Cuando en materia comercial el mundo trata de derribar barreras, eliminar tarifas, dejar sin efecto los subsidios y abrir el comercio, en el curioso rincón de la UNESCO las cosas parecen ser muy diferentes. Todo es allí proteccionismo. Presuntamente, por razones “defensivas”.
En efecto, en una puja a la que se describió -dentro de ese mini universo- como a la “madre de todas las batallas” entre “el conformismo global” contra la “diversidad cultural”, los proteccionistas ganaron “por goleada”. El resultado fue 148 a 2. Sólo votaron en contra los Estados Unidos e Israel.
Con esos arrolladores guarismos, la UNESCO adoptó una curiosa convención, de corte absolutamente proteccionista, presuntamente diseñada para defender las películas, la música y cualquier otra manifestación cultural, de cualquier tipo, contra la competencia extranjera (léase: concretamente, la norteamericana).
Es obvio que el tratado en cuestión puede, mañana, ser utilizado para dificultar la libre circulación de ideas o manifestaciones culturales de cualquier tipo, so pretexto de “proteger” las “culturas locales”. Los blancos principales de los proteccionistas serán -presumiblemente- las películas y la música norteamericana. Pero todo puede, en más, terminar siendo un “blanco”. Cualquier cosa, dependiendo de la opinión de los burócratas de turno y sus “expertos” e “intereses”. Y la gente podrá -de pronto- hasta ser obligada a ver, o a no ver, lo que otros quieren que vean, o que no vean. Así de lamentable y peligroso.
Denominada, pomposamente, “Convención para la Protección y Promoción de las Expresiones de Diversidad Cultural”, este tratado -que entrará en vigencia tan pronto como sea ratificado por 30 estados, lo que no debiera presentar ninguna dificultad- permitirá a los estados miembro “mantener, adoptar e implementar las políticas y medidas que estimen apropiadas para la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales en sus territorios”. Desde barreras arancelarias o prohibiciones absolutas de importación, hasta subsidios de cualquier naturaleza para quienes, pícaramente, “asuman el rol de expresiones de la cultura local”, sin importar demasiado, en principio, la calidad de los bienes “protegidos”.
¿Quienes pagarán estas “cortinas culturales”? Los consumidores, queda absolutamente claro. Ellos no tienen voz. Ni opciones. ¿Quiénes serán los eventuales “beneficiarios”? Cualquiera que, de tiempo en tiempo, sea amigo del poder, presumiblemente.
Para los norteamericanos, que estuvieron fuera de la UNESCO por décadas, éste es un tremendo cachetazo, apenas dos años después de reingresar a ella. Queda por ver cuál será su reacción. Pero éste, el de la UNESCO, no es el único escenario internacional donde se trata el intercambio de bienes y servicios, incluyendo el cine, los videos y la música, sólo por dar algunos ejemplos. Hay otros, con una visión más abierta. © www.economiaparatodos.com.ar |