Las endechas solitarias de máximo Kirchner
“Se ha dicho que los grandes pensamientos salen del corazón; también podría añadirse que del corazón salen grandes errores y grandes extravagancias…” (Jaime Balmes)
Resulta útil la reflexión del filósofo catalán para aplicarla al contenido de los reportajes efectuados por Sandra Russo a Máximo Kirchner, que pretenden ser “impresiones” de un pensamiento político no comprendido por los vulgares ignorantes que hemos manifestado nuestra disidencia con el gobierno de su madre.
Máximo y los editores de sus íntimas “confidencias”, podrían ayudarse con algo más de Balmes para comprender acabadamente el sentimiento de algunos opositores: “prescindiendo de lo moral y atendiendo a lo útil, ES NECESARIO TRATAR LAS COSAS CON ARREGLO A LO QUE SON, NO A LO QUE NOS AFECTAN; la verdad no está esencialmente en nuestras “impresiones”, sino en los objetos; cuando aquellas nos ponen en desacuerdo con éstos, NOS EXTRAVÍAN”.
De esta manera podría reflexionar con mejores fundamentos sobre la realidad este vástago de la pareja soberbia y muy ineficiente que nos gobernó estos años mientras se enriquecía desvergonzadamente en la función pública y que ha tenido la osadía de compararse con el mismo San Martín.
Se trata de un joven que luce bastante inmaduro y elemental, cuando asegura que “La Cámpora no es dogmática ni pragmática en exceso, lo cual le permite seguir ampliando bases” (en buen romance, pasar el rastrillo para recoger lo que sea), mientras omite aclarar cuáles son los objetivos de una agrupación juvenil que “no sigue tanto a Cristina sino que va con lo propio” (¿).
No se sabe qué quiere decir el administrador de la cuantiosa fortuna familiar, cuando agrega que “los pibes están luchando por otra cosa en este país”. Por lo que tenemos a la vista, parecería ser por el paco y las tumberas, gracias a las políticas garantistas fomentadas por el gobierno; e insiste a renglón seguido que “seguirán exigiendo después de 2015”.
¿Por más luchas con aroma a hirsutas barbas cubanas?
Su madre (Máximo dixit) “ha generado prole” (¿acaso de “chiquititos y rendidores” como Kiciloff?), lo que le da, según él, posibilidades de una continuidad en el tiempo, consagrando su “identidad” (¿) más allá de
que resulte ser o no candidata nuevamente (cruzamos los dedos para que no vuelva a ocurrir).
El primogénito debería haber aprendido ya que “la terquedad es un mal gravísimo porque lleva siempre a desechar los consejos ajenos, aferrándonos a nuestros propios dictámenes y abandonando las consideraciones de prudencia y justicia” (Balmes nuevamente). Por lo tanto, sostener, como su madre, que “lo que ganó en octubre fue el odio” suena a una cerrazón mental inconcebible.
Lo que venció a Cristina en realidad fue el hartazgo popular producido por las mentiras y la arrogancia con las que nos zamarrearon en forma inmisericorde después del triunfo en las urnas de 2011, suponiendo que les daba derecho para hacer cualquier cosa desde el poder.
Releyendo estos comentarios y algunos otros que la señora Russo volcará al parecer en un libro, puede comprobarse que la terquedad de la que hacen gala Máximo y Cristina ha ESTERILIZADO TOTALMENTE SUS FACULTADES MENTALES, sin comprender la fatiga de una sociedad que decidió decirle “basta” a sus atropellos.
Kant sostenía que el hombre, además de la facultad de “sentir”, debe admitir la de “concebir”, porque pensamientos sin materia y sin objeto son vanos, e intuiciones sin conceptos, se tornan absolutamente estériles.
Pero claro, estas ideas son quizá demasiado complejas para un joven cuyos únicos antecedentes conocidos se reducen a una modesta experiencia en el rubro inmobiliario, en la que jamás tuvo “patrón” que no fuera un miembro de su propia familia.
Perdida la esperanza de que evoquemos con el tiempo la “sabiduría” de Cristina, parecería que el gobierno quiere someternos ahora a las “verdades” de su lacónico hijo con el supuesto objetivo de “instalarlo” de cara al futuro.
Les decimos con pesar a sus “relatores” que es tarde para lamentos y reflexiones laberínticas. Ni el mismo Borges lograría iluminar con su esbelta prosa pensamientos que gozan de tan manifiesta vacuidad.
Máximo debiera entender que a nadie le interesa que a su madre “le vaya mal”. Solamente deseamos que no siga “haciéndonos mal”. Y que somos nosotros y no ella “el último dique de contención” (sic), para evitar que las aguas procelosas que desató estos años no nos sumerjan a todos.
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