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jueves 8 de junio de 2006

Llegó el momento de ayudar a Haití

Mientras el país caribeño intenta volver a la normalidad institucional, las restantes naciones de la región deben hacer realidad la ayuda prometida para que Haití pueda salir del círculo vicioso de violencia y miseria que sufre hace décadas.

Hace algunos meses, cuando todavía era canciller y estando de visita en Haití, Rafael Bielsa anunció que nuestro país habría de sancionar un régimen de compras preferenciales para los productos de fabricación haitiana. Como cabía esperar, ese mensaje (hoy está claro) era más para el “escenario interno” (que desvela siempre a los políticos) que para los pobres haitianos, desde que, a pesar del pomposo anuncio del ex canciller Bielsa (ampliamente reproducido por los medios de comunicación masiva, a los que efectivamente estaba dirigido, para así generar, como es habitual, “dimensión política” amplificadora) nada, absolutamente nada, sucedió, y el régimen anunciado nunca se materializó. Lo que debiera avergonzarnos como nación. A todos.

Ahora Haití tiene a sus nuevas autoridades constituidas. El presidente René Préval ha designado a su premier y el Parlamento haitiano ha sido elegido.

Haití ha vuelto, entonces, a su normalidad institucional. Pero sigue sumido en la miseria económica y social. Por esto, el enviado del Secretario General de las Naciones Unidas (ONU) para Haití, el chileno Juan Gabriel Valdés, ha señalado a los países donantes que es absolutamente urgente que, en los próximos seis meses, la ayuda prometida a Haití, que este país necesita desesperadamente, se materialice. Si esto no ocurre, la violencia -endémica en Haití- puede apoderarse de un país que está en una verdadera encrucijada. Si esta vez no consigue salir del círculo vicioso de la miseria y la violencia que lo tiene envuelto desde hace décadas, la situación se deteriorará y el proceso de regresión volverá a apoderarse del país más pobre de nuestra región.

Una manera de ayudar es, ciertamente, la de mantener nuestra participación en la fuerza de paz de la ONU que, compuesta de 7.000 hombres y mujeres militares y de unos 1.700 oficiales policiales, ha probado ser esencial para el mantenimiento de un mínimo de orden en el país caribeño.

Otra, que borraría algo nuestro auténtico papelón mundial por la aludida “promesa” incumplida, sería la de donar alimentos y medicamentos esenciales a una sociedad que los necesita imperiosamente. Cuidando, ciertamente, de que ellos no caigan en manos de las mafias o de los funcionarios corruptos que -desgraciadamente- todavía asolan a Haití y a algunos otros rincones de la región, incluyéndonos a nosotros. © www.economiaparatodos.com.ar




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