Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

jueves 5 de julio de 2007

Las propuestas prácticas son el signo de los tiempos

La solución de los problemas de empleo requiere de políticas creativas y prácticas: aquí proponemos diez medidas heterodoxas aplicables a las empresas que ocupen menos de 500 trabajadores, sean explotaciones unipersonales o sociedades de personas, excluyendo las sociedades de capital o por acciones.

Las sucesivas elecciones provinciales están demostrando la irrupción de un signo novedoso, porque las tradicionales diferencias ideológicas entre peronismo o antiperonismo y derecha o izquierda están siendo sustituidas por opciones claramente distintas.

Ahora, los electores prefieren propuestas prácticas antes que la impostura de discursos ideológicos y eligen candidatos respetuosos y sensatos, rechazando los postulantes soberbios e injuriosos. Se inclinan por la humildad y repudian la arrogancia.

Los ciudadanos están hartos del discurso dialéctico. Han descubierto que la cháchara política desde el atril no es otra cosa que una argucia de resentimientos y afirmaciones estériles para influenciar el ánimo, pero no mejoran la vida de la gente.

Quienes en el gobierno utilizan el discurso dialéctico no pueden construir nada perdurable: ue, en el fondo, esa dialéctica busca el desquiciamiento profundo de la vida humana, sobre todo en sus dimensiones espirituales y religiosas, ya que intenta crear un “hombre nuevo” sujeto a un relativismo moral donde todo es justificable. La base ideológica de esa dialéctica no es el amor al prójimo, sino el resentimiento y la venganza.

La otra realidad

Los propios datos oficiales de junio de 2007 nos dicen que 1.078.000 compatriotas están desocupados, 1.023.000 son semiocupados y 143.000 reciben planes asistenciales. Además, hay 4,6 millones que trabajan en negro.

Respecto a estas cifras, que deberían movernos a la compasión, muchos de los políticos oficialistas no saben qué puede hacerse para corregirlas.

La realidad individual que soporta un padre o una madre de familia sin trabajo es tremendamente dolorosa y traumática. Sólo aquél que recibe la noticia de que ha perdido un puesto de trabajo y regresa al hogar para dar la infausta noticia a su mujer y sus hijos puede comprender tan profundo desgarramiento.

Se considera un monigote que debe soportar con angustia su fracaso, el derrumbe de sus ilusiones y la frustración al darse cuenta de que le cierran todas las puertas. Al cabo de ansiosas horas de espera en interminables colas, su esperanza se desvanece cuando lo despiden con las consabidas respuestas: ¡lo llamaremos tan pronto como sea posible! Como en un relámpago que ilumina el paisaje, su vida aparece sin horizontes. Los proyectos y las ilusiones forjadas en su juventud, en el noviazgo y en el esfuerzo cotidiano del matrimonio se convierten en muecas horribles que se burlan de su inocencia. Tal es la dimensión vital de los dramas individuales que la desocupación provoca y que no son recogidas por ninguna de las estadísticas que nos muestra la macroeconomía.

El pensamiento práctico

La desocupación se produce fundamentalmente por falta de estímulos para que ciertas personas decidan emplear a otros compatriotas. Las razones son las siguientes:
a) la desconfianza en las condiciones generales del entorno económico que no son suficientemente atractivas como para justificar la contratación de personal;
b) la imposibilidad de contar con capitales suficientes para crear nuevos puestos de trabajo, ya sea porque quienes tienen ahorros suficientes no están dispuestos a correr el riesgo de una inversión o porque el sistema impositivo predatorio impide acumular excedentes para reinvertir las utilidades, sin lo cual no existe el proceso capitalista; y c) las trabas legales y administrativas, causantes de tal conjunto de problemas y dolores de cabeza que es preferible convertirse en rentistas y desistir de proyectos empresariales.

Hay que tener en cuenta que sobre mil iniciativas posibles, cien se concretan, diez de ellas duran bastante tiempo y sólo una termina siendo exitosa. De manera que si las leyes laborales y el sistema impositivo impiden que se pongan en marcha esas mil iniciativas probables, nunca podrá nacer la única iniciativa factible que termine creando puestos de trabajo.

Por lo tanto, la principal causa para permitir la asimilación paulatina de la enorme masa de desocupados y semiocupados consiste en remover todos los obstáculos legales y administrativos que hacen desistir a miles de potenciales emprendedores del propósito de lanzarse a crear nuevas empresas.

Esos emprendedores son los agentes fundamentales para generar empleo. Sin ellos, el puesto de trabajo queda reservado a un mero dato de un proyecto teórico que nunca será llevado a la práctica.

Propuestas para crear trabajo

Nuestra propuesta consiste en sancionar una nueva legislación laboral aplicable a las empresas que ocupen menos de 500 trabajadores, sean explotaciones unipersonales o sociedades de personas, excluyendo las sociedades de capital o por acciones.

En primer lugar, disponer que los intendentes y jefes comunales sean responsables de realizar una “encuesta permanente de remuneraciones” en sus localidades, discriminando los sueldos por categoría, tipo de actividad y monto de facturación de las empresas. La divulgación de estos datos es lo único que puede transparentar el mercado de trabajo y su conocimiento es el primer paso para que las personas que deseen trabajar se orienten de una manera clara y segura.

En segundo término, que esas mismas autoridades locales formulen un “repertorio de las condiciones laborales básicas” en sus respectivas jurisdicciones, porque no es lo mismo un trabajo a realizarse en Sumampa, Santiago del Estero, que otro de naturaleza similar efectuado en el barrio de Recoleta de Capital Federal o en la zona frutihortícola del valle del Río Negro. Ese “repertorio” debería estar referido a tareas peligrosas e insalubres, trabajo de menores y aprendices, labores de artesanos y peones rurales, conductores de vehículos, operarios industriales y empleados de comercio.

El tercer aspecto a decidir consiste en devolver a los desocupados su derecho a negociar el contrato laboral en el seno de cada empresa, sin depender de organizaciones sindicales monopólicas y atendiendo tan sólo a sus necesidades, habilidades productivas y la rentabilidad que ellas pudieran aportar a la empresa.

Una cuarta condición requiere que, si no se hubiesen determinado con certeza los salarios, su importe sea similar a lo que resulte de la “encuesta permanente de remuneraciones” antes mencionada. Ésta es una aplicación práctica del principio del mercado a los trabajadores, de manera que el precio del salario sea conocido por todos y no ocultado maliciosamente.

La quinta propuesta es más revolucionaria aún y consiste en terminar con la maniquea distinción entre salarios en blanco y en negro: establecer que el salario es uno sólo y se compone de cualquier pago hecho en dinero efectivo y que su exclusivo costo es el salario de bolsillo percibido por el trabajador.

La sexta proposición para terminar con el desempleo implica derogar las retenciones sobre el salario y las contribuciones patronales establecidas por convenios o disposiciones legales, a fin de que millones de compatriotas que no disponen del dinero para comprarse un mendrugo ni tienen posibilidades de conseguir algún trabajo honesto puedan tener nuevas esperanzas sin que les quiten una parte sustancial de su esfuerzo mediante las cargas sociales.

El séptimo punto de nuestra heterodoxia consiste en establecer que cada trabajador tenga un contrato individual de trabajo que contemple disposiciones básicas para la protección de la salud del trabajador y su familia, atención en caso de accidentes y enfermedades laborales, incluyendo el monto de las indemnizaciones pactadas cuando ocurran siniestros personales. Así, se alienta la solidaridad voluntaria entre quienes conviven en el seno de una misma empresa, puesto que el espíritu de colaboración es el único que permite crear una comunidad de trabajo donde el trabajador sea considerado un colaborador y no un enemigo.

En octavo lugar, las nuevas leyes laborales aplicables a pequeñas y medianas empresas deberían admitir la validez de los convenios por empresa y que las condiciones de trabajo sean tan flexibles como lo permitan las cualidades del trabajador y las necesidades de la compañía, de manera que un oficial especializado en mantenimiento preventivo de cierta complejidad esté dispuesto a colaborar en cualquier tarea sin que formule el repugnante reclamo de que “¡eso no me corresponde!”.

La novena propuesta consiste en fomentar que el salario familiar sea pagado directamente por la empresa mediante un procedimiento que ahorre la costosa intermediación de los fondos compensadores y permitir que otro importe idéntico al salario familiar pueda ser deducido del balance impositivo, sin comprobantes ni imputación contable predeterminada, para permitir la generación de reservas de capitalización exentas de impuestos.

Finalmente, la décima idea propone que los conflictos derivados de la interpretación o la aplicación del convenio individual de trabajo sean sometidos a una mediación legal para arribar a acuerdos no-litigiosos y con el menor costo posible para ambas partes. Esas diferencias serían expuestas ante tribunales arbitrales integrados por especialistas entendidos en la materia del conflicto. El procedimiento consistirá en escuchar los argumentos de cada uno, resolviendo que se cumpla “in totum” una de las dos propuestas hechas por las partes, sin posibilidad de introducirles cambios ni variaciones. Tal inflexibilidad arbitral consigue que, tanto el trabajador como el empleador, propongan soluciones razonables y factibles para distinguirlas de las propuestas insensatas y extorsivas.

Estas diez medidas heterodoxas aplicables a sociedades de personas (no a sociedades de capital o por acciones) permitirán cambiar el desdichado clima en que hoy viven millones de compatriotas desocupados o subocupados, quienes podrían iniciar el camino esperanzador hacia una vida más humana y digna de ser vivida con alegría. Intentarlo es una forma valiente e inteligente de servir al prójimo permitiendo su inclusión social en la vida civilizada. © www.economiaparatodos.com.ar

Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.

\"\"
Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)