Los contratiempos del gobierno
“Los contratiempos son como cuchillos que pueden servirnos o cortarnos, según los agarremos por el filo o por el mango” (James Russell Lowell)
Algo de lo que señala Lowell está ocurriendo con el gobierno de Cristina Fernández cada vez que enfrenta una situación enojosa en su camino de despedida.
Los abusos que en una época le servían a su gobierno para imponer decisiones autoritarias, hoy le están haciendo sufrir los efectos de ciertos límites que, inevitablemente, provoca a cualquier político la pérdida de poder a fecha cierta.
Tucumán es un paradigma de lo que estamos señalando.
Al mejor estilo de la recordada Rebelión en la Granja de George Orwell, algunos integrantes del poder judicial –hartos de ser “apretados” para avalar la corrupción imperante en dicha provincia-, decidieron finalmente poner las ¿primeras? estacas para construir una empalizada que proteja a la sociedad tucumana indefensa de los arrebatos de “los Fernández”, verdaderos artífices leguleyos de segunda categoría de los desbarajustes con que decidieron apañar la reciente votación, cuestionada por todas las fuerzas vivas con excepción del FPV.
Al gobierno parece comenzar a ocurrirle algo que sucede con los jugadores compulsivos: cuando va ganando, se siente embargado de una gran felicidad y ATROPELLA A TODOS; cuando pierde, a pesar de deprimirse, SIGUE ATROPELLANDO AÚN MÁS FURIOSAMENTE. Decididamente, se ha puesto las plumas aconsejadas como vestuario por Chiquito Kicillof, para tener repercusiones mediáticas favorables que les permitan seguir su marcha triunfal A NINGUNA PARTE.
Los contratiempos le llueven a nuestra “faraona” habladora y la están sorprendiendo sin la protección adecuada, por lo que cada vez que debe enfrentarse a una escaramuza, ello ocurre, sorpresivamente, a las pocas horas de alguna “cadena nacional” en la que con aire imperativo nos pide a todos que aceptemos la realidad (que ella, por supuesto, esquiva siempre olímpicamente).
Lo que ha ocurrido en Tucumán no ha sido otra cosa que LA REALIDAD MISMA. Una suerte de “Fuenteovejuna” promovida por quienes, como en la obra de Lope de Vega, intentan el comienzo de un cambio que los defienda de la tiranía y la injusticia.
No importa tanto cuál será el destino final del pleito judicial que ha desatado el fallo de anulación de las escandalosas elecciones celebradas en la provincia. Lo que significa en realidad es que pone en primera plana los efectos del clamor popular de quienes se sienten oprimidos, hartos e indignados frente a las arbitrariedades de los poderosos del lugar y han logrado eco en uno de los poderes independientes del Estado: la justicia.
No sabemos por cuánto tiempo se sostendrá dicho fallo, porque deberá pasar, inevitablemente, por las apelaciones del gobierno a la Corte Suprema de Tucumán, que dicen está compuesta por “humildes servidores” del señor Alperovich, quienes quizá lo rechacen por esa razón. Tanto da. Lo que ha puesto en evidencia es que no se puede tapar el cielo con un harnero eternamente.
Falta ahora que la marea de respuesta ante la arbitrariedad corrupta del FPV se extienda, para que los “doctores” Fernández –de títulos “inciertos” o simplemente “acelerados”-, deban aceptar que tendrán que reemplazar la oralidad incisiva de sus ataques a la libertad, con una pequeña pantalla matamoscas que no podrá impedir que se les escape algún díptero rebelde.
Según se mire todo esto, puede contribuir a aumentar el desprestigio de un partido político que no ha sabido leer con acierto la medida del hartazgo popular y sigue amenazándonos a todos como si tuvieran el poder (que alguna vez tuvieron), para apretarnos el cogote y dejarnos acezando.
Por ahora parecen haber hecho poco caso a las advertencias de Lowell y agarran, imprudentemente, el cuchillo por la hoja.
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