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lunes 22 de marzo de 2010

La verdadera amenaza

Tras el autoritarismo de los Kirchner se esconde un problema mayor que acecha a los argentinos.

Con una ferocidad inusitada y con absoluto desparpajo, el gobierno ratificó, una vez más, su modus operandi: la venganza y el apriete como esencia del mentado “estilo K”. Con el mismo uso y abuso que ha hecho de los “derechos humanos” desde su asunción, se valió de éstos para ‘advertir’ al Poder Judicial cuál es su intención. No están dispuestos a perder. No lo aceptaron el pasado 28 de junio, y mucho menos lo harán por designio de un Congreso que en apariencia le es adverso.

La repentina aparición de una causa por delitos de lesa humanidad contra el padre de la jueza Sarmiento fue de una obviedad apabullante. Si acaso las acusaciones fuesen verdad, la manera que eligió el oficialismo para descubrirlas resultó un boomerang. El gobierno no termina de entender que las formas cuentan tanto como el fondo. Este hecho dejo en claro como serán los próximos pasos. En la Argentina actual, todos estamos en libertad condicional.

El almuerzo en la Quinta de Olivos sumó a ese desentendimiento. Si alguno de sus parlamentarios pensaba que podía debatir alguna orden que emane desde el seno del kirchnerismo está perdido. Las leyes que no sean afables al Ejecutivo tendrán su veto. Para los Kirchner no hay miseria, “los cines y los restaurantes se llenan”, dice la Presidente con impunidad manifiesta, habla de “nosotros” como magnos héroes de una epopeya pero simultáneamente deben instrumentar puestos callejeros para que la merluza se venda a un precio capaz de ser solventado por el pueblo. Grotescas contradicciones que saltan a la vista e invalidan el discurso oficialista.

Los obstáculos se salvan con lo más bajo del kirchnerismo: un aparato comunicacional que, en gran medida sigue surtiendo efecto, la foto versus el relato, el amedrentamiento directo o indirecto y el vértigo en la polémica. Obsérvese que ya no se discuten las reservas sino la coparticipación.

Así quedó neutralizado el Congreso. A ese fin cooperó y coopera el hartazgo social que abandona la telenovela del Banco Central sin terminar de comprender quién es el bueno y quién es el malo. Hastío, cansancio. Los temas se prolongan demasiado o se reemplazan para hacer de cuenta que “aquí no ha pasado nada”. Esa manipulación cronológica es una habilidad inexpugnable del gobierno Nacional. No están para solucionar los problemas de la gente, están para resistirlos, desgastarlos y mantenerse en sus cargos.

La concepción política oficial sólo requiere del relato y la caja. Lo demás es parte de la guerra que encararon desde el vamos y a la cual, de una u otra manera, manejan a destajo. La base que los sostiene en escena está casi asegurada con las reservas y los dólares que dejará la cosecha sojera. Creen que así podrán respirar hasta fin de año, después se verá. La improvisación es constante, y hasta es fácil cuando del otro lado no hay evidencia clara de un proyecto o plan mancomunado que permita ganarles de mano.

Si acaso no pueden revertir una imagen letal, al menos logran incomodar al resto situándolos en escenarios de confrontación y escándalo. De ese modo todos se hallan cuesta abajo. Todo es funcional al desdén social que deja de prestar atención a una sucesión de imágenes que no terminan de cerrar en un guión. La película se torna insoportable y se imponen la foto y la generalización.

Por momentos pareciera que el matrimonio presidencial ganó todas las batallas y no se va más. En otras ocasiones subsiste la creencia de que no lograrán culminar el mandato constitucional. Un año y medio resulta una eternidad, y simultáneamente es muy poco tiempo.

Son lapsos eternos para quienes deben presenciar desde afuera la violencia verbal de un gobierno que le da la espalda al pueblo. Son meses breves para aquellos que pretenden vestir la banda y tomar el cetro. Las ambiciones ciegan pero no tanto como para ocultar lo que ha de quedar cuando los Kirchner cumplan su mandato. Esa percepción paraliza aunque, de la boca para afuera, varios expresen sus afanes por el sillón.

En la sociedad hay cansancio por el exceso de vanidad pero no cabal percepción de una crisis final. Lo único constante es la confusión. La sanidad mental del ciudadano obliga a una retirada veloz de lo que pasa. Eso explica la abulia que caracteriza a los argentinos incapaces de reaccionar frente a tanto mal trato. La gran paradoja nacional hace que en el país se tenga al mismo tiempo un gobierno dictatorial y se esté en la antesala de una anarquía sin igual. ¿Quién gobierna? Nadie atina a dar respuesta.

En el silencio sepulcral de la incertidumbre que todo esto deja, la Justicia surge como redentora, pero la venda pasó de rodear el rostro a atar las manos de sus interlocutores. Los jueces saben que su rol no es decidir el contenido de la legislación. Frente a la amenaza directa y las evidencias, se sobreactúa. Si acaso el Poder Judicial ya había visto menguado el prestigio que tuviera antaño, hoy está a un paso de quedar al borde de un mayor descrédito. La Corte deberá arbitrar sin actuar, no es sencilla la tarea.

Los Kirchner llevaron la política hasta la alcoba, la metieron en los cuarteles diezmando las Fuerzas Armadas cuando éstas estaban subordinadas a la Constitución Nacional. La Iglesia no quedó afuera: politizaron los sermones hasta quebrar la tradición del Tedéum en la Catedral. Hoy, la amenaza de un Poder Legislativo independiente de esa “politización matrimonial” abre un nuevo parte de guerra. Entran en alerta, y pretenden ir por el Poder Judicial antes que este avance en la dirección contraria. Contraria a los deseos de la dupla presidencial.

Nuevos frentes de batalla asoman en el horizonte. Los Kirchner están dispuestos a pelear hasta el final. A fin y a cabo, los escándalos, las denuncias, los atropellos que han dado los han traído hasta acá sin que se les exigiera rendir cuentas. Ciertamente están desgastados pero no mucho más de lo que lo están del otro lado. Una fórmula de suma cero.

El mayor peligro que acecha ya no es el autoritarismo de una pareja sino la anarquía de una ciudadanía que sumida en la apatía, autista y a la deriva, comience también a hacer lo que quiera hasta caer en la pesadilla del “sálvese quién pueda”. © www.economiaparatodos.com.ar

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