Desde las propias columnas de esta misma publicación, distintos autores y notas se han referido -reiteradamente- a la pavura de los regímenes autoritarios a la libertad de opinión y, mucho más, a la libertad de expresión.
Hay ciertamente muy distintas maneras de tratar de controlar a la opinión pública desde el poder.
Una de ellas, de uso conocido entre nosotros -desafortunadamente- todo a lo largo de los últimos tiempos, es la de tratar de “conducirla” mediante (i) el uso y abuso de la publicidad oficial, combinada con (ii) los “sobrecitos” para los periodistas “amigos” y (iii) las “pautas” publicitarias que se “dirigen” cuidadosamente de manera de “comprar” la lealtad no sólo de aquellos a quienes (cual tropa propia) se trata de mantener siempre en línea, sino también de aquellos que (presuntamente independientes o adversarios) se han “desalineado”, aunque quizás solamente en busca de ser “convencidos” (pecuniariamente) de volver a alinearse prolijamente de manera que el discurso único (el de quienes están circunstancialmente en el poder) no sea turbado por disidencias o críticas.
Esto, que es una expresión de despotismo, es el “pan nuestro” de todos los días que, consciente o inconsciente, vive nuestro país desde ya un buen rato. Y la gente lo sabe o lo intuye.
También ocurre en China, país no democrático que vigila cuidadosamente todo lo que allí se transmite a través de Internet, con la vergonzosa cooperación de Microsoft que le provee de los equipos y la tecnología que son necesarios para materializar el cerrojo de la censura. Poderoso caballero, una vez más, es Don Dinero.
La preocupación china es ya tan grande respecto de la libertad de opinión que tiene hasta una entidad especial (la “China National Publications Import and Export (Group) Corporation”) que está específicamente encargada de censurar toda publicación que entre o salga de China y que no “se condiga” con el “discurso oficial”. Más aún, lo que es mucho peor, también con la “historia oficial”. Esto es, con aquella que, a todos nos consta, se manufactura prolijamente cuidadosamente desde el poder, más allá o a pesar de la verdad. Como también sucede aquí, ciertamente.
El último incidente que ha adquirido alguna notoriedad en China tiene que ver con la importación no solamente del último libro sobre la vida de Mao (“Mao: the Untold Story”) -una biografía escrita por Jung Chang, en colaboración con su esposo, Jon Halliday, que es todo un best seller en Occidente (este libro revela los horrores y atrocidades de Mao durante la década 1967-1976 de la llamada “revolución cultural” china)- sino, mucho más allá, también con las publicaciones que contienen alguna corta referencia bibliográfica a ese libro. Esto es, que lo difunden. Hasta eso genera miedo y suspicacias.
Así, por ejemplo, se ha impedido que el último número de la conocida revista Far Eastern Economic Review (que es del grupo del The Wall Street Journal) pueda ingresar a China, simplemente porque concretamente contiene una buena reseña bibliográfica de esa obra, con una visión sobre uno de los “líderes” de China que no “debe” ser descrito como lo que efectivamente fue: un dirigente cruel e inhumano cuando de violar los derechos humanos y las libertades civiles de sus opositores se trataba.
La libertad es un bien que siempre genera temores en los autoritarios o déspotas. Porque ellos tratan siempre de manipular la verdad de manera que ella se “transforme” en “su” verdad. Lo que es muy distinto.
Gracias a Dios, no siempre lo consiguen, a pesar de las restricciones, amenazas y presiones de toda índole a las que, en su empeño, recurren de ordinario. Pero quizás lo más importante es advertir que de la mano de las restricciones o manipulaciones de la opinión pública aparecen siempre los autoritarios. Cualquiera sea su disfraz. Y esta es normalmente una señal inequívoca de que peligran las libertades individuales. © www.economiaparatodos.com.ar |