Los delirios presidenciales
Cuando se diagnostican los delirios de una persona, no se los identifica como si fueran la consecuencia de la ‘verdad’ que ésta intenta develar, sino por la forma extravagante y distorsionada con que defiende la misma
Etimológicamente, la palabra delirio proviene del latín “delirare” y significa FUERA DEL SURCO.
Es una actitud típicamente paranoide y ante cualquier argumentación que le indique a un sujeto que sus delirios no tienen lógica alguna, éste persiste –muchas veces violentamente-, en su convicción delirante, por un mecanismo de autodefensa que lo coloca FRENTE AL EVENTUAL DERRUMBE DE LA ESTRUCTURA DE SU “YO”.
En efecto, los delirios son, de alguna manera, el último recurso disponible que tienen algunas personas para mantener su propia identidad. Una identidad que debido a dicha psicosis, les hace perder a menudo el control de lo que las rodea.
Karl Jaspers, psiquiatra alemán que estudió el problema en profundidad, sostenía que no debían considerarse los delirios por el contenido de la creencia en sí misma, SINO POR EL MODO CON QUE UNA PERSONA DEFIENDE DICHA CREENCIA, tal cual hemos señalado. Agregaba que esta paranoia no es solo una faceta de la personalidad, sino también el resultado de cambios que se van produciendo en la psiquis de algunos individuos por problemas familiares y ambientales.
Jaspers describió los delirios genéricamente como un verdadero “atascamiento mental”.
Algunos otros psiquiatras como Maher, Brockington y Esterson han ido más allá, ahondando las investigaciones sobre la sanidad mental y los delirios en grupos familiares donde la esquizofrenia ocupa un lugar preponderante en el comportamiento de alguno de sus miembros.
Nuestra Cristina Fernández parece estar enferma de lo que se denomina en psiquiatría como delirio “querulomaníaco”, una afección por la que una persona se siente continuamente ofendida y maltratada por los demás, que suele desembocar en una MANÍA PERSECUTORIA. “Todos me persiguen y me quieren hacer daño” dice el enfermo delirante.
Una vez que se ponen en marcha los delirios, se convierten para quien los padece EN EL EJE DE SU EXISTENCIA. Gradualmente, todo comienza a girar en torno a ellos y gravita con intensidad creciente sobre todos y cada uno de sus sentimientos y sus actos, agrega Jaspers.
La hermana médica, Giselle, parece sufrir de síntomas semejantes. Según revelan los médicos que han tratado a la Presidente durante sus reiteradas internaciones, esto ha terminado convirtiendo las mismas en una verdadera parafernalia de desconfianza “terapéutica” de las dos, sobre los tratamientos clínicos dispuestos ante cada emergencia.
Solo así pueden entenderse además las marchas y contramarchas habituales del histrionismo inoportuno y, por momentos, muy agresivo de la primera mandataria, que cree tener, para peor, una personalidad irresistible (otra faceta de esta psicosis).
Sus continuas “indisposiciones” se deben, con seguridad, al “registro” de alarma de su organismo por la forma atravesada de ver el mundo, con los consiguientes golpes anímicos que sufre cuando debe enterarse, A LA FUERZA, que las cosas no son, ni por pienso, como las imagina.
Ahora que comienza a recorrer el último tramo de su mandato y se ha convertido en un auténtico “pato rengo”, todo el mundo se le para de manos y la pone a tragar saliva, con lo que potencia la calidad delirante de una persona que está encerrada en sus fantasías. Una de las cuales –por dar un ejemplo-, es suponer que podría amasar, como si tal cosa, una enorme fortuna de cifras escalofriantes imposibles de justificar.
Todo esto nos trae a la memoria la película basada en un argumento del dramaturgo polaco-estadounidense Jerzy Kosinski, donde el actor británico fallecido Peter Sellers representa magistralmente a un jardinero ignorante que no tiene ninguna condición para construir pensamientos coherentes. Un personaje que repite monólogos patéticos, hablando de las flores del jardín que tiene a su cuidado con un lenguaje esotérico, mientras quienes le oyen creen estar en presencia de las metáforas de un verdadero estadista.
Nuestra opinión: por el momento, la historia seguirá el mismo curso inexorable complicando cada vez más la marcha del gobierno, porque la titular del Poder Ejecutivo está enfurecida contra el mundo “real” que se le viene encima como un alud, al que pretende controlar por medio de “pataletas” adolescentes. Por ese camino, resulta difícil imaginar la pronta solución de conflictos que están alineados en apretada hilera esperando por su intervención, sin que nadie a su alrededor se atreva a decir ni “mu” mientras “cada cual atiende su juego”.
Innumerables estudios médicos señalan que Ignorar o rechazar la realidad “real” para vivir y hacer vivir a otros una ficción, pone siempre en crisis la estructura psíquica de cualquier persona saludable. Allí está el verdadero núcleo de los dilemas políticos que hoy deberíamos estar debatiendo.