domingo 21 de agosto de 2011
Las leyes económicas se ríen de las urnas
Por más votos que reciba un candidato, las leyes económicas se ríen de las urnas cuando pretenden violarlas con el argumento de la mayoría.
Devaluar primero generando un “cochón” cambiario para luego mantener fijo el tipo de cambio es una de las recurrentes estrategias a las que han recurrido diferentes gobiernos para frenar la inflación. Pasó en los 60, los 70, en los 80 y en el 2002. El caso de la convertibilidad fue diferente porque no hubo colchón cambiario, pero sí generó un cambio de expectativas en los agentes económicos y la convertibilidad terminó tacleando la hiperinflación. Pero la inconsistencia entre tipo de cambio fijo y déficit fiscal permitía pronosticar futuros problemas.
El tema de tener déficit fiscal y anclar el tipo de cambio como ahora no es nuevo, lo que varía son las formas de financiar la inconsistencia.
En los 90, cuando se entró en déficit fiscal, se recurrió a la deuda externa para financiar el desequilibrio del sector público. El mayor endeudamiento llevaba a tener que pagar un monto mayor de intereses dado que crecía el stock de deuda, con lo cual se incrementaba el gasto público, se ampliaba el déficit fiscal y esto llevaba a cuotas de creciente endeudamiento. En definitiva, en los 90 el déficit fiscal se financiaba con flujo que provenía del endeudamiento. Cualquier economista medianamente informado sabía que esta inconsistencia era insostenible en el largo plazo pero nadie podía saber cuánto podía durar esa inconsistencia porque todo dependía de cuándo el mundo dejaría de financiarnos. Cuando a fines del 2001 el mundo dijo basta, la opción pasaba por bajar el gasto o devaluar. Se terminó devaluando en el 2002.
¿Hay diferencias de aquel modelo con el actual en términos de anclar el tipo de cambio? Varias. En primer lugar el BCRA genera una fuerte expansión monetaria con creciente inflación que deteriora el tipo de cambio real. Este deterioro es el que hace que las importaciones crezcan más rápido que las exportaciones. Ahora bien, como hay fuerte fuga de capitales, esta reducción del saldo de balance comercial genera cada vez más tensiones en el mercado de cambios. La diferencia entre exportaciones e importaciones ya no alcanza para financiar la fuga de capitales.
La diferencia para mantener anclado el tipo de cambio en los 90 y el actual “modelo” es que en los 90 se usaba el endeudamiento y ahora se usó el saldo de balance comercial, gracias al precio de la soja y el dólar barato en Brasil. El problema de este “modelo” es que al aplicar el impuesto inflacionario licua el tipo de cambio real y, como decía antes, hace caer el tipo de cambio real reduciendo el saldo comercial, determinando que cada vez sea más difícil mantener quieto el dólar. Si el dólar empieza a subir, la gente que iba a comprar una propiedad posterga la operación, el que iba a cambiar el auto suspende la compra, etc. Es decir, un tipo de cambio con tensiones alcista afecta el nivel de actividad. Por eso el gobierno está tan nervioso con el tema cambiario.
Pero a diferencia de los 90, este “modelo” tiene más problemas que el anclaje del tipo de cambio. El aumento artificial del consumo lo financia con stock de capital, destruyendo el patrimonio neto del BCRA, confiscando activos del sector privado, etc. Es decir, no solo tiene problemas por el flanco cambiario, sino que, además tiene problemas por el flanco fiscal.
Así como en los 90 estaban los déficits gemelos, esto es déficit fiscal y déficit de cuenta corriente, ahora estamos en el mismo camino. El déficit fiscal ya existe y el déficit de cuenta corriente está a la vuelta de la esquina. Si todavía no apareció es porque Moreno frenó las importaciones para ampliar el saldo de balance comercial. Esto quiere decir que el saldo positivo de cuenta corriente es artificial, basado en prohibiciones de importación.
De lo anterior se desprende que el gobierno está en serios problemas por el lado del sector externo. Y por el lado fiscal se le achican cada vez más las fuentes de financiamiento. Por eso sostengo que, dada la política populista, el gobierno solo puede sostener más consumo artificial confiscando activos líquidos. Esa es la conclusión a la que lleva el razonamiento económico. Por supuesto que no puedo decir el cuándo, solo puede decirle a la gente qué puede pasar si seguimos este rumbo económico.
Obviamente que lo mío suena fuerte, pero como no soy político sino economista, digo lo que pienso que puede pasar.
A riesgo de pecar de soberbio, todavía hay gente que me agradece por haber salvado sus ahorros en el 2001 gracias a una nota que publiqué en La Nación en octubre de ese año. Hoy quienes me critican por decir que pronostico la catástrofe pueden meterse la lengua en el bolsillo porque el mercado cambiario sufre fuertes presiones y el tipo de cambio sigue subiendo. Las tensiones inflacionarias son muy fuertes y el control de precios fracasó como en su momento dije y los muchachos k se apresuraron a criticarme. El vaciamiento del BCRA es cosa diaria y todos están esperando por dónde los va a confiscar el gobierno.
En definitiva, la gente puede votar masivamente a CFK. Hasta CFK puede conseguir el 99% de los votos. Pero por más que tenga ese caudal de votos, las leyes económicas se ríen de las urnas cuando los que gobiernan pretenden violarlas.