A partir de un tiroteo sucedido en la localidad de San Carlos de Bariloche entre jóvenes alumnos participantes de viajes de egresados, donde resultó herida una persona que nada tenía que ver en la reyerta, el tema de estos viajes volvió a la palestra en los medios de comunicación. Algún programa de TV trató el tema y en varias radios dedicaron horas a recibir opiniones de padres, docentes y alumnos sobre la conveniencia de estos eventos, con opiniones a favor y en contra.
Si bien ya lo he hecho notar en artículos anteriores, conviene remarcar que al menos, por una razón de honradez, habría que cambiarles el nombre, ya que los participantes no han egresado aún de la escuela media y, según afirman las estadísticas, hay al menos un 10% que no egresará jamás, ya que ese porcentaje termina de cursar pero nunca rinde las materias que adeuda. Así que podríamos pedir a las agencias de turismo estudiantil que los llamaran “viajes de alumnos de último año” o al menos de “egresantes”.
Una cosa es que los chicos (o los adultos) se descontrolen (me guste o no me guste, le puede pasar a cualquiera) y otra es que “vayan a descontrolarse”. Todos pensamos que eso no le va a pasar a nuestros hijos, que son hiperresponsables, que sólo le pasa a los hijos de “los otros”, pero la realidad marca que “los otros” somos nosotros. Me dio cierto ánimo escuchar por la radio declaraciones de adultos que habían hecho el tradicional viaje a Bariloche, confesando que “no se acordaban nada porque estaban borrachos o durmiendo”, que “basta mirar las fotos que saqué para ver que en ninguna estaba centrado el cuadro y estaban todas fuera de foco”, o la valentía con la que una señora dijo que no recordaba el momento en que había perdido su virginidad por el grado de alcoholización que presentaba, y desde luego tampoco recordaba con quién. También escuché a una vendedora de lencería contar cómo algunas madres llevaban a sus hijas a comprar lencería “sexy” para el viaje en cuestión.
Vamos a ver: la sociedad dice que sostiene que el alcohol es una droga y que hay que evitar que los adolescentes se alcoholicen, pero todo el mundo sabe que la inmensa mayoría de chicos que concurren a los mal llamados “viajes de egresados” va a alcoholizarse. Es una especie de suicidio social colectivo. Todos sabemos qué pasa pero tenemos miedo de nuestros hijos. Y por lo tanto de impedirlo.
La sociedad sostiene que las relaciones sexuales han de mantenerse en un marco de respeto. Pero los y las que van a los mal llamados viajes de egresados no van precisamente con esa mentalidad. Hace poco le planteaba esto algunos chicos. Uno me dijo que él estaba de novio y que no iba a serle infiel a su novia. Le pedí que fuera sincero: que haría si está en un boliche, con algunas copas encima y una chica -de la que no sabe ni el nombre y de la que el único dato que tiene es que es de tal colegio de tal ciudad- “se le regala”. Afortunadamente fue sincero y confesó que sí sería infiel en esa circunstancia, aunque no quisiera serlo. El tema es que todo está preparado para el descontrol.
Por último, el usar a las escuelas como “excusa” para realizar este tipo de viajes no parece muy justo. Es tirar por la borda lo que se les enseñó durante doce años en una semana. En mi experiencia, cuando van de viaje chicos solos, en período de vacaciones, y no todos sino sólo los más amigos, el comportamiento es distinto. Es decir: si se trata de un viaje de “amigos” en vez de “egresados”, aunque tengan la misma edad y vayan al mismo lugar, ignoro el motivo pero el comportamiento no suele ser el mismo.
Pensemos qué podemos hacer como sociedad para no con seguir esta esquizofrenia de decir “ah, que horror las cosas que hacen los adolescentes” y por otro lado fomentar que las hagan. Al menos tengamos un poco de coherencia. © www.economiaparatodos.com.ar
Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles (Pilar) y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina). |