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jueves 22 de noviembre de 2007

La solución mágica (Nota I de IIII)

La última elección fue muy desorganizada. En distintos ámbitos se escucha que el sistema electoral caducó y que ha llegado la hora del voto electrónico. Por diversas razones, parece que ni un sistema está tan añejo ni el otro tan maduro.

El sistema electoral colapsó en la última elección. Demoras y faltas de boletas fueron los hechos salientes que mostraron que algo no funcionaba ese día. Al faltante de boletas dedicamos el artículo publicado la semana pasada, interesa hoy evaluar si el sistema en su conjunto ha ya cumplido su vida útil.

Empiezo con una anécdota: un conocido se reúne, una vez al año, con amigos en Mar del Plata. Desde la década del 80, anualmente viaja a esa ciudad balnearia el mismo día del encuentro. Por muchos años, llegó a las 13 del día del evento, puntual para iniciar el almuerzo. Lo sorprendente es que desde esa época va con su auto. Los primeros años era un vehículo casi cero km, y mi amigo lo tenía cuidadito. Lo llevaba al mecánico unos días antes para que lo revisara, le hacía un cambio de aceite, revisaba las cubiertas y llenaba de aire las ruedas. Además, al salir se fijaba si tenía agua. Incluso, en los días previos, se ocupaba de comprar unos anteojos de sol para la ruta. El día del viaje partía con tiempo de sobra, ya que la ruta 2 era complicada.

Con el tiempo, esta persona dejó de ser tan cuidadosa. Sólo iba al mecánico si el auto se le había quedado, confiaba en que los anteojos estaban en la guantera y en que los niveles de agua y aceite estaban bien.

Tantos años llegando puntual, se sintió confiado de que en esta oportunidad llegaría igual tomando las mínimas precauciones. Salió con lo justo: cuatro horas y media tienen que alcanzar, pensaba. A la altura de Chascomús, el auto recalentó. Tuvo que parar, esperar un rato, agregarle agua. Desconcentrado por el enojo, no revisó otras cosas. Cuando finalmente se puso en camino, tenía un retraso media hora, por lo que confió en la autopista para recuperar tiempo. El sol ya estaba alto, buscó los anteojos en la guantera y no los encontró, alguien los había sacado. Quizá molesto por el sol, quizá simplemente distraído, no notó que el indicador del aceite le marcaba alguna anormalidad. Pasando Dolores, el auto dio olor a quemado y se terminó quedando. Se había fundido.

El personaje del cuento consiguió una grúa que lo remolcó. Llegó, finalmente, con casi tres horas de demora a su cita. Los amigos estaban sorprendidos: ¿cómo podía ser impuntual ahora con la ruta convertida en autopista? Cuando él les contó que el auto “se había” fundido, prontamente le recomendaron cambiarlo por uno más moderno.

Tengo la impresión de que a nuestro mecanismo electoral le ha pasado algo parecido a lo ocurrido con el auto de esta anécdota. En 1983 estaba reluciente y brillante, cuidado y mantenido. Pero el 28 de octubre se rompió. Con el tiempo, los preparativos, el mantenimiento y el cuidado dejaron de hacerse. Colectivamente asumimos que el sistema funciona bien, entonces no se revisa, no se le presta atención.

Dos botones bastan para muestra: en 1983, y en las elecciones sucesivas, los padrones provisorios eran publicados con antelación, se publicitaba este hecho y una amplia porción del electorado verificaba su inclusión correcta en los mismos. ¿Cuántos lectores saben si se publicaron los padrones provisorios? ¿Dónde estaban disponibles esta vez? En otro orden, aunque parecido, durante la década del 80 los fiscales de mesa eran citados a las 7.30. Se descontaba que los colegios iban a estar abiertos, las urnas habrían llegado y se temía que no estar antes de la apertura del comicio significase un perjuicio para el partido. Las instrucciones de fiscales y presidente de mesa establecían que se armaba el cuarto oscuro, se llenaban actas, se fajaba la urna y se tenía todo listo para las 8. En punto, votaba el presidente y se abría el comicio. En 2007, las urnas llegaron con suerte a las 8, los fiscales y autoridades de mesa se presentaron con puntualidad argentina a las 8.15 y las mesas que empezaron temprano iniciaron la votación recién a las 9.

Miles de pequeños detalles se han ido descuidando. Se aumentó la cantidad de electores por mesa, aunque no se agrandó el tamaño de la urna. Los últimos electores deben perder tiempo empujando el sobre para que pueda entrar. La relación entre el tamaño de las boletas y la de los sobres es de una proporción que algún matemático podrá establecer, si bien todos comprobamos que no es la que se ajusta el plegado que hacemos de la boleta.

Las autoridades de escuelas y entidades de bien público están ya cansados de la mugre y roturas que quedan luego de la elección. Por eso, organizan todo de manera de dejar el menor espacio posible, el mobiliario menos cuidado y de invertir el menor tiempo posible el domingo.

La Junta Electoral prorroga los plazos intermedios, por demoras técnicas o razones burocráticas. Los telegramas que citan a las autoridades de mesa salen tarde, por lo que llegan también tarde. Por más que los que tengan motivos válidos para excusarse lo hagan en tiempo y forma, ya no se podrá citar suplentes. Muchas autoridades de mesa se confían en experiencias pasadas y no revisan lo que tienen que hacer.

En esta última elección, en cada mesa votaron aproximadamente 300 personas. Suponiendo que cada una de ellas demoró, no en la cola, sino en la ejecución de su voto, 30 segundos más de lo que demoraba en 1983 (porque el presidente tardó unos segundos, porque no encontró la boleta, no pudo doblarla, porque cortó, porque el sobre no entraba en la urna, porque el sobre no pegaba, entre otras posibilidades), eso implica una demora de 150 minutos, es decir dos horas y media. Si a eso le sumamos una hora de retraso inicial, tenemos las tres horas que mucha gente tuvo que hacer de cola.

En cambio, si empezamos puntualmente, si el presidente está capacitado y el cuarto oscuro está bien ordenado, volvemos a hacer que el sistema funcione.

Así como el personaje de nuestro cuento llegó tarde a pesar de contar con la autopista cuando antes llegaba puntual por una ruta de dos carriles, uno de ida y uno de vuelta, nuestro sistema electoral fracasó a pesar de contar con Internet para difundir información, con celulares para comunicarse, con las imprentas más rápidas y con muchos miles de kilómetros asfaltados.

En un próximo artículo, analizaremos el voto electrónico, ese auto nuevo que nos sugieren comprar. Mientras tanto, tengamos presente que el sistema electoral podría funcionar si cada uno de sus engranajes trabajase adecuadamente. Hay cosas que no se arreglan con un decreto o una nueva ley, sino con que aquel al que le toca una determinada tarea la cumpla adecuadamente.

Para cerrar, un detalle, casi imperceptible pero alentador, que ha disminuido de alguna manera las demoras: pudo observarse como muchos electores llevaban su tijera. Una señal muy positiva. © www.economiaparatodos.com.ar

Jorge Ludovico Grillo fue candidato a concejal en Vicente López en las últimas elecciones. Su página web personal es www.ludovico.com.ar.

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