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lunes 8 de diciembre de 2008

Las diferentes formas de la violencia

En un país donde la violencia no es ajena a la política, sino que es intrínseca a ella, el ejemplo de los gobernantes encuentra terreno fértil: la inseguridad es el resultado esperable.

“No pudiendo hacer que lo justo fuera fuerte,
se hizo de modo que lo fuerte fuera justo.”
Pascal

A esta altura de las circunstancias, analizar el escenario político se torna fútil y bastante ridículo. No ha habido jamás forma de analizar el absurdo y el grotesco que no sea apelando a géneros artísticos. Y nada tiene de arte esta Argentina que se ha dormido en la más peligrosa apatía.

De repente, entre aquellos interesados en la política, donde la realidad dista de asemejarse al relato oficial, se discute si los Kirchner llegarán a la próxima elección con los fondos suficientes. Esa polémica marca, desde el vamos, la situación por la que atraviesa el país, y hasta define el por qué no hay una salida concreta para este estado de ‘anarquía’ o desidia en el que transcurre la vida en la Argentina. La recuperación de la Nación no se trata, o no debiera tratarse de billetes o monedas.

Además se debate acerca de ‘la caja’ como si esta no estuviera compuesta por los aportes voluntarios de los ciudadanos. En este mismo espacio, sostuvimos que, el gobierno, no hace sino aquello que el pueblo le deja hacer. Las AFJP sin ir más lejos, han desaparecido ya hasta de los diarios. No hay voz que se alce para seguir el reclamo. Mucha indignación primaria, movilizaciones desestimadas, etc., pero al final sobreviene una aceptación resignada que hace que los argentinos nos hallemos, en este final de año, enterrando sueños, proyectos, y lo que es más grave aún, amigos, hijos, hermanos…

La violencia no es ajena a la política. Forma parte intrínseca de esta. Probablemente, nada sigue con tanta exactitud la pirámide básica de la estructura social como lo hace la barbarie. En un país donde, el Ejecutivo violenta constantemente a la ciudadanía, no puede exigirse paz y serenidad. La inseguridad es resultado del modo de ser y de ‘no hacer’ que fomentan quienes tienen la obligación de la prédica; pero no de prédica de atril sino de la prédica a través del ejemplo.

Si el gobierno ha hecho de los piqueteros una guardia pretorial funcional a sus bajezas, y éstos gozan de privilegios, ¿por qué no seguir ese rumbo para sacar idéntico provecho? Discutir si las leyes sirven o no, cuando violan la constitución quienes han llegado al poder en nombre de su respeto, resulta poco serio. A su vez, es absurdo analizar la penalidad de un criminal, lo que debe hacerse es ejecutar la pena y listo. Este es el único país del mundo donde se debate si la cárcel es el destino para un asesino. Si no lo es ésta, la impunidad gana y adiós racionalidad.

En otro orden de cosas, que un Jefe de Estado pueda declamar un plan, y en horas no más, descartarlo sin que haya explicación, eso también es violencia. Pone de manifiesto que la mentira no tiene consecuencia, y la rectitud se torna obsoleta como lo demuestra el pretendido blanqueo que se proclama como ‘salvataje’ aunque debiera llevar el prefijo “auto” adelante.

Lamentablemente, así como se olvida al muerto en un asalto a plena luz del día, se olvida que la mismísima Presidente que anunciara el pago de la deuda al Club de Paris recibiendo los mismos aplausos de idénticas manos, es quién acaba de recitar otro plan más que podrá quedar en nada mañana o pasado. ¿Por qué confiar en quién ha mentido sistemáticamente? En rigor, no fallan los planes. No pueden fallar, pues no se instrumentan jamás.

Se anunció el tren bala, y no hay miras de que esa fantasía se torne palpable en esta geografía; se anunciaron inversiones chinas sin que los chinos siquiera supieran la “gran noticia”. Se dijo, con indiscutida soberbia, que la crisis del primer mundo no nos afectaría. Hoy es “el mundo el que nos complica la vida”… Son tantas las manifestaciones vanas que se han hecho que pensar o creer que un nuevo plan vaya a tener cabida es como creer que la crisis energética es una utopía, aunque claro, ya nadie se ocupa de quienes estuvieron horas y días a oscuras, comerciantes incluidos, que han sufrido a su vez, importantes perjuicios.

Hay muchas formas de violencia. Que el vicepresidente, ahora, descubra que los Kirchner no han cambiado, resulta también una afrenta que, cual pueblo manso, dejaremos pasar de largo. ¿Es justo admitir tanta ingenuidad en tamaño funcionario? No sólo no han cambiado sino que, en este sentido, tienen un mérito indiscutido: jamás han dicho que modificarían su estilo, y tampoco ha habido urnas que se lo reclamaran. Guste o no, con o sin fraude electoral, Cristina Fernández llegó a donde está. No son autistas desde el 2007 sino desde el 2003 o antes.

Asimismo, qué el titular de la bancada de diputados del oficialismo, Agustín Rossi, tilde a su superior, pues Julio César Cobos ocupa ese rol, de “adolescente que crea irritabilidad” no coopera con la paz y la calma que un gobierno debe garantizar. Todo es agresividad. En Pinamar una sesión del Consejo Deliberante culmina con una batahola más agresiva que la que libran las tribus urbanas. Ni hablar de las contiendas sindicales donde los muertos son bajas de punteros, más que humanos con derechos. Y nada se hace al respecto. No nos engañemos: no es Riquelme el que genera violencia aunque sea bueno para el gobierno que su conducta sea tema.

En este estado de cosas, discutir los alcances de ‘la caja’ del kirchnerismo con miras a los comicios del 2009 es de un simplismo mefistofélico aunque sirva para justificar conciencias e inconciencias sueltas. Porque si la recaudación es tema, y se relaciona con la elección se debe a que con ella se comprarán voluntades para apoyar una gestión que no tiene aval si no es con dinero. En definitiva, qué la oposición debata ‘la caja’ es dejar al descubierto su debilidad. Si no fuera así, el énfasis lo pondrían en proponer alternativas que superen cualquier cifra, y en hacer política donde debe hacerse: es decir, en las villas y en las clases marginadas donde, justamente, ‘la caja’ -a través del clientelismo- desvirtúa, ni más ni menos, que a la democracia.

Mientras, para la ciudadanía, sin duda, es mucho más fácil seguir la trama del violador de Recoleta como una obra ficticia que reclamar en forma sistemática una gestión limpia y/o una fuerza opositora que muestre la ausencia de aquella. Si el pueblo no puede hacer surgir un líder y sigue soportando la mentira y la desidia, lo que sigue es tan macabro como lo es la conducta de gran parte de los dirigentes que siguen aplaudiendo, en la misma escenografía, aquello, que saben de antemano, no se hará como no se ha hecho en el 99% de los casos.

Desde los distintos sectores deben alzarse voces que pongan freno a la burla en vivo y en directo, a la cual se los somete con sólo un llamado de teléfono. La subordinación ciega fortalece la metodología del apriete y del miedo. Para que la extorsión surta efecto, el extorsionado debe ser cómplice con su silencio.

Posiblemente se necesite una suerte de “partido” o movimiento empresarial, no para hacer política, sino para obrar a través de un liderazgo tal que desenmascare la violencia que se ejerce contra ellos a través del Secretario de Comercio, por ejemplo. Basta observar que el sector agropecuario con sus vaivenes o equívocos, ha logrado al menos evitar la obsecuencia de las palmas blandiendo frente a Cristina.

No hay duda que, guste o no, la figura de Alfredo De Angeli debería multiplicarse en otras áreas que están sufriendo idéntico desprecio.

La inseguridad requiere una presencia que no se doblegue ante el grito infundado e incalificable de un Aníbal Fernández, por ejemplo. El pueblo pretende, al menos, sentir la “sensación” de su renuncia ante la magnitud de los últimos hechos. Y decimos “de los últimos hechos”, porque no alcanzaría el espacio para detallar otros 50 secuestros, y otras 100 violaciones que tuvieron lugar en el mes de noviembre sin ir más lejos.

No se trata de hacer política con estos temas. Se trata, por el contrario, de ser la voz de muchos que enmudecieron por el dolor, y por el descaro de las autoridades que obran cual Poncio Pilatos. Los líderes requieren una autenticidad sin límite. Si la gente no está dispuesta a ceder el protagonismo a una cabeza que no se doblegue ante las falsas promesas, y sepa encarrilar el reclamo, el rebaño seguirá sin rumbo, llevado de un lado a otro, y condenado, indefectiblemente, al brete que lo está esperando. Y hacia allí vamos… © www.economiaparatodos.com.ar

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