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martes 3 de septiembre de 2013

La “solidaridad” forzada esconde otra agenda

La “solidaridad” forzada esconde otra agenda

El tema de la libertad versus la tiranía gira fundamentalmente sobre una pregunta: ¿Es moral controlar a una persona mediante la fuerza o la amenaza de usarla, tratándola como una bestia que puede ofrendarse en sacrificio?

El gobernante típico responde que sí, que es moral sacrificar el fruto de la labor o la propia vida de una persona contra su voluntad; y lo disfraza hablando de una “solidaridad” obligatoria. Pero, estimado lector o lectora, recuerde esto muy bien: donde hay sacrificio, alguien siempre recibe la ofrenda del sacrificio. Quien le habla de sacrificios realmente le habla de esclavos y amos, y tiene toda la intención de ser el amo. 

Hoy se nos insta a admirar políticos que distribuyen “ayuda solidaria”. Pero esa ayuda se paga con dinero extraído por la fuerza de contribuyentes que son perseguidos si se niegan a entregar lo que se han ganado honradamente. Entonces, ¿qué admiración moral merece quien tiene un arma apuntada a la billetera de uno? 

En todas partes hay una gran asociación de beneficio mutuo: políticos que obtienen votos con la promesa de combatir la miseria de la población y gente que se consigue empleos o contratos lucrativos distribuyendo fondos de “solidaridad”. Ellos realmente no quieren que las personas dejen de ser pobres. Los vividores de la pobreza ajena no quieren soluciones a esos problemas. 

La mayor parte del dinero recaudado en impuestos para combatir la pobreza mediante la “solidaridad” obligatoria no le llega a los pobres, sino a los burócratas y otros que dicen estar ayudando a los pobres. Una manera en que los políticos mantienen el poder es estableciendo una red gigante de programas estatales que emplean o benefician a sus amigos o partidarios. Amplios reportajes periodísticos en el pasado han indicado que de cada 100 colones designados para “solidaridad” o beneficencia, el Estado gasta 90 colones en burocracia y otros costos y solo 10 colones le llegan a los pobres, que además muchas veces son discriminados por razones políticas. 

Cuando la solidaridad la lleva a cabo la sociedad civil, ocurre todo lo contrario: las personas que se ofrecen en forma voluntaria tienen verdadera vocación de servicio. Además, los gastos son bajos; contrario a lo que ocurre con el Estado, la mayor parte de lo que se recauda en forma voluntaria llega a los más necesitados. Como ejemplo están los Rotarios y los Leones. En las condiciones actuales, no se logra más ayuda por parte de la sociedad civil porque, al quitarnos una gran proporción de nuestros ingresos en la forma de impuestos, el Estado interfiere con nuestra capacidad de expresar y llevar a cabo la solidaridad. 

El político “solidario” siempre usa una trillada cortina de humo: su “compasión por los desposeídos”. ¿Qué trata de ocultar? Su ansia de poder. El poder sobre otros necesita la existencia de mendigos. Si el político “solidario” vive para ayudar a otros, su bienestar requiere que otros vivan en la miseria. ¿Cuál es el mundo que anhela el político “solidario”? Un mundo lleno de gente que haga filas interminables para recibir el racionamiento impuesto por él. 

Por cierto, algunos gobernantes imponen otro tipo de “solidaridad”. Muchas familias cubanas perdieron a sus hijos, alistados en un conflicto militar en Angola ajeno a ellos. Fidel Castro se dedicó a exhortar a los soldados que iban a defender, lejos de su patria, un ideal de “solidaridad” intercontinental. Más de 300.000 soldados y decenas de miles de civiles, médicos y técnicos fueron abandonados entre 1975 y 1989 a 10.000 kilómetros de su isla natal, y más de 10.000 perecieron en estos combates “solidarios”. 

Si ve a alguien que usted cree que necesita ayuda, tiene tres opciones: puede ayudar a esa persona, puede tratar de persuadir a otros para que la ayuden, o puede forzar a otros a ayudarla. Las primeras dos opciones son moralmente admirables, pero la tercera es moralmente reprensible. La solidaridad no se puede forzar. Los únicos que se atreven a forzarla son los interesados en obtener beneficios para sí en el proceso. 

En resumen, la agenda escondida detrás de la “solidaridad” forzada es más poder para los políticos, más empleos bien pagados para una burocracia sin vocación de servicio y más ganancias para la industria de la pobreza; y todo esto a costa del pueblo. A ninguno de ellos le interesa reducir la miseria humana, porque si así fuera se les caería su poder, sus empleos y su negocio.

Fuente: www.fundacionbases.org