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lunes 18 de mayo de 2009

Los padres y la adolescencia

¿Cuál es el rol de papá y mamá en una etapa de redefiniciones, afirmaciones, euforia y angustia?

Cuando nos encontramos frente a un adolescente rápidamente recordamos los momentos vividos en aquella juventud, que parece lejana, pero que aún está latente; comparamos una y otra vez experiencias, costumbres, hábitos, entre otras tantas cosas.

Nos invade rápidamente la nostalgia, el pensar en aquella música, aquel grupo del cual éramos fanáticos, quizás el objeto que coleccionábamos y que aún hoy conservamos, pósters, nuestra manera de hablar, aquel programa de televisión, el vestuario con que salíamos y esos “peinados nuevos”, en fin un sinnúmero de cualidades que nos acercaban a pertenecer y formar parte de esa adolescencia. Y también porque no mencionar nuestro estado de ánimo: que se caracterizaba por la alegría pero también por angustia.

Hoy identificamos al adolescente por su música, su fotolog o facebook, sus tips en el lenguaje, sus gritos en la calle, su forma de hacer visible su presencia, las fotos en el cuarto, su guardarropa, su atuendo tan característico, y también por su excesiva euforia o sobrada angustia.

¿Y, entonces, cuál es la diferencia? Existe tal diferencia… A simple vista parecería que no, la adolescencia sigue transitando de acuerdo a esa etapa de la vida, que algunos la han llamado etapa de crisis. A mí me complace pensarlo como un proceso de cambio, de búsqueda, de recorrido necesario e imprescindible. Un estadio en ocasiones cada vez más largo dado que la adultez tarda en llegar.

Parecería ser que la esencia es la misma, pero el punto es cómo se inserta el adolescente en el aquí y el ahora, en esta sociedad tan distinta a la nuestra. Y esta es la diferencia: la sociedad ha cambiado, ¿el contexto es peor o mejor? No lo sé.

La sociedad nos impacta permanentemente, los cambios transcurren a cada instante y esta sociedad posmoderna, nos muestra algunos indicios de esta vertiginosa carrera: la tecnología, la imagen, la comunicación, el corto tiempo que existe para todo, la forma de vincularse y más… Esta imagen permanente de exposición ante los otros, la secuencia ininterrumpida de información y desmedida en gran parte, la urgencia de buscar nuevos términos para explicar y tratar de entender el ciclo de la vida, la necesidad de complejizar situaciones que no son tal, el no comprender mensajes que nuestros hijos claramente explicitan en sus relatos y sus acciones, caracterizan a esta sociedad.

Los padres, tenemos que explicar a un adolescente que los 180 contactos de su computadora no son sus amigos; debemos establecer semejanzas y diferencias en el significado de la palabra contacto y a que categoría pertenece la clasificación de amigo, es parte del trabajo de los padres.

La variedad de situaciones vividas por los adolescentes, nos llevan a pensar en crear y sostener nuevas formas en las relaciones y comunicaciones, apareciendo por ejemplo nuevos nombres, un nuevo lenguaje que muestra que las palabras se modifican, tienen otro significado, el que cada uno le otorgue, esto produce cortocircuitos y además originan vacíos… y, sobre todo, vacíos de valor, todo comienza a perder valor y sentido, no se sostiene en el tiempo. Tiempo en donde todo es válido y todo se puede, donde todo transcurre en el aquí y el ahora, siendo la consecuencia más próxima una sociedad que se proyecta a corto plazo.

La sociedad tal como se nos presenta, además de invadirnos y conmocionarnos, debería dejarnos un lugar para pensar y reflexionar en como accionamos. Es tiempo de ser protagonistas. Nuestro discurso también cae en un vacío si no actuamos. Los padres tenemos el compromiso de dar lugar a un nuevo sentido, otorgar el valor y la responsabilidad necesaria a cada una de las palabras. Tenemos la responsabilidad de que nuestros hijos comprendan la importancia y el valor que lleva cada acto que realizan.

La institución familiar nos ha mostrado a lo largo de los siglos que se ve reflejada en todas las demás instituciones, escuela, trabajo, clubes; por tal tenemos que dar respuesta, revalorizando la palabra, sosteniéndola con responsabilidad y construyendo sentido.

Primero debemos aprender a valorar al adolescente, accionar e intervenir como padres e insertarnos en este presente, recordando nuestra experiencia con el pasado. Pero hoy más que nunca necesitamos comenzar valorando nuestra función paterna e iniciarnos y proyectarnos en el cambio. Nuestros hijos nos necesitan. © www.economiaparatodos.com.ar

La licenciada Marcela M. Cordaro es psicopedagoga y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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