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jueves 1 de junio de 2006

Los inmorales nos han superao

Mientras los violentos y quienes desprecian las normas se salen con las suyas, el resto de la población asiste atónita a sus fechorías. Los ejemplos son cada vez más abundantes.

Como escribiera Enrique Santos Discépolo a mediados de la década del treinta, la Argentina de hoy se parece a ese cambalache en el que todo se mezcla y se confunde. Aunque en la actualidad existe una diferencia con lo que dice el tango, ya que no da lo mismo ser “… derecho que traidor! … ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador!”. Por lo visto en las últimas semanas diríamos que es mejor hacer trampa y violar las leyes para avanzar en la búsqueda de nuestros objetivos. En consecuencia, diría que los inmorales no sólo nos han igualao sino que nos han superao. Los casos de la Universidad de Buenos Aires y de la Cámara de Diputados son prueba de ello.

Como ya lo hemos mencionado en esta misma columna, el caso de la elección del rector de la UBA es quizás uno de los más graves, ya que la más importante casa de estudios del país demuestra una incapacidad alarmante a la hora de poner en práctica mecanismos democráticos de elección de autoridades. La cuestión “se solucionó” momentáneamente con la renuncia a su candidatura por parte del doctor Alterini, quien “obedece” de esta forma al “veto” ejercido por la patota estudiantil de la FUBA.

Más allá de los argumentos de unos y otros, lo importante en este caso es que se ha vuelto a violar la institucionalidad y nadie se mosqueó. El mensaje es muy claro: si no le gusta la ley, utilice la fuerza para imponer la suya. Los violentos han ganado y van por más. Los hechos les dan la razón, utilizando la fuerza lograron lo que querían y nadie hizo el mínimo esfuerzo por detenerlos. ¿Por qué dejarían de volver a hacer lo mismo hasta lograr que se impongan sus reclamos? Mientras el poder político no quiera asumir el costo de decir no, las cosas seguirán así. En este sentido, la culpa no es sólo de estos violentos (camuflados de representantes estudiantiles) sino de las autoridades que no asumen su responsabilidad y su obligación de detenerlos.

El otro hecho que ha llamado la atención, por reflejar abiertamente el desprecio por las instituciones, fue el relacionado con la frustrada asunción de Luis Patti como diputado nacional. El grotesco se hizo presente tanto en los argumentos esgrimidos como en quienes los presentaron. El Poder Legislativo ha sido una de las instituciones que mayor desprestigio ha sabido acumular en los últimos veintes años, sin embargo la semana pasada se ha dado el lujo de decirle a los ciudadanos por quién deben votar y por quién no deben hacerlo.

Un grupo de diputados de diversos partidos políticos (liderados por un tal Bonasso) han decidido que el señor Patti no puede asumir la banca para la que fue elegido, ya que no cumple (de acuerdo a ellos) con el requisito de idoneidad moral. No conozco al señor Patti personalmente, ni comparto sus ideas, pero ello no me da potestad para decidir quién entra o quién no (una vez elegido por los ciudadanos) al Congreso. Los ciudadanos que votaron por Patti lo hicieron de la misma forma que otros tantos votaron por aquellos que ahora le impiden asumir su banca. ¿Acaso los votos de unos valen más que los votos de otros? Seguramente, sería de mi agrado no ver a determinados “ejemplares” en la Cámara de Diputados (la cual ha dejado de ser Honorable hace mucho), pero el juego democrático implica aceptar la disidencia y las diferencias.

Pero estos son conceptos que no entienden quienes votaron contra Patti, del mismo modo lo hicieron días antes para sacar de su puesto a la diputada María del Carmen Alarcón porque osó actuar en forma independiente. Pobre mujer, ¿en qué estaría pensando cuando se le ocurrió que era verdad lo que dice la Constitución al afirmar que los diputados son representantes del pueblo?

Se aprecia en el caso Patti cómo aquellos que meses antes eran sus compañeros de lista, de golpe se dan cuenta de que no tiene la idoneidad moral que ellos sí tienen para ocupar un banca en el Congreso. ¿Será la misma idoneidad del señor Bonasso condenado por terrorista y luego beneficiado por los tan denostados indultos? ¿O será la idoneidad de los diputados borocotizados de los últimos tiempos? En fin, parece que a la mayoría de los diputados “levanta mano” no les interesan mucho estos cuestionamientos, ellos sólo se dedican a cumplir órdenes del Poder Ejecutivo (de turno).

Como corolario de estas líneas, podemos ver que en ambos casos ciertos grupos minoritarios se arrogan representatividades y mayorías que en la práctica no tienen, esgrimiendo argumentos que precisamente se dan de bruces con sus acciones: en ambos casos hablan de pluralidad y moral, y en ambos vemos cómo en ámbitos que se suponen de los más elevados desde el punto de vista institucional se viola la ley en sacrificio de intereses políticos inmediatos. Mientras no sepamos resolver el conflicto entre la supremacía de la ley por sobre la conveniencia sectorial el país seguirá en manos de los violentos, ya sean estos de capucha y garrote como de camisa y corbata, el resultado final es el mismo: el triunfo de la violencia, la misma violencia que dicen rechazar. En este caso podríamos decir que los inmorales nos han superao ya que ellos se salen con la suya mientras nosotros asistimos atónitos a sus fechorías. © www.economiaparatodos.com.ar



Alejandro Gómez es profesor de Historia.




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