión oficial pudiera poner freno a la fatalidad o a la consecuencia de un país que vive como maneja. A la crisis energética que sigue provocando apagones aunque sin prensa se le ofrecen bombitas de luz que no encienden precisamente porque lo que no hay es energía eléctrica. Al conflicto educativo que nos ha hecho retroceder en calidad y ampliar la brecha con los países más competitivos se le responde con la indiferencia u otorgando más días a un ciclo lectivo que luego se caracteriza por los paros docentes o por los recesos necesarios ante crisis edilicias que ponen en juego la vida de estudiantes y maestros.

Estas medidas que no solucionan un ápice dilatan los problemas. El tumor que no se extirpa provoca metástasis en un organismo que hace que la enfermedad no sea un mal a erradicar, sino una forma de vida. Enfermos, los argentinos no buscan ya ni el antídoto al mal y, en esa inercia que nos caracteriza, el Gobierno nos sigue vendiendo placebos por aspirinas. © www.economiaparatodos.com.ar

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