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jueves 22 de octubre de 2009

Los jueces no nos salvarán

Las decisiones judiciales en la Argentina parecen ir en contra del sistema de valores que pueden poner a un país en la senda del desarrollo y el crecimiento.

El caso de Kraft es un ejemplo de hasta dónde la Justicia está consustanciada con un sistema de valores que mantendrá a la Argentina por siempre a la vera de la miseria.

Uno a uno, en diferentes fallos, los jueces han ido obligando a la empresa a reincorporar a los delegados que la compañía había decidido despedir.

Mientras el mensaje que reciban los inversores del “último escalón de defensa de los derechos” (esto es, la Justicia) sea que no tienen soberanía sobre su propiedad, no vendrán al país y los que están se irán. Es así de sencillo. Si la ley y la Justicia argentinas no pueden asegurar que el dueño de un lugar tiene pleno derecho de admisión sobre su propiedad y que el único “supremo” frente a su picaporte es él, entonces la pobreza terminara por entronizarse en el país.

¿De dónde surge que el dueño de un inmueble debe hospedar en su interior a personas que considera indeseables?, ¿de dónde surge que el dueño de casa deba dar cobijo a quien lo sabotea y al que usa sus propias instalaciones para arruinarlas y como bastión propio de una guerra idiota?

“De la ley”, se me dirá. “El empleador no puede echar a los delegados”, agregarán para más datos. Pues bien esa ley está mal. Esta mal no solo porque es groseramente inconstitucional, sino porque está en contra del orden cósmico del Universo.

La ley podrá decir que si la empresa quiere deshacerse de determinados empleados que ejercen funciones sindicales deberá pagar una suma diferente de indemnización, más cara, por supuesto, para que el derecho gremial tenga posibilidades de funcionar.

Obviamente el excedente entre la indemnización normal y la indemnización “gremial” no debería ir para el empleado despedido sino para el sindicato al que pertenece, para que esa persona no usufructúe la representación de sus compañeros para beneficio personal. Pero de allí a decir que la ley o un juez me va a obligar a recibir en mi casa a quien no quiero, hay una distancia como de aquí a Plutón.

Señores Jueces y ‘Señora’ Ley, a ver si soy claro: yo en mi casa hago lo que quiero, ¿lo entendieron?; ninguno de ustedes me va a obligar a compartir un techo con quien no se me da la gana; con quien utiliza mis propias instalaciones para perjudicarme y para intentar robar mi propiedad.

Y digo con todas las letras “robar” porque no tengo dudas de que el movimiento iniciado en Kraft tiene por objetivo socavar las bases mismas de la compañía para quedarse con ella; tal como Guillermo Moreno anticipó que el gobierno haría con Papel Prensa si sus propietarios no se avienen a hacer lo que a él le venga en gana.

Es el mismo espíritu que el de Chávez robando el hotel Hilton de la isla Margarita.

Sí, sí, dije “robando”, no “expropiando”. Porque eso fue un robo anunciado. El loro de Caracas, a fines de septiembre, cuando el hotel fue sede de la II Cumbre América del Sur-Africa, había dicho “vamos a instalar pronto, aquí en Margarita, la secretaría permanente de la Cumbre. En este hotel hay mucho espacio…¡te imaginas lo que sería trabajar aquí…!”.

La última parte de la frase suena al pensamiento del delincuente que, admirando la propiedad de otro, imagina lo que sería tenerla y para ello no planea otro camino que robársela.

No hay dudas que el delito es inevitable en los países. Pero lo que sí es evitable es que el delito gobierne. Y una de las formas de evitarlo es que la Justicia lo detenga. Claramente fallos como los que hemos venido conociendo en el caso Kraft alientan a pensar que los jueces tienen otros planes para la Argentina. © www.economiaparatodos.com.ar

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