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jueves 26 de marzo de 2009

Las vanas ilusiones kirchneristas

El adelantamiento para junio de las elecciones que inicialmente estaban previstas para octubre no modifica el rumbo principal del proceso político argentino, pero le da al gobierno un respiro coyuntural.

El kirchnerismo está inmerso en una pendiente declinante que no se invertirá por el cambio de fechas. Sin embargo, el razonamiento de los estrategas del oficialismo en el sentido de que el gobierno saldría peor parado en octubre que en junio es realista.

Si las elecciones se hubiesen realizado en octubre, las distintas corrientes opositoras hubieran llegado mejor organizadas y el deterioro de la situación general del país sería para entonces más pronunciado. El adelantamiento de las elecciones atenúa la influencia de esos dos factores y le permite al kirchnerismo obtener un resultado menos desfavorable, que lo va a dejar, al menos durante cierto tiempo, en una posición menos incómoda para completar el período del gobierno que le resta hasta 2011. Resulta claro que si el gobierno sufriera una derrota catastrófica en las elecciones de este año, la continuidad de Cristina Fernández en la Casa Rosada podría llegar a peligrar. El adelantamiento de las elecciones permite neutralizar parcialmente ese factor.

Por supuesto que el adelantamiento de las elecciones no modifica el proceso de deterioro que la situación general del país viene experimentando pero como en junio la situación será menos crítica que en octubre, esa pendiente declinante tendrá menos influencia en el ánimo de la población al momento de votar y, además, la oposición tendrá menos tiempo para presentar y posicionar alternativas que puedan restarle votos al gobierno. Pero como el proceso de desgaste del kirchnerismo no se detendrá, el beneficio que el gobierno pueda obtener con el adelantamiento de las elecciones tiene alcances limitados. El kirchnerismo es como un enfermo de un mal irreversible que puede prolongar su vida por medios medicinales pero no puede evitar su muerte. El adelantamiento de las elecciones es un golpe de efecto que insufla una transitoria y artificial vitalidad al gobierno pero no lo libra de su destino inexorable.

Pero los dirigentes del kirchnerismo más acérrimo aún alientan la ilusión de revertir el desgaste que los acosa y de retomar la iniciativa política que tuvieron en el momento de su apogeo. Por eso, mientras tengan aliento para intentarlo, seguirán buscando los medios para recuperar el terreno perdido. La dificultad insalvable con la que tropiezan es que el kirchnerismo es un proyecto intrínsecamente inviable. Los fundamentos sobre los que su gestión se sustenta no tienen solidez y, por lo tanto, es irremediable el desmoronamiento de toda la estructura. La política económica y la política de seguridad que el kirchnerismo desarrolla no producen resultados que satisfagan las expectativas de la población. Por eso el gobierno sufre una constante erosión de su capital político. Los líderes del kirchnerismo son concientes de eso pero creen que pueden revertir la situación. Por eso intentan, por medio de “chicanas”, como esta del adelantamiento de las elecciones, recuperar la iniciativa política.

Este tipo de maniobras les permiten, temporariamente, desacomodar al resto de los actores del proceso político y ganar algo de tiempo y margen de acción. Sin embargo, todo esto es ilusorio porque el problema es que las políticas kirchneristas son ineficaces en sí mismas y, para revertir realmente la pérdida de apoyo entre la población del país, el gobierno debería hacer un giro de 180° en la orientación de su gestión. Que esto suceda es impensable porque colisionaría con los principios ideológicos más profundamente arraigados en el pensamiento de los dirigentes kirchneristas. Por ende, no cabe esperar otra cosa que una acentuación del proceso de desgaste político que el gobierno viene notoriamente sufriendo.

Pero la velocidad de ese desgaste se encuentra a su vez atenuada por el hecho de que no existen aún alternativas opositoras consolidadas. Este es también un factor que opera a favor del gobierno y los estrategas del oficialismo lo perciben con claridad. El adelantamiento de las elecciones tiene también el efecto de que dificulta la organización de los proyectos opositores, lo cual opera en favor de los planes del gobierno.

Estamos, en definitiva, inmersos en una dinámica política donde un gobierno en decadencia no termina de desmoronarse porque su base de sustentación aún no se ha socavado por completo aunque el tiempo torna irremediable que eso suceda y, simultáneamente, quienes deban suplantar al gobierno actual aún no están lo suficientemente consolidados como para desplazarlo. El kirchnerismo, a pesar de sus desaciertos, es aún lo bastante fuerte como para sostenerse y producir hechos que temporariamente alteran en su favor la relación de fuerzas políticas. Mientras tanto, el cuadro general que el país presenta continúa deteriorándose y las perspectivas prefiguran una situación con tendencia al empeoramiento. Pero los dirigentes kirchneristas no lo ven de ese modo y alientan la esperanza de que la situación revierta en su favor. No hay argumentos racionales que sustenten ese punto de vista pero no está escrito en ningún lado que la conducta humana deba necesariamente ser racional. Los líderes kirchneristas se comportan irracionalmente pero eso a ellos no les importa en absoluto porque creen que aún tienen margen para seguir ocupando el centro de la escena política. El hecho de que haya quienes consideremos que se trata de una esperanza vana no afecta a los representantes del actual gobierno, porque ellos piensan de otra manera. Pero cuando el control del país se les vaya definitivamente de las manos no les quedará más alternativa que rendirse ante las evidencias. Lamentablemente, cuando ese momento llegue, estaremos mucho peor que ahora… © www.economiaparatodos.com.ar

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