– ¿Cómo tomó usted y qué piensa de lo que el presidente dijo en su último discurso? Me refiero a aquello que se desprende de sus palabras cuando afirmó algo así como que aquel que piensa distinto al gobierno, se transforma en una especie de traidor a la Patria, es un enemigo.
– Yo le diría que su pregunta es muy atinada porque es de extraordinaria gravedad. Le haría dos menciones muy delicadas, las dos muy graves. En el discurso del 1 de marzo, que es el discurso más importante que hace el presidente ante la Asamblea Legislativa, Kirchner dijo que él habla en nombre del interés general y que los demás cuando hablan tienen que identificar a qué intereses sirven. O sea, él es parte de los buenos y todos los que tenemos cualquier comentario alternativo, servimos a intereses oscuros, algunos muy horribles ante la consideración pública. En la versión más grosera del Ministro del Interior, esa expresión es “¿quién le paga López Murphy?”, porque esa fue una de las expresiones que usó. Y el presidente, en dos o tres intervenciones públicas, también ha aludido a mis críticas. Ellos tienen que entender que forma parte de una sociedad pluralista el que expresemos opiniones diferentes, forma parte del derecho elemental de la libertad. Por eso, yo voy a seguir diciendo, sin importar qué calificativo se use en mi contra, lo que creo que es el punto de vista que refleja mejor las convicciones y los valores que he defendido en mi vida cívica. Esa forma que usa el gobierno, esa descalificación que hace de la oposición, tiene una forma de presentarse, para la que yo uso un término gracioso, simpático -y se han enojado mucho conmigo por eso- que es bastante poco académica pero grafica bien la situación. ¿Se acuerda de la serie mexicana para los chicos llamada El Chavo? Bueno, ahí había un personaje, El Chapulín Colorado, que decía: “¡que me sigan los buenos!”. Yo digo que la teoría política del presidente es la del Chapulín Colorado: “¡que nos sigan los buenos!”. Todos los que estamos del otro lado, entonces, somos los malos. Ese maniqueísmo no es conveniente para la idea democrática y lleva a cosas muy peligrosas. Por eso, es algo de debemos rever. La tolerancia y la revalorización de la discrepancia forman parte de las bases de la vida institucional. Forman parte de los valores democráticos que hay que defender con firmeza, con convicción, con seguridad. Tenemos que defender esto con mucho coraje, porque los ataques del gobierno, sobre todo en temas delicados, son de una ferocidad extrema. Y el lenguaje que se usa, la retórica que se usa es peligrosa.
– Además, existe otro problema que, también, tiene que ver con el mal funcionamiento de las instituciones. ¿Cuando se cortan las rutas no se está violando el derecho al libre tránsito por las calles? ¿No le parece que el Estado está ausente y hay una especie de anarquía en el monopolio de la fuerza?
– Coincido totalmente y creo que esto está muy relacionado con el punto anterior. Hay una hemiplejia que esta gente tiene para los problemas. No sabe bien cómo resolverlos. Y, además, cuando son cercanos a ellos, la tolerancia es enorme. Pueden ocurrir cosas extravagantes, como el caso de esa continua violación del orden republicano que es Santiago del Estero. Ahí pasa de todo. Y el argumento oficial es que no hay un hecho objetivo, algo por lo que se pueda intervenir. La verdad es que la lista es interminable. Ahí han ocurrido episodios increíbles, desde homicidios que no se investigaban hasta pérdida de las divisiones de poderes que una república necesita. Ahora, en el caso de las personas con las que ellos no simpatizan, la actitud impiadosa casi no permite el legítimo derecho a la defensa. Esa asimetría, esa actitud tampoco es constructiva. Y esto no es sólo una preocupación nuestra, el tema de las instituciones. En realidad, la crisis que se vivió en la Argentina tiene que ver con un mal diseño institucional. Nosotros no pudimos, como sociedad, contener la crisis. No supimos absorberla en los marcos de la legalidad. Ocurrieron episodios gravísimos. Ese riesgo institucional, ese quebrantamiento de los contratos es, me parece a mí, la razón básica de la incertidumbre sistémica que hay en nuestra sociedad. Eso abarca toda la vida y tiene un impacto económico devastador.
– Ya que lo menciona, hagamos un pequeño repaso del tema económico. A mi juicio, buena parte del futuro de Argentina se juega en el sistema educativo ¿qué piensa usted?
– En los 24 distritos que tenemos hay 24 realidades diferentes. El sistema educativo está totalmente fragmentado. Yo lo invito a que trate de pasar del sistema educativo oficial que tenemos en la provincia de Buenos Aires al de la Capital Federal. Es imposible. Aplicamos sistemas organizativos distintos. Eso no es pluralismo, eso es un caos.
– Lo que yo noto es que el Estado está ausente. Fíjese que hay una ruptura de contratos. En la Constitución dice que el argentino paga impuestos para que el Estado le provea de bienes públicos básicos por ejemplo, seguridad, salud, educación…
– Pregúntele al intendente de Villa Lynch, que se quejó sobre el problema de la seguridad y le rociaron el auto a balas…
– Ése es un ejemplo de la falta de instituciones que funcionen. Yo veo que dicen “ahora la Argentina está creciendo”, o en estos días que salió el índice de producción industrial con aumento de enero/febrero con respecto al mismo período del año pasado. La verdad es que uno ha estudiado economía, se ha instruido, y si un país puede salir de su crisis, defaulteando su deuda, devaluando, pesificando asimétricamente, estableciendo un corralito, un corralón y no sé cuánta cosa más, lamentablemente, uno tiene que empezar a pensar distinto y replantearse algunas cosas. Porque si se puede hacer todo ese tipo de disparates y de ahí salir disparado a un crecimiento, entonces, quiere decir que todo lo que se estudia en la Facultad de Economía no ayuda mucho, ¿o no?
– No, claro que no es así. Primero, lo que hay que hacer es poner las cosas en proporción. Si bien hay aumentos, la recuperación que nosotros hemos tenido es inferior a casos anteriores y es inferior a episodios similares en el resto del mundo. Ese es el primer dato. Con una caída del más del 20% tiene que haber un efecto de rebote. Segundo, las circunstancias internacionales han mejorado para la República de una manera que, a veces se pierde la perspectiva. Han mejorado los precios que recibe Argentina de una forma que era casi impensable tiempo atrás. La soja, por ejemplo, que tenía un precio de 150 o 160 dólares, ahora va a 350, esa suba uno la mira y no solamente el precio influye, uno piensa que el valor agregado suma mucho más, mientras que los insumos no han subido. Entonces, eso lo potencia. La mejora que hemos tenido es una mejora increíble. El petróleo, el acero, todos los productos han tenido un salto de una dimensión extraordinaria. Pero no es que nosotros estamos en esa situación. También está Uruguay. Los que tuvieron la caída están creciendo. Basta mirar los trimestres uruguayos y van a ver lo que es la recuperación. Rusia es otro ejemplo. Ante estos precios de las commodities, Argentina, que es un país muy rico en recursos naturales, si tiene precios muy buenos para ellas, hasta puede soportar gobiernos muy malos.
– Eso siempre y cuando sepamos aprovechar el contexto internacional…
– Claro está, ya eso es otra cosa. La pregunta es: ¿en las circunstancias que vive la Argentina, no es el momento de aprovecharla? O, para ser más claro ¿no hay riesgo en que los demás se den cuenta que somos mucho más ricos de lo que decimos? Si uno enfrenta los problemas en tiempo, las cosas resultan distintas. Si hubiéramos negociado en el 2002, hubiera sido mejor que en el 2003. Pero, yo lo dije en la campaña presidencial así que lo repito: en el 2002 yo quería que Duhalde negociara porque las perspectivas que ese gobierno generaba eran pésimas. Entonces, hubiéramos negociado en condiciones más favorables y toda la suba la hubiese retenido el país. En el 2003 ya las posibilidades eran inferiores y, mucho peor, en el 2004. Cada vez que nos demoramos, que es lo que ha estado haciendo el gobierno, esa demora nos deja en condiciones inferiores. Porque a medida que va subiendo y se va recuperando el país, existe una lógica demanda de decir “bueno, en circunstancias de emergencia, usted no podía pero, ahora, mire lo que está ingresando; pague”. Esta miopía de los gobiernos es grave porque ellos creen que demorando, postergando, se mejora y no es cierto eso. Lo más gracioso del tema es que esto el presidente lo ha dicho y lo ha reconocido “mejor hubiera sido negociar en el 2002 que en el 2003”, pero el Ministro de Economía dijo todo lo contrario. Esto es lo paradójico. ¿Cuál es la estrategia del gobierno, la que dice el ministro o la que dice el presidente, entonces?
– En realidad, me parece que la estrategia económica del gobierno, no sé si me equivoco, corríjame, se limita a sustituir importaciones, tratar de impulsar obra pública con algún fondo que tenga y aprovechar el precio internacional de los commodities. No hay mucho más, ¿o sí?
– No, pero estas condiciones excepcionales que se están viviendo permitirían una solución de los problemas. Y, lo digo con toda franqueza, si nosotros encauzamos los problemas, el más grande beneficiario de eso va a ser el gobierno. No es que hacer las cosas bien, les va a costar, sino que los va a beneficiar enormemente. Porque en la crisis que nosotros tuvimos en el 98 y 2001, hubo muchos errores cometidos en la década del ´90: mucho exceso de gasto, mucho descontrol financiado por el endeudamiento, y toda la historia trágica que ya sabemos. Pero hubo, también, un shock externo de incalculable proporción que fue la combinación de la crisis asiática, la crisis rusa, la crisis brasileña y la sobrevaluación del dólar. Todas esas circunstancias, más nuestros errores, claro está, fueron los que produjeron esa enorme crisis. Hoy por hoy, todo es al revés. Está todo a favor. Se dan circunstancias increíblemente favorables, y las paso a detallar: los espectaculares precios de las commodities, que son récord. Por ejemplo, la soja sigue para arriba, parece no tener tope. Y no sólo la soja, el índice de commodities está en su nivel más alto en muchísimos años. Otro elemento a favor es la tasa de interés del 1%. Es una tasa de interés que yo nunca vi, ni siquiera en el 91, 92. Nunca estuvo tan baja. De hecho, para encontrar otra así, nos tendríamos que remontar hasta la década del ´30. Además, la región está recuperándose a ritmo fuertísimo. Basta con leer la entrevista a Cisneros, el empresario venezolano, que dice que América Latina está viviendo una euforia. Además, a eso agreguémosle que en una región del mundo que está dolarizada, el dólar se devalúa. Y no un poquito, se ha devaluado como el 60%. Entonces, para que la gente lo vea y lo entienda mejor, esto es como cuando en el siglo XIX se descubría oro. El descubrimiento del oro producía un auge extraordinario, y en la Argentina, esto estuvo aprovechado porque nosotros tuvimos grandes líderes en el siglo XIX y principios del XX, y también tuvimos mucha suerte. Ahora, esa suerte en manos de Pellegrini es una cosa… hoy no tenemos a Pellegrini. Ese es el problema.
– Ni a Pellegrini, ni a Mitre, ni a Roca….
– Esos años extraordinarios, que ocurrieron entre 1891 y 1930, fueron años de enorme bonanza y de circunstancias increíblemente favorables. Pero sobre todo, fueron aprovechados. Hay una anécdota histórica, que refleja estos valores y los atributos que se tenían. Miguel Cané escribe, desde Londres, a Roque Sáenz Peña en 1890 o 1891, una carta en la que le dice “estoy amargadísimo -estábamos con la crisis del ´90 , en ese momento- porque acá todo el mundo dice que tenemos que terminar con esta soberanía por los problemas que estamos viviendo” y Roque Sáenz Peña, luego, cuando fuera presidente, un presidente extraordinariamente importante en nuestra historia, produce el mensaje que Kirchner no hizo el 1 de marzo. Yo invito a todos los argentinos a leer el mensaje que él dio en 1913. El presidente tenía -tal como yo tengo el síndrome de hiperinflaciones, de los excesos de gastos, del default- el síndrome de la carta de Miguel Cané, el autor de Juvenilia. El síndrome de los riesgos y todos los problemas que el país había vivido en 1890. Entonces, en ese discurso, le cuenta al pueblo, al país, el extraordinario éxito que habíamos tenido, el éxito que se celebraba en el Centenario. Pero le habla de un éxito verdadero, de algo real. Ese país vivo, maravilloso, ese país inspiró la historia de la venida al país de mi familia, al igual que la de tantas otras. Mi abuelo, un irlandés que no hablaba el español, decidió venir a la Argentina y sabe ¿por qué? Porque a él le era más fácil ir a Estados Unidos o a Australia, pero esos países no lucían con el éxito de Argentina. Y es verdad, en ese momento la Argentina era un canto a la vida y al espíritu. Esa es la Argentina que nos están negando por una gestión incompetente. Esa no es una Argentina imposible, es la Argentina que podemos ser. © www.economiaparatodos.com.ar |