La sociedad pastoril de Capitanich y Cristina
Después de haber escuchado la defensa de la “inefable” Cristina Fernández por parte de Capitanich, asegurando que quienes cuestionan la explotación de Vaca Muerta en los Tribunales, solo quieren transportarnos a una “sociedad pastoril”.
Estamos convencidos que no se ha apercibido que tanto su jefa como su difunto esposo han sido en realidad quienes procuraron hacerlo durante diez años, en los que cercenaron sistemáticamente los emprendimientos privados, con excepción de los que “armaron” en su propio beneficio personal.
Nuevamente estamos de acuerdo con Nietzsche, cuando en algún momento de explosión de su humor ácido, dijo alguna vez que “los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de autoconservación es el instinto cardinal de un ser orgánico”.
El locuaz “Coqui” es un ser orgánico y no parece tener el más mínimo instinto de autoconservación, haciendo papelones todos los días, mientras con ayuda de sus manos traza gestos semicirculares que revelan su encierro cultural y demuestran que ha extraviado su GPS.
No hay duda alguna que Capitanich debería librarse ya mismo de la seducción de las palabras, porque su rutina “gramatical” hiere el oído de quienes lo escuchamos. Su insistencia en tapar el cielo con un harnero se asemeja al movimiento muscular de las fauces de algunos cetáceos encerrados en un zoológico cuando se los alimenta.
En el caso de los cetáceos al menos se lo hace para proteger su salud, pero en el de “Coqui”, los “mandatos de su señoría” corren el serio riesgo de provocarle una úlcera a muy corto plazo.
Solo habría que hacerle entender algo muy simple: la oscuridad de las tramitaciones formalizadas con Chevron por Vaca Muerta, merecen ciertamente la condena de quienes queremos saber por qué fue elegida la compañía explotadora, cuáles son las “cláusulas secretas” que ni la legislatura de Neuquén pudo conocer y, finalmente, si con las cuestiones ambientales –totalmente controlables sin necesidad de abortar el proyecto-, harán lo mismo que con las promesas de limpiar el Riachuelo.
Cuando nuestros políticos “pierden pie”, suelen darle máxima velocidad a emprendimientos que son sindicados por sus “asesores” de cabecera como una llave para equiparar a veces años de desidia y de abandono ideológico en cuestiones que podrían haber convertido al país en una potencia mundial.
Intervenciones de la índole que comentamos, nos hacen desear que llegue cuanto antes el camino de la despedida de estos seres aparentemente “orgánicos” que solo parecen confirmar las dudas que tenía Nietzsche al respecto de su existencia.
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